A veces puede resultar difícil poder detectar lo que dice la persona con la que estamos hablando si nos encontramos en un ambiente ruidoso. En una calle muy transitada, o en una fiesta con música a volumen elevado y con numerosa cantidad de personas, o bien durante el recreo en la escuela, todos alguna vez nos hemos encontrado con esta dificultad. Pero, cómo es que aún así logramos distinguir las palabras de nuestro interlocutor?
Un estudio reciente parece haber encontrado una posible respuesta. Según los neurocientíficos del equipo de la Dra. Nina Kraus, los ritmos naturales del lenguaje asisten al oyente a detectar las palabras que dice su interlocutor, especialmente en ambientes ruidosos. Más aún, las personas con entrenamiento musical, tienen un mejor desempeño en detectar palabra-en-ruido, según este estudio de la Universidad Northwestern, en EEUU, liderado por Kraus.
Su idea principal es que la sensibilidad a patrones temporales, es decir, la habilidad de detectar variaciones en el ritmo, asiste al oyente en la detección de palabra-en-ruido y que esta habilidad se fortalece con la práctica musical.
El equipo de Kraus realizó un estudio del que participaron tres grupos de jóvenes: un grupo de percusionistas, uno de cantantes y otro de no músicos. En todos ellos se evaluaron las habilidades musicales de discriminación rítmica y melódica, de la detección de palabra-en-ruido y de la memoria de trabajo auditiva.
Los hallazgos de este estudio revelan que una mejor habilidad en la discriminación de ritmos se asocia con una mejor percepción del fraseo, es decir de detectar oración-en-ruido.
Esto sugiere que aquellas personas con sensibilidad a las sutilezas en el ritmo tienen un mejor rendimiento en la comprensión de patrones lingüísticos cuando las condiciones son adversas para la escucha. Los músicos entonces, cuentan con esta ventaja como resultado de la práctica musical sistemática que les permite desarrollar habilidades rítmicas específicas.
Otras investigaciones del equipo de la Dra. Kraus sugieren además que la práctica musical podría llegar a ser un antídoto contra el envejecimiento gracias al efecto protector que tiene el desarrollo de habilidades musicales sobre la audición, la detección de palabra-en-ruido y las funciones cognitivas asociadas.