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Señal de la semana:
Hola She, como estas?
Espero que muy bien!
Quería compartirte mi historia…. (la escribí y ahora me parece que es un poco larga jajaj pero bueno!
Gracias por tus podcasts, por tu libro.
Qué loco como, sin saberlo, personas que no conoces con lo que hacen pueden ayudarte a transitar el caminito de la vida 🤍 gracias gracias gracias!
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La verdad es que escuchando y leyendo las historias que compartís la mía por momentos me parece irrelevante. Personas hablando de perder a su gran amor, al padre de sus hijos.
Y yo me digo a mi misma cuando las escucho: “lo tuyo no es nada al lado de eso”.
Pero por otro lado, el año pasado encontré un post en una cuenta de IG (que no me acuerdo el nombre) donde me sentí muy identificada y esta frase me ayudó a entender mi angustia: “No hay dolor más grande que recibir la muerte cuando estás esperando la vida”.
En el 2018 nos mudamos con mi pareja y mi hija de casi un año a la casa que diseñamos, construimos y pensamos con muchísimo esfuerzo. Era a las afueras, a 40 km de Buenos Aires. Y ahí estábamos los tres, disfrutando de la casa con jardín, del aire libre, de la naturaleza. Ese año empezaron mis cuestionamientos. Empecé a preguntarme cosas. Si mi trabajo me gustaba. Si vivir en esa casa me gustaba. Si habrá algo mejor para mí. Me empecé a sentir rara. Como vacía. Y en esos cuestionamientos que aparecían que quizás no les daba tanto lugar se iban transformando en mirar para afuera. Empecé a compararme mucho. A pensar que siempre mis amigas eran mejores. Entré en un estado de insatisfacción muy grande.
Tenía TODO. Una pareja que amaba, mi hija que llegó súper fácil y rápido. Era súper sana. Yo era mi propia jefa. Tenía trabajo. Familia sana. Vivía en un lugar hermoso. Y aún así, había algo adentro mío que no me dejaba disfrutar. “Tengamos otro hijo”. Como si eso fuera a “llenar” ese vacío. Claramente, ahora con el diario del lunes no estaba en condiciones de recibir una nueva vida estando así.
Y como todo en la vida se me daba fácil, bien, casi perfecto, decidimos con mi pareja buscar otro hijo y llegó. Para cumplir lo que habíamos hecho con mi otra hija esperamos los famosos tres meses antes de contarlo. Lo sabía la familia íntima y nadie más pero después de la TN en la semana 12 y con un diagnóstico de todo más que perfecto empezamos a dar la gran noticia.
El 18 de febrero de 2019, dos semanas después de esa TN perfecta, el corazón de mi bebé dejó de latir. Según entiendo no había nada “medicinalmente” hablando que yo podría haber hecho o dejado de hacer para que eso no suceda. Y ese 18 de febrero marcó en mí, mi nuevo cumpleaños.
En paralelo se abrieron 2 puertas. Una, la puerta del dolor. La otra, la puerta de mi despertar. A lo que vos llamás “despertar a la vida, a un vivir más auténtico, más genuino, más yo”. Es algo que todavía estoy transitando y según entiendo no se acaba nunca. ¿Es agotador? Sí, claro. Porque son preguntas que a veces no tienen respuesta, o me cuesta encontrarlas. Porque es estar MUY consciente de todo. Y a veces tengo la necesidad de que mi cabeza deje de buscar tanto adentro. Pero es muy necesario. Y en definitiva me voy dando cuenta de que es REQUETE por acá.
La puerta de mi despertar o transfromación se abrió al toque. Yo sabía que en ese momento lo que me había pasado tenía un “para qué”. Y me dispuse de lleno a descubrirlo y a recorrer el camino hacia donde me llevaba esa puerta. Casi que todo eso que yo venía sintiendo antes y que no entendía muy bien qué era empezó a cobrar sentido. Todavía sigo transitando el camino que me abrió esta puerta y me entrego a confiar a donde sea que esto me lleve.
La puerta del dolor casi que al día siguiente de ese 18 de febrero la cerré por completo. Tenía una hija, un trabajo, una vida. Y en ese momento tenía que cuidar de mi pequeña que no entendía nada pero que lo entendía todo. Además el afuera sin darse cuenta me “exigía” estar bien y me tiraban frases como:
"Es normal"
"Le pasa a todo el mundo"
"Mejor así y que no haya avanzado con algún problema"
"Re puede pasar! Es re común los primeros 3 meses "
(gracias, pero yo estaba de 3 meses y medio)
"A xxxx le pasó peor, ya llevaba como 7 meses cuando lo perdió, imagínate"
"Igual peor XXX que perdió un montonazo"
"Por suerte ya tenés una, peor los que no tienen ninguno."
