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  • Carlos Eduardo Martins*

La teoría de la dependencia, 20 años después de Ruy Mauro Marini


¿Por qué liberales y fascistas se unieron para imponer barreras a la actividad intelectual de Ruy Mauro Marini y a la divulgación de su obra? ¿Qué consensos el autor desafió? ¿Pasados 20 años de su muerte, cómo evaluar el legado de su obra?

En este mes (julio de 2017) se completan 20 años de la muerte de Ruy Mauro Marini, uno de los principales exponentes del pensamiento crítico y del marxismo latinoamericano. Marini fue uno de los más destacados formuladores de la teoría marxista de la dependencia y dedicó su vida a la lucha teórica y práctica contra el desarrollo de la economía mundial capitalista y las principales formas en que se manifestaba –las estructuras excluyentes del capitalismo periférico y el imperialismo–, viendo en el socialismo la principal forma de enfrentarlos y superarlos.

Breve resumen de la vida y obra de Ruy Mauro Marini

Dirigente de la POLOP (Organización Revolucionaria Marxista – Política Operaria) y del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) chileno, sufrió diversos exilios y ostracismos. Exilios de las dictaduras militares en Brasil, en 1964, y en Chile, en 1973. Invitaciones para retirarse de México en 1968/69 por su influencia intelectual en el movimiento estudiantil durante la represión desatada por Luis Echeverría, en ese entonces Secretario de Gobierno y después Presidente de la República. De regreso a Brasil, a partir de 1982, fue marginalizado del debate académico y político por una intelectualidad emergente que buscó circunscribir la redemocratización al compromiso con el modelo económico legado por el golpe de 1964, a su reorientación para el neoliberalismo y a los límites de la ley de amnistía impuesta por los militares. Su regreso al país fue precedido de una dura crítica a la Dialéctica de la dependencia (su obra más conocida, publicada en los Cadernos Cebrap en 1978) por Fernando Henrique Cardoso y José Serra que, por incapacidad de interpretación o mala fe, manipularon y deformaron libremente su pensamiento, aprovechándose del desconocimiento del público brasileño sobre sus escritos y de la censura que impusieron a su respuesta, divulgada en la Revista Mexicana de Sociología, en polémica abierta. Reintegrado a la Universidad Nacional de Brasilia (UNB) en 1987, tras su expulsión sumaria por la dictadura, en 1992 publicó su primer libro en Brasil, Dependência e integração na América Latina. En 1993, vuelve a México para asumir la dirección del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México (CELA/UNAM), retornando a Brasil, ya enfermo de cáncer linfático, para fallecer en 1997.

¿Pero porque liberales y fascistas se unieron para imponer barreras a su actividad intelectual y a la divulgación de su obra? ¿Qué consensos el autor ha desafiado? Responder a esa cuestión exige hacer un levantamiento al menos superficial de sus contribuciones. Marini dejó una obra instigadora y provocadora que renovó el marxismo, formó diversas generaciones de investigadores y proyectó el pensamiento latinoamericano para los grandes centros, influenciando a la izquierda estadounidense y europea. Lanzó las bases para una economía política de la dependencia al desarrollar los conceptos de superxplotación del trabajo, subimperialismo y patrón de reproducción del capital, y demostrar la compatibilidad del progreso técnico con los esquemas de reproducción de Marx. Analizó la fragilidad de las democracias latinoamericanas formulando conceptos como los de Estado de contrainsurgencia y Estados de 4º poder. Sistematizó y analizó críticamente las principales corrientes del pensamiento social latinoamericano constituidas desde los años de 1920, así como los dilemas del socialismo del siglo XX y del siglo XXI por venir.

Para el autor, el capitalismo es un modo de producción mundial que se articula en formaciones sociales, que aisladamente no representarían más que formas particulares de su lógica global. Tal visión rompe con el enfoque eurocéntrico que postulaba a Europa Occidental y los Estados Unidos como esencia del capitalismo y su expresión de modelo, mientras América Latina y la periferia serian regiones del atraso, marcadas por formas pre capitalistas o insuficientemente capitalistas de organización económica, política y social. El capitalismo se constituyó por medio de una economía mundial que instituye una división internacional del trabajo monopólica, jerarquizada y competitiva, basada en formas distintas y complementares de especialización productiva y gigantescas transferencias de excedente y de plusvalor de las periferias para los centros. La teoría marxista de la dependencia, al echar luz sobre el lugar de América Latina en el sistema mundial capitalista, contribuía para develar su génesis, sus estructuras y dinámicas de evolución. Más que una teoría del capitalismo en la periferia, se constituía en punto de partida para una reinterpretación del capitalismo global y en los centros, mostrando las interconexiones entre las distintas formaciones sociales que articulaba.

