Mi abuelo Eduardo, el Casino de la Selva y su amigo actor

Por Ricardo Peltier San Pedro

 

Mis padres pasaron su “Luna de Miel” en el Hotel Casino de la Selva, un centro vacacional recién inaugurado en Cuernavaca, y en el Hotel Papagayo, el lugar de moda en aquél entonces en Acapulco. El viaje a la ciudad de la “eterna primavera” lo hicieron solos en el coche Lincoln 36´que mi padre compró para tal ocasión, pero el viaje a Acapulco no, pues se les “pegaron” Alicia, la hermana menor de mi madre, y Eugenio “El Gato” Tapia, un pretendiente de mi tía, el cual años después alcanzo fama al ganar el campeonato nacional de tenis haciendo dupla con Esteban “El Pajarito” Reyes.

 

Mis abuelos Eduardo San Pedro Salem y Kathleen Bungey Egan empezaron a vacacionar en el Casino de la Selva desde el momento mismo que fue inaugurado en marzo de 1933, en las postrimerías del gobierno de Abelardo L. Rodriguez. En sus inicios funcionaba como casino, esto es, sé podía jugar y apostar, pero al asumir el general Lázaro Cárdenas del Río la presidencia de México en diciembre de 1934, prohibió el juego en todo el país y, por ende, en el Casino de la Selva. El lugar, en consecuencia, dejó de funcionar como tal y se convirtió en un centro vacacional familiar.

 

Fue precisamente en el Casino de la Selva en donde se inspiro el escritor inglés Malcom Lowry para escribir poco antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, el primer borrador de Bajo el volcán, la que sería su gran novela. Esta luego fue llevada al cine en 1984 por el director John Houston con gran éxito, pues obtuvo dos nominaciones a los premios Oscar, al mejor actor principal y a la mejor música. En dicha película actuaron Albert Finney, Jacqueline Bisset y la gran amiga de mi tío Adolfo Girón Landell, Katy Jurado. En 1939 Malcolm Lowry fue deportado del país… ¡No sé sabe porqué!

 

Se dice que el propietario original del Casino de la Selva era el presidente Abelardo L. Rodriguez, el cual por cuestiones políticas se lo vendió a don Manuel Suárez y Suárez, un español nacido en Téifaros, un pequeño pueblo ubicado a tres kilómetros de la Villa de Navia. Al poco tiempo de comprar el Casino, el empresario español adquirió el Hotel Mocambo de Veracruz, y muchos años después, en 1966, construyó sobre los terrenos del Parque de La Lama el Hotel de México, una mole de mas de 50 pisos.

 

Las primeras veces que mis abuelos fueron al Hotel Casino de la Selva a pasar el fin de semana acompañados de sus hijas Catalina y Alicia, ambas aún adolescentes, siempre les ayudaba con el equipaje un Bell boy joven, apuesto, carismático y sobre todo culto —podía recitar en perfecto inglés un soliloquio de Hamlet—, con el cual mi abuelo trabo inmediatamente amistad. Unos meses después el muchacho le comento que ya no iba a trabajar mas en el Casino, pues había decidido probar suerte en la capital del país como… ¡actor! Por lo tanto, mi abuelo Eduardo dejó de verlo por un buen tiempo, hasta que un día al entrar en compañía de su amigo el expresidente de México don Emilio Portes Gil a la cafetería del Hotel Regís se topo casualmente con él. Pero el muchacho ya no era Bell boy, ni guía de turistas, ni cajero, ni mucho menos, era un joven de 22 años de edad que había realizado un papel secundario en la película María Elena, y el cual con el paso de los años alcanzaría fama, no solo nacional sino también internacional, y llegaría a alternar con figuras tan míticas del cine nacional como Dolores del Río y María Felix, y a trabajar con directores de cine de la talla de Emilio “El Indio” Fernández, John Ford, Luis Buñuel, John Houston y Michael Curtiz, me refiero por supuesto a don Pedro Armendáriz.

 

La amistad de mi abuelo con el novel actor se renovó a partir de ese reencuentro y se consolido con el paso de los años. En el álbum de la familia hay una foto en la que aparecen juntos don Pedro Armendáriz y mi abuelo Eduardo. En dicha foto se puede ver al famoso actor con una mano enyesada, y a mi abuelo con una sonrisa de oreja a oreja. La “sonrisa” de mi abuelo se debe a que él fue el “responsable” de la quebradura de la muñeca de la mano derecha del actor, pues un día don Pedro, sabedor de la fuerza descomunal que mi abuelo tenia en las manos (podía doblar una moneda de cobre de veinte centavos con dos dedos de la mano sin chistar), tuvo la desafortunada ocurrencia de retarlo a las vencidas. Mi abuelo desde luego se negó en un principio, pero ante la insistencia de don Pedro, acabo finalmente por aceptar. El resultado fue, como se puede apreciar en la foto… ¡la muñeca rota del famoso actor!

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