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OPINIÓN. Ángel Calle Collado

Economías post-pandemia: una oportunidad para Extremadura

"Precisamos empleo pero también políticas que sostengan rentas frente a crecientes desigualdades".

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“Esto lo cambia todo”. Así se titula el libro que la escritora canadiense Naomi Klein publicó hace un lustro a propósito del cambio climático. Igualmente lo vienen argumentando los informes del IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático) o epidemiólogos trabajando en Naciones Unidas como Rob Wallace, cuyo libro Grandes granjas, grandes gripes acaba de ser traducido por la editorial Capitán Swing. Sabemos que el 90% de virus que están pasando de animales a humanos en las últimas dos décadas (gripe aviar o porcina, Zika, coronavirus, etc.) tienen que ver con la excesiva presión sobre recursos naturales derivada del aumento de talas, la intensificación productiva o la pérdida de biodiversidad. Nuevas economías vendrán sí o sí.

Diversos análisis revelan también que los territorios más subordinados a mercados globales en turismo, alimentación o automoción son los que están sufriendo más los efectos económicos asociados a la pandemia. Se compra y se viaja menos. Se detiene el ensamblaje comercial. Peor lo tienen las economías donde no tributen los oligopolios que comienzan a pastorear a su antojo la globalización comercial. Me refiero a las llamadas “FAANG”: Facebook, Amazon, Apple, Google y Netflix. 

Empleo y nuevas políticas que sostengan rentas frente a crecientes desigualdades

¿Tiene posibilidades de cambiar esto Extremadura? Necesitaríamos voluntad política y que emergiese una mayor autonomía social para innovar en líneas de sostenibilidad, de economías más endógenas y orientadas directamente al bienestar. Así mismo, como argumenta el sociólogo extremeño Marcelo Sánchez-Oro, precisamos empleo pero también políticas que sostengan rentas frente a crecientes desigualdades. Poco justificable es la pérdida de trenes como el de la agricultura y la ganadería ecológicas, por ejemplo, donde vamos a la cola en transformación, operadores de comercialización y por su puesto en consumo. Y esto último no sólo por el poder adquisitivo, también por la escasa preocupación en temas de compra pública o derecho a una nutrición saludable.

Extremadura tendría que abrir debates sobre fondos europeos para una transición ecológica, agroganadera y energética. En clave de servicios ambientales. Sus humedales, montes y dehesas son sumideros de carbono pero también delimitan las rutas para aves salvajes y aumentan la biodiversidad frente a nuevos brotes de enfermedades zoonóticas. Podría aprovechar que la alimentación pasa a percibirse como economía esencial para favorecer el derecho a una producción sostenible y una nutrición saludable, en una región donde destacamos, en el contexto español, también por malnutrición.

Biorregiones alimentarias y comunidades energéticas

Habría que ayudar a la pequeña y mediana producción a construir biorregiones alimentarias, incentivando así direcciones (logísticas, comerciales, de oferta) que puedan saltarse el redil de las FAAANG y el embudo de la distribución de comida que sostienen las grandes superficies. En temas de salud, Extremadura es rica en atención primaria. Y, como hemos visto bajo la presente pandemia, la atención comunitaria, cercana y preventiva puede ser una forma de revisar el pilar económico y social de la atención a personas dependientes. Para favorecer economías locales, se me ocurre. En temas de Transición Ecológica y Sostenibilidad la propia consejera responsable ha hablado a favor de impulsar comunidades energéticas. No es una utopía: es la realidad de países como Dinamarca. No me gustaría olvidarme del potencial atrayente que va a tener un turismo rural o centrado en experiencias de vida sana. De alimentación, salud o transición energética perfectamente pueden surgir nichos de innovación, ya sea en pensar estrategias de I+D+i, ya sea en construir mini-industrias o redes de investigación aplicada que empujen estos sectores esenciales.

La “globalización” está pagando a Extremadura tarde y mal. Esto no significa dejar de producir lo que hoy se produce, o dejar de exportar, sin más. Pero sí hacer hueco, digamos un tercio de la inversión y de la economía, a apuestas que nos saquen del tridente pandémico, impacto climático y de población sin derechos. No podemos seguir haciendo economía con las gafas insostenibles e inviables para Extremadura que nos recetaron en los anteriores siglos.

*Ángel Calle Collado, profesor Ecología política y Agricultor en el Valle del Jerte

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