¡Hola querida familia virtual! Entramos en otoño y este año parece que la nueva estación no sólo trae frío (al menos por estos lares). Ya lo sabíamos - o al menos muchos lo veíamos venir - que con el cambio de estación, volveríamos a ver la pandemia sacudir de alguna forma nuestras vidas.
Llegó el otoño. Los árboles se llenaron de colores cálidos. Sacamos del armario chaquetas y botines. Nos dispusimos a decorar la casa con guirnaldas de hojas secas y castañas (esta es sin duda la nueva sensación para el chiquitín :-)) Y sí, volvimos a estar pendientes de las cifras de nuevos casos como parte indispensable de nuestra rutina matinal. Se acerca el pico de la ola. No de la segunda ola de la pandemia, sino esa ola figurativa en el mar de la vida.
Me encanta esa frase de 'No puedes parar las olas, pero sí aprender a surfear'. Estos últimos días me he estado observando con curiosidad, subiendo y bajando olas de emociones de todos los colores. Rememorando lo que fue la primera ola de la pandemia, cómo la vivimos, qué aprendimos. Ahora viene la segunda y deberíamos haber aprendido algo. Digo yo que algo deberíamos haber aprendido, ¿no? Ya sabes, las mismas dificultades se presentan una y otra vez, hasta que aprendes la lección que de ellas debías sacar.
Me hace mucha gracia, porque mi primera reacción cuando la situación se iba cada vez poniendo más fea, fue casi exactamente igual que en la primera ola. Continuamente chequeando los números y creando mi propia película mental: se cierra la guarde, nos encerramos en casa, no veré a mi familia hasta quién sabe cuándo y - en el peor de los casos - me contagio con este maldito virus o alguien a quien quiero. No sé si lo sabes, pero me encantan las pelis de terror. Ahora, estas pelis mentales espeluznantes no me hacen ninguna gracia.
Me imagino que todos hemos estado bastante tensos estos últimos días, sobre todo los que tenemos hijos pequeños, los que son parte de un grupo de riesgo o los que cuidáis de personas mayores. Otra vez se repite la historia que tanto habíamos deseado que no se volviera a repetir. Sin embargo, tengo un destello de positivismo del que hablarte también.
Te decía que algo deberíamos haber aprendido, y creo que algunos lo hemos hecho. Personalmente te puedo decir que es verdad, he caído en esa espiral de ansiedad por la incertidumbre del qué pasará. Pero también es cierto que esta vez primero me lo he dejado sentir y luego he pasado a observar ese mar bravío de emociones. Sin caer presa del pánico imaginando el peor de los casos, he pausado en lo alto de la ola para comprender que todo pasa, que nada es permanente, que puedo adaptarme a las situaciones, que tengo todo lo que necesito, que vienen más lecciones, que me siento agradecida por las lecciones de la vida... Subo la ola, la bajo, la vuelvo a subir. Sigo respirando.
Lo que me gustaría montarme en un avión, plantarme en Hawaii y hacer una clase de surf como en aquel viaje que aún me parece sacado de un sueño imposible. Pero resulta que aquí ya hay olas que navegar. Ahora lo importante es equiparse bien: yoga, meditación y todo aquello que nos hace conectar con esa parte superior de nuestro ser. Espero que te animes a subir las olas conmigo desde la distancia, con valor y amor, sólo amor, por ti y todos los seres de este mundo.
Y como siempre, ¡cuídate mucho!
Con cariño, Anavi