La superexplotación del trabajo sería una consecuencia de la forma en que el capitalismo se estructura en las periferias y en América Latina. En ellas ocurren dos tipos de transferencias de valor, fundadas en última instancia en el monopolio tecnológico, aunque no sólo en él: de las economías locales para la economía mundial, y de la pequeña y mediana burguesía para los segmentos monopólicos internos, constituidos por la burguesía nacional que se asocia por medio de la dependencia tecnológica, comercial y financiera, y por el propio capital extranjero. Tales transferencias serían más dinámicas que la propia generación local de plusvalor, reproducirían economías mundiales e internas cada vez más asimétricas, y tendrían como consecuencia la apropiación de parte del valor de la fuerza de trabajo por el capital, como forma de compensación. Esta apropiación se daría con la caída de los precios de la fuerza de trabajo por debajo de su valor y se efectuaría bajo la forma combinada o aislada de reducción salarial, aumento de la intensidad de la jornada de trabajo y aumento de la calificación de la fuerza de trabajo sin pago proporcional al trabajador.

La superexplotación limitaría la expansión del mercado interno, una vez que la reducción del valor de la fuerza de trabajo independientemente de la productividad sería uno de los recursos utilizados en el capitalismo dependiente para bajar costes de producción y compensar las presiones competitivas de los monopolios internacionales e internos. No obstante, eso exigiría, para su efectividad, altos niveles de desempleo y limitaciones al ejercicio de la soberanía popular, comprometiendo parcialmente la capacidad de generación de progreso técnico, una vez que esta depende de la calificación de la fuerza de trabajo. Así, los amplios niveles de desigualdad y pobreza, la fragilidad de nuestros sistemas de educación, ciencia, tecnología y de innovación, la instabilidad democrática y los golpes de Estado, serían parte constitutiva del capitalismo en América Latina y no una excepcionalidad –esta sí referida a los periodos de inclusión y ampliación del mercado interno, de fortalecimiento democrático y de afirmación de la soberanía productiva y popular.

Sin embargo, la integración tecnológica generada por el capital extranjero tendería a chocarse con los límites del mercado interno, llevando, para la realización de mercancías, al énfasis en el consumo suntuario, en las compras estatales y en el desdoblamiento para el mercado externo. Sería creado el espacio para el subimperialismo en los países donde la burguesía alcanzara un diferencial de composición técnica del capital en relación a sus vecinos, teniendo a su alcance mercados regionales, sin ningún competidor externo importante, para los cuales pudiera orientar la producción manufacturera y obtener fuentes de materias primas y recursos estratégicos. El subimperialismo disputaría la primacía con el lineamiento radical a la potencia hegemónica, pudiendo ser o no la alternativa hegemónica de políticas públicas.

En los años 1990, en el contexto de un amplio balance del pensamiento social latinoamericano, que inició en sus Memorias y continuó en la serie Teoría Social Latinoamericana que coordinó en la UNAM, Marini menciona la necesidad de retomar el hilo de la teoría de la dependencia de los años 1970 de modo creador y transcenderla, sea para avanzar en la construcción de una teoría marxista de la dependencia, que depure la teoría de la dependencia de sus adherencias funcionalistas y desarrollistas, sea para avanzar en el análisis de los procesos de reestructuración del capitalismo mundial impulsado por la globalización, con profundos impactos sobre su economía política y el sistema interestatal. En este sentido, en sus últimos trabajos, el autor menciona la necesidad de extender el concepto de superexplotación a los países centrales para analizar las transformaciones provocadas por la globalización en el capitalismo mundial. Según Marini, el dislocamiento del monopolio tecnológico para la ciencia y el aumento de las escalas productivas que orienta la producción para mercados mundiales crean una nueva fuente de plusvalor extraordinario en la combinación entre tecnología de punta y fuerza de trabajo superexplotada, pasando a regular los salarios en los países centrales por los de la periferia.

Pasados 20 años de la muerte de Ruy Mauro Marini, ¿cómo evaluar el legado de su obra?

Marini murió en pleno auge del neoloiberalismo y aunque haya esbozado en México ciertos elementos para la retomada del pensamiento latinoamericano no llegó a presenciar más que el inicio de su nueva ofensiva, que permitió la retomada y desarrollo de su obra por las nuevas generaciones, rompiendo parcialmente con el bloqueo que le fue impuesta, principalmente en Brasil. Al denunciar el carácter superexplotador del capitalismo dependiente, colocaba en jaque las ilusiones del pensamiento desarrollista y el discurso de modernización social del liberalismo brasileño y latinoamericano, mostrando su tendencia a la convergencia con los sectores más conservadores.

Hombre generoso y dedicado, formó generaciones y generaciones de investigadores. Lo conocí, a partir de contacto mediado por Theotonio dos Santos y Vania Bâmbirra, y de él recibí amplio respaldo en mis iniciativas de investigaciones durante la maestría, cuando me orientó en la lectura de El Capital durante un año y medio, en secciones mensuales que duraban de 3 a 4 horas en su casa.

El rompimiento del bloqueo a la obra de Marini surgió de un conjunto de factores que se articularon: la publicación de su obra en internet, en página web de la UNAM, permitió un amplio acceso a la misma; la crisis del neoliberalismo en América Latina despertó el interés de la juventud sobre sus escritos; la reorganización de la capacidad de investigación del pensamiento crítico latinoamericano por medio de organismos como CLACSO, SEPLA e ALAS, que logran salir del control de las agencias nacionales de fomento generalmente direccionadas por el pensamiento conservador y liberal; el trabajo activo de investigaciones de las nuevas generaciones; la penetración de sus ideas en los movimientos sociales; y la publicación de diversos libros sobre su obra, entre los cuales está la pionera colección brasileña publicada en 2009, por Boitempo, América Latina e os desafios da globalização: ensaios dedicados a Ruy Mauro Marini, organizada por Adrián Sotelo Valencia y por mí, y coordinada por Emir Sader y Theotonio dos Santos.