2019 trascurrió y yo estaba muy centrada en ese camino de autoconocimiento. 2020 de pandemia me permitió “poner en práctica” todos los aprendizajes que venía teniendo. Soy de las pocas personas que vieron o encontraron lo bueno en la pandemia. Gracias a lo que iba aprendiendo me permití disfrutar más a mi hija, tenía menos trabajo y estaba dedicada a ella y nada de eso me pesó. Al contrario. Me hacía consciente de los momentos con ella y el encierro nos fluyó. Muchas veces cuando yo estaba con ella en el jardín disfrutando de esos momentos veía revolotear mariposas blancas. Me llamaban mucho la atención porque se quedaban dando vueltas alrededor de nosotras, como si nos abrazaran.
Marzo 2020, dos semanas post encierro me encuentro con un test positivo. Estaba embarazada. En noviembre nació Pedro y la vida con dos pequeños en casa se convirtió más activa. Pero poco a poco, en un 2021 donde nuestra nueva vida familiar de a cuatro se iba acomodando, aquella puerta del dolor que mencioné antes se empezó a entreabrir.
Yo pienso que en ese momento se me juntaron dos puerperios. El del hijo que no fue. Y el de Pedro. Muchas veces mi pareja me decía o me preguntaba por qué lloraba. Recién ahí, con Pedro en brazos, empecé a llorar por ese bebé que no fue. Y obviamente el afuera me decía “bueno, pero ahora ya tenés a Pedro” como si él viniera a llenar el agujero que había dejado el bebé anterior. Entonces yo no me permitía dejar salir ese dolor. Quedaba como una desagradecida.
Lo que sí hacía, en un 2021 donde por momentos estábamos libres, por momentos encerrados, era disfrutar a mis hijos al 100 x 100. Y siempre estando afuera, en esos pequeños instantes de mega disfrute y presencia, aparecía la mariposa blanca.
El año pasado llego tu libro a mis manos. Hablabas de tus libélula. Nunca se me había ocurrido buscar el significado de esas mariposas blancas que tanto llamaban mi atención. Hasta que te leí. Hay varios significados según cada cultura, pero el primero que leí fue: “simboliza una persona muerta y amada, son ángeles que te vigilan y protegen. Pueden ser presagio de transformación espiritual”. Es todo lo que me estaba pasando a mí. Como si el alma de ese bebé me estuviera acompañando en mi despertar y a su vez estuviera cuidando mis momentos de presencia y disfrute con mis hijos.
Esa puerta del dolor de abría de manera MUY tímida. O al menos yo, no le daba lugar. Hasta principios de este año. Yo corro, me gusta mucho correr, me hace bien. En febrero me agarró un dolor en la espalda que no me dejaba correr. Gracias si podía caminar un poco. Estaba entrenando para una carrera con lo cual frenar el entrenamiento en ese momento era imposible. Tuve que parar igual. La segunda semana de ese “parate” me agarró una angustia muy grande. No podía dejar de llorar. Yo pensaba que era por no poder entrenar. Tuve una charla con una amiga que practica tethahealing y me dice: “tu cuerpo te está pidiendo parar, hay un dolor que vos nunca le diste su lugar. Tenés que frenar, verlo, reconocerlo, perdonarte” Caí en la cuenta que al día siguiente, era 18 de febrero. No me había dado cuenta hasta que hablé con mi amiga. Se cumplían 3 años.
En ese momento no frené. Estaba la carrera. Y ahora, un nuevo dolor en una rodilla me exige parar nuevamente, basta de correr. Y ahora, sí frené. Me lo permití. Justo mi lesión en la rodilla coincide con el arranque del taller Humanas de @florcarvutto en donde hablamos del fracaso. Me di cuenta que para mí, mi gran fracaso en la vida fue perder mi bebé, pero también fue mi gran aprendizaje. Ahondar en este fracaso me hace llorar, mucho. Me lo estoy permitiendo. Dos años más tarde.
¿Qué hago? Escribo, me hago preguntas. Leo. De repente no hago nada. Medito. De repente no hago nada. La verdad es que no sé esto cuanto va a durar. Si tiene un lapso. Muchas veces me pregunto ¿como se hace un duelo? ¿cómo hago para perdonarme? ¿como hago para soltar lo que ya pasó?
Y trato de abrazar la frase de Brené Brown para darme esperanzas para seguir:
“el fracaso se puede convertir en alimento si estamos dispuestos a ser curiosos, a mostrar nuestra vulnerabilidad, a ser humanos y a practicar levantarnos más fuertes de una caída”.
Me aferro a CONFIAR (palabra que me regaló mi mamá) a que ambas puertas, la del dolor y la del despertar se unan en un único gran camino que lleven a encontrarme con mi esencia. Allá voy :)
Andy