Seguro que no conoces ni habías oído hablar de esta palabra alemana que no existe en español: schadenfreude. Está compuesta por la unión de schaden, que significa daño o desgracia, y freude, que significa alegría. O sea, que es alegrarse de la desgracia ajena. En español la palabra más parecida sería regodearse, definida por la RAE como “complacerse maliciosamente con un percance, apuro, etc., que le ocurre a otra persona.”
La he conocido en el libro del que ya os he hablado: “Universo de Emociones”, de Rafael Bisquerra. Comenta el dilema que supone incluir en la Galaxia de la Alegría una alegría que se debe a una idea maliciosa. Imaginad el caso extremo de alguien que se alegra por la muerte de otra persona.
Es otro ejemplo de como la emociones no se pueden clasificar en positivas y negativas. En este caso no se la podría etiquetar como positiva, por mucha “alegría” que fuese. Además, incluso puede que ni siquiera fuésemos nosotros los causantes de esa desgracia, sino que simplemente nos alegramos al enterarnos de lo que alguien le ha hecho a otra persona.
Suele ser una emoción oculta, porque nos cuidamos muy mucho de no exteriorizarla para no ser mal vistos. A veces no es por grandes desgracias, sino por cosas muy leves. Y puede ser acompañada por un sentimiento de odio hacia la persona que ha sufrido el mal. Dejar claro que esta emoción a quien hace daño en realidad es a nosotros mismos. Es como si nos autoinoculásemos algún veneno.
El antídoto sería mejorar nuestra empatía hacia los demás, sea quien sea, viéndolo todo desde la perspectiva del amor, el perdón y la gratitud. .
Y tú ¿cuántas veces has sido schadenfreude en este año que está a punto de acabar?