Newsletter o ejercicios de la memoria

En la última entrega de su newsletter, De este lado, Malinalli García dice lo siguiente: 

 

"Pero para ser honesta, la razón por la que estudié Periodismo fue para encontrar un remedio casero, natural y duradero para curar una tremenda timidez que sentía que devoraba mi voz y mis pensamientos"
 

Dice mi mamá que de niña empecé a hablar muy rápido y que pronunciaba todo clarito, que hablaba hasta por lo codos, y que de vergüenza no sabía nada. Eso me hace pensar que esta timidez que siempre he sentido mía no nació conmigo, sino que se fue instalando en mis formas cuando la consciencia de ser vista por otros llegó a la niña que fui. A la Paola habladora y desparpajada yo no la recuerdo, no la conocí, con el tiempo se me fue levantando una compuerta en la garganta, y el silencio, cómodo, se quedó ahí. La niña habladora se perdió en alguna parte del camino y quedó esta mujer callada y más bien seria que nunca sonríe en las fotos. ¿Por qué? Eso es algo que he estado investigando últimamente en mí, por qué el silencio, por qué el temblor, por qué el miedo a estar expuesta. Ser tímido es como vivir jugando siempre a las escondidas, buscando el rincón, el huequito, la silla de atrás, donde uno se siente seguro porque nadie lo ve, donde uno espera a que alguien lo encuentre y se acurruque al lado. 

 

Como Mali, creo que aprendí a escribir porque no sé hablar. La voz es una materia escurridiza que se me escapa y se me quiebra siempre que de comunicar cosas importantes se trata. De niña, pero ya un poco más grande, recuerdo que cuando peleaba por cualquier cosa con mis padres, cuando creía que no me entendían, les escribía unas cartas larguísimas en hojas cuadriculadas, sólo así comunicaba lo que tenía por dentro, me liberaba de eso. Y cuando se trata de los días especiales, puedo escribir mensajes largos y llenos de verdades a las personas que quiero, pero si hay que hacer una llamada, de viva voz no me sale nada más expresivo que un escueto "feliz cumpleaños" (dicho eso sí, con esfuerzo, en un tono medianamente festivo). Empecé a escribir un diario a los 13 años, poemas como a los 16, y hay siempre un cuadernito de notas en mi mesa de noche (en caso de insomnio) y otro que cargo infaltable en el bolso para los casos de emergencia, como el asmático que carga su inhalador.

 

Pero los que me conocen pensarán ¿y cómo alguien tímido y callado se convierte en profesor? Pues bien, contestando con un dicho de mi madre: "sabrá mandrake", es decir, no tengo idea. Creo que, como dijo mi hermano un día (somos tres profesores en la familia), nosotros tenemos un desorden de múltiple personalidad, somos uno en el mundo de afuera y otro en el salón de clases, ahí ¡hasta chistes me atrevo a contar!

 

Ahora que lo pienso, tal vez las dos cosas a las que me dedico ahora son la venganza de esa niña habladora que dejé perder con el tiempo, su manera de decirme que sigue ahí, escondida en algún rincón de mí, hablándome por dentro sin que yo la note. Tal vez fue ella la que escogió ser profesora para obligarme a hablar a diario frente a 50 o 60 muchachos, y decirles cosas que me importan, y hacerlos reír o conmover con ellas. Tal vez es esa niña, a quien dejé sin voz, la que ahora me tiene grabando con un micrófono, la que se la pasa dejando este sonido que me sale de la boca en unos archivos de audio que cuentan historias, la que ha puesto mi voz a sonar por el mundo y quién sabe para cuántos oídos. 

 

Seguro fue esa niña la que se inventó RecordArte. 

 

PD: sigan la Newsletter de Mali, es muy bonita: De este lado

 

Paola Cadena Pardo

Productora y fundadora

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