Lo que cambió ayer
Tendrá que cambiar mañana
Así como cambio yo
En esta tierra lejana…
Mercedes Sosa.
Narrar la vida, la propia o la de otros, hacer ese recorrido por el tiempo y ver en perspectiva lo que ha sido y hemos sido, permite otra mirada, da la posibilidad de atestiguar la transformación. A veces permanecemos por años apegados a la idea de: "así soy yo", "hago esto porque así soy", "no puedo aquello porque así soy". Quizás ese "ser" que nos arropa no es más que la jaula que encierra nuestros propios pájaros, la tabla de salvación que nos justifica y nos valida, pero que en el fondo sólo refleja la imposibilidad de ver el muro.
Con cada historia que escribo para RecordArte encuentro múltiples seres en ese ser que se narra, y veo en sus ojos, al entrevistarlo, el asombro de descubrirse otro, diferente a ese que un día fue; y el asombro, además, de hallar las sincronías, todas las triquiñuelas de la vida que parecían estar dispuestas exactamente para que ese "otro" naciera, para que la transformación fuera posible. Tal vez transformarnos es el único fin de andar por aquí, respirando.
A veces me descubro a mí misma, en alguno de esos momentos en que uno se queda callado y se contempla, asombrada por mi propia transformación. Cuánto de todo eso que yo creía ser ya no soy, cuánta maravilla me produce ahora lo que antes desconocía, y cuánto cansancio a veces lo que me fue tan familiar.
Por eso me apasiona la idea de seguir contando vidas, me llena de curiosidad la existencia humana, ser testigo constante de las muertes y renacimientos de otras personas que como yo y como todos, andan inventando siempre un nuevo ser. Al final de cuentas, como me dijo un día un buen amigo, soy una fisgona, me encanta ver cómo todo se transforma: fisgonear la vida, la propia (que es más difícil) y la de los demás.