La historia de América Latina en el siglo XXI evidencia la fuerza de las tesis y de la obra de Marini. Entre los principales aspectos que la refuerzan podemos señalar:

  • El abandono de la burguesía latinoamericana de cualquier pretensión industrialista y soberana en favor de la y del modelo exportador centrado en la reprimarización, en las maquilas, en nichos de mercados agroindustriales o direccionados para la generación de partes y componentes de menor intensidad tecnológica;

  • La fuerte resistencia a las experiencias nacional-populares promovidas por la ascensión de las izquierdas y los intentos de desestabilizarlas, así como las reformas sociales y políticas de inclusión social impulsadas por gobiernos de centroizquierda en América del Sur;

  • La restauración conservadora y neoliberal realizada a través de golpes de Estado, como en Brasil, Paraguay y Honduras, o por apretadas victorias electorales, como en Argentina, cuyo objetivo es destruir derechos sociales, reestablecer las elevadas tasas de superexplotación, privatizar el patrimonio público, y aumentar la desigualdad y las tasas de pobreza;

  • El restablecimiento del subimperialismo como variable clave en la política externa brasileña con la pretensión de los gobiernos petistas de impulsar las cadenas productivas industriales brasileñas, sin insertarlas de manera efectiva en marcos institucionales de integración regional cooperativos que las planificaran; y

  • La fuerte ampliación de los niveles de desigualdad y el aumento de los niveles de pobreza en Estados Unidos, a partir de la combinación entre y dislocalización productiva para China y México, o en la Unión Europea, a partir de la introducción del euro y de la combinación en Alemania entre alta tecnología y bajos salarios, oriundos de la absorción de la fuerza de trabajo del Este, para destruir y revertir la lenta convergencia del nivel de renta que se realizaba entre Europa mediterránea o latina y el norte europeo.

En el plano teórico y analítico el enfoque marxista de la dependencia se viene desdoblando de forma creativa en las siguientes direcciones en este siglo:

  • En el camino, marcado por Marini, de inversión de los flujos colonial y eurocéntrico de las ideas que, desde América Latina en los años 1970, con la Teoría de la Dependencia, pasaron a influenciar a los Estados Unidos y Europa Occidental. Tratase, entonces, para seguir en este camino de comprender la teoría marxista de la dependencia como una primera etapa de construcción de una teoría marxista del sistema mundo, que no sólo avanza en la resignificación de las teorías del imperialismo de los años 1920-1920, sino también de los enfoques más recientes de Immanuel Wallerstein, Giovanni Arrighi e Beverly Silver

  • En el análisis de los patrones de reproducción del capital en América Latina, mostrando su vinculación con la financiarización, el neoliberalismo, los ciclos económicos y la revolución científico-tecnifica;

  • En el estudio del concepto de superexplotación del trabajo, su génesis y sus nuevas formas de concreción;

  • En la investigación de nuevas expresiones de subimperialismo en América Latina;

  • En el análisis de los nuevos patrones de reproducción ideológica de la dependencia en nuestra región;

  • En la elaboración del diseño estratégico de los procesos de emancipación de nuestros pueblos de la dependencia, enfatizando su geopolítica regional y mundial, su base de clases, étnica, social, ambiental y sus ejes político-institucionales.

Además de los avances de los últimos años todavía queda mucho por hacer. El desarrollo de la teoría marxista de la dependencia sigue encontrando resistencia en la izquierda centrista, que cada vez más pierde espacio frente a la violenta restauración neoliberal, y en la izquierda pos-moderna, que pretende priorizar las cuestiones identitarias y ambientales, pero en detrimento de las clases sociales, del Estado y de la geopolítica mundial como instrumento de análisis, de poder y de transformación.

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Para profundizar la reflexión, recomendamos la lectura de Padrão de reprodução do capital: contribuições da teoria marxista da dependência, una reinterpretación colectiva de la historia latinoamericana realizada por Jaime Osorio, Marcelo Carcanholo, Mathias Luce, Carla Ferreira y Marisa Amaral, además del propio Ruy Mauro Marini –que forman dos generaciones de vigorosa tradición de la teoría marxista de la dependencia; y de la Revista Margem Esquerda n.17, que empieza con una entrevista de Vânia Bambirra a Carlos Eduardo Martins, además del mencionado América Latina e os desafíos da globalização.

Artículo publicado originalmente en www.blogdaboitempo.com.br

Traducción de Tamara Lajtman

* Carlos Eduardo Martins es doctor en Sociología por la USP, profesor en el Programa de Estudios sobre Economía Política Internacional (UFRJ), coordinador del Laboratorio de Estudios sobre Hegemonía e Contra-Hegemonía (LEHC/UFRJ).

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