¡Hola querida familia virtual! Casi me entra un poco de vértigo al pensar que ya estamos en el último mes del año. Lo que significa que esta es la novena newsletter desde que empecé a escribiros en marzo (!!!) Ahora que lo pienso, la pausa in promptu de agosto estuvo muy pero que muy bien pensada. Gracias a que ese mes decidí que lo más importante era desconectar, la newsletter de este mes y el final del año coinciden con lo que sería el culmen de un embarazo. Ya sabéis que me encanta la simbología. Creo que el 2021 no puede sino venir cargado de magia :-)
Yo - y como me imagino todos los mortales - estoy deseando pasar página y que este año hiper raro sea cosa del pasado. En esta newsletter no os quiero hacer un relato de lo que ha sido el 2020. De hecho, quiero hacer más bien lo contrario.
Para que la newsletter de diciembre sea el perfecto colofón al 2020 - el año de la pandemia, de las mascarillas, de quedarte en casa y perderte celebraciones - esta última newsletter del año viene a ser una oda a la slow life y a la imperiosa necesidad que todos tenemos de frenar y recalibrar.
A base de confinamientos, este año se propuso el reto de reducir al máximo la amplitud de nuestras vidas. A simple vista. Si te retiras un poco de tu experiencia personal, verás que esta contracción ha ocurrido en lo externo. Tuvimos que decir adiós a nuestro estilo de vida y crear uno nuevo, en el que nos relacionamos con los demás y nos movemos de forma muy restringida.
Pero si te fijas en el ámbito de lo interno, ha ocurrido exactamente lo contrario. El confinamiento nos obligó a pasar tiempo con nosotrxs mismxs. Este es un paso esencial para recalibrar desbarajustes que podían estar presentes en nuestra vida. Quizá habíamos estado ignorando o minimizando la importancia de algo que era relevante para nosotrxs. O puede que fuera exactamente todo lo contrario. Esta experiencia ha sentado la base de una nueva forma de priorizar las cosas.
Sé que muchxs de nosotrxs hemos saltado a nuevas aventuras personales. Proyectos para los que antes nunca había tiempo. Doy fe que este año ha despertado muchas ilusiones entre la gente que conozco. Desde los que habéis decidido hacer cambios radicales, a los que habéis iniciado nuevas pasiones o retomado algunas olvidadas. ¿No te parece curioso que haya tenido que venir un virus para empujarnos a hacer un huequecito para esas cosas?
Piénsalo, tú eres el arquitecto de tu vida. Tú decides con qué llenas tu tiempo, tu mente, tu cuerpo, tu vida... Ha sido cuando nos hemos visto privados de nuestra libertad, que hemos pegado ese pequeño salto. ¿Qué nos detenía antes?
Recuerdo un artículo que leí hace bastante tiempo, en el que el autor cuestionaba cómo era posible que el protagonista de la serie Mad Men pudiera tener tanto éxito profesional, si pasaba más tiempo inmerso en sus excesos que realmente trabajando. Y resulta que Don Draper, con su constante vaso de whisky y cigarillo en la mano, tenía una bastante corta lista de cosas por hacer. Se tumbaba en el sofá de su oficina y dejaba pasar el tiempo en una nebulosa de humo y alcohol. Colocando sus ideas. Dejando que las piezas cayeran en su lugar. Una a una.
No te equivoques, esto no es una incitación a que te conviertas a una vida de vicios y dejes un rastro de caos y corazones rotos por donde pases. Lo que sí quiero es que hagas un pequeño ejercicio mental y determines en qué partes de tu vida podrías aprender un poco de nuestro infame amigo Don.
Quizá no seas de los que hacen listas de cosas por hacer en papel donde vayas marcando poco a poco las tareas completadas. Pero diría que todos lo hacemos mentalmente. Yo he pecado de marcarme listas kilométricas de pequeños proyectos. Cosas que quiero aprender, libros que leer, cursos a los que asistir, podcasts que escuchar, otro libro que leer, otra conferencia que visitar...
Me doy cuenta que es parte de mi naturaleza empezar muchas cosas y terminar pocas. Sé cuál es mi objetivo final, pero también sé que me pierdo por el camino. Pruebo una cosa, luego otra. Mi visión sigue fijada firmemente en el horizonte, pero siento a veces que voy a trompicones en mi viaje hacia ese destino. Y estoy descubriendo ahora, que no tiene por qué ser así.
¿Crees que voy a llegar antes a ese destino si cumplo con todos esos planes? ¿O no se trata más bien de qué voy haciendo por el camino? ¿No crees que aprendería mucho más si, aún manteniendo mi visión en lo alto, supiera nutrirme de los frutos que cada experiencia me puede aportar, antes de pasar al siguiente plato?
Frena. Rompe la lista. Haz una nueva, donde realmente solo haya lugar para las cosas a las que quieres dedicarle tu energía y tiempo felizmente. Sanamente. Este año he aprendido a decir que no a muchas cosas. También a mí misma, cuando mi lado impulsivo me ha querido meter en más de un berenjenal para el que no tengo ganas. Ya soy suficiente. Ya me siento plena con lo que estoy aprendiendo ahora. Conscientemente me digo que no, y a la vez me digo que sí. El sí que me invita a indagar más en aquellos proyectos que algún día empecé y quedaron encallados cuando se cruzaron otras historias por mi camino.
Quiero que mi vida tenga sobremesas pausadas, literal y figuradamente. Quiero engullir las cosas que me gustan y permitirme digerirlas. Quiero saborear la vida y absorber todos los nutrientes que cada experiencia me ofrece.
El secreto puede estar entonces en decir que no. Y si el 2020 se ha empeñado en decirnos que no a prácticamente casi todo, ya va siendo hora de que nosotrxs hagamos lo mismo. NO a creer en algo porque siempre ha sido así. NO a aferrarnos a proyectos que nos hunden en vez de elevarnos. NO a mantener relaciones que no nos aportan. NO a todo aquello que no es para nosotrxs.
Es hora de pisar el freno y recalibrar qué es realmente importante en nuestras vidas. ¿Te paras conmigo?
Y como siempre, ¡cuídate mucho!
Con cariño, Anavi