Hola mis queridos suscriptores,
En mi teléfono tengo guardadas muchísimas frases que me mueven de alguna manera cada vez que las leo y releo, pero ahora me doy cuenta que las estuve guardando para compartirlas con ustedes. Casi todas las frases son muy conocidas, pero pocas veces nos damos la oportunidad para analizarlas un poquito más a profundidad, y creo que este puede ser un bonito espacio para hacerlo.
Ya deben haber leído la frase de hoy, que está arriba como título y también en la foto. ¿A dónde me lleva a mí esta frase? Primero, a darme cuenta que tendemos a anular la sensación de satisfacción que nos dan nuestros logros -grandes o pequeños- por que aunque lo hayamos deseado mucho y hayamos trabajado mucho por ellos, apenas se hacen realidad aparece un nuevo objeto del deseo que se lleva nuestra ilusión y nuestras expectativas. ¿Está mal querer más? No. Lo que está mal es vivir en perpetua insatisfacción, ninguneando lo que ya tenemos -y suponía una gran fuente de felicidad- para poner el ojo en otra meta que conseguir.
Y es que creo que el fondo del asunto es poner nuestros ideales afuera: cuando mi hijo se gradúe, cuando me asciendan, cuando ella me mire, cuando cambie de carro, cuando me mude cerca al trabajo, cuando venda la casa, cuando termine de pagar el préstamo, cuando, cuando, cuando... nada de eso depende única y exclusivamente de nosotros. ¿Tenemos que dejar nuestra felicidad en manos de otros? ¿En manos de Dios? ¿En manos del destino? Creo que no, creo que la felicidad depende -salvo circunstancias extremas evidentemente- de nuestra actitud.
Yo les pregunto: ¿Qué actitud van a tener hoy hacia la vida que están viviendo? ¿Cómo van a enfrentar este día? Pongan a todo volumen esa canción que los hace vibrar, esa que les saca lágrimas en los ojos de la emoción. Y propónganse, aunque sea sólo por hoy disfrutar de esas pequeñas satisfacciones del día a día.
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