Está en la página 1de 98

Geografas en dilogo

Debates contemporneos
Tomo II

Geografas en dilogo
Debates contemporneos
Tomo II

Diana Lan
(Compiladora)

Lan, Diana
Geografas en dilogo : debates contemporneos / Diana Lan ; Alicia Lindn ;
Mabel Manzanal ; compilado por Diana Lan. - 1a ed . - Tandil : Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 2016.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-950-658-406-1
1. Geografa. 2. Argentina. 3. Geografa argentina. I. Lindn, Alicia II. Manzanal, Mabel III. Lan, Diana, comp. IV. Ttulo.
CDD 910.82

2016 - UNCPBA
www.unicen.edu.ar
Primera edicin: diciembre de 2016

Centro de Investigaciones Geogrficas CIG


Instituto de Geografa, Historia y Ciencias Sociales IGEHCS
Facultad de Ciencias Humanas
UNCPBA/CONICET
Web: www.cig.fch.unicen.edu.ar

E-mail: cig@fch.unicen.edu.ar
Diseo de tapa, diseo interior y maquetacin
Mara Cecilia Aimaretti
ISBN 978-950-658-406-1

ndice
Razones para reflexionar sobre Geografas en dilogo............................................
Diana Lan

Las geografas culturales de las afectividades encarnadas.......................................


Alicia Lindn

TERRITORIO, DESIGUALDAD Y PODER. Produccin del espacio bajo los procesos


de sojizacin dominantes en el Cono Sur latinoamericano......................................
Mabel Manzanal

25

Cambios recientes en la Argentina Relato o dcada ganada? Un anlisis desde


la Geografa.........................................................................................................
Guillermo A. Velzquez

33

Problemticas ambientales de la provincia del Chaco y su relacin con la salud de


la poblacin........................................................................................................
Liliana Ramrez

45

Urbanizacin argentina e inundaciones de Argentina Desconocimiento de la dinmica natural de llanuras o especulacin ante modelo de apropiacin?...................
Mara Celia Garcia

59

Gran minera, conflictos y resistencia social en la Argentina....................................


Jorge Osvaldo Morina

77

Voces en resistencia a la megaminera. Un anlisis a distintas escalas......................


Ana Mara Fernndez Equiza

87

Geografas en dilogo. Debates contemporneos


Razones para reflexionar sobre Geografas en dilogo
Diana Lan(*)
La compilacin de debates contemporneos en Geografas en dilogo, pretende visibilizar las principales tensiones tericas y
discusiones ms relevantes en la Geografa
actual, en diferentes abordajes temticos.
El espacio cobra cada vez ms significado dentro de la teora social, segn Foucault, existe una revalorizacin del espacio
como variable de primer orden en la estructuracin de la sociedad.
Entonces nos preguntamos qu se ha dicho
y qu se dice en Geografa, sobre el espacio?
El discurso de la Geografa como ciencia espacial con enfoque positivista, ya no
es hegemnico, la unidad de la Geografa
queda cuestionada por la aparicin de diversas corrientes epistemolgicas.
Pero entendemos que no se debe fragmentar la disciplina, de ah la idea de sostener a las geografas en dilogo, donde
la pluraridad de enfoques enriquece la resolucin de los problemas actuales.
A lo largo de la institucionalizacin de la
Geografa, se pusieron en escena distintos
discursos sobre el espacio, que intentaron
darle un marco terico consistente sobre
la naturaleza del espacio. Aunque se est
lejos de la unanimidad en la materia o de
un particular dominio paradigmtico, tampoco se busca eso, sino por el contrario, la
confrontacin terica es la norma.
La Geografa ha hecho un giro epistemolgico considerable, y pas de las explicaciones fundamentadas en la lgica de las
Ciencias Naturales a preferir las interpretaciones guiadas por la lgica de las Cien-

cias Sociales. Tampoco se puede correr el


riesgo de ser colonizados discursivamente
por quienes, desconociendo a la Geografa, ahora se erigen como los iluminados
pensadores del espacio.
Pensar y teorizar sobre el espacio es para
los gegrafos su segunda oportunidad, ahora que el espacio es importante para la teora
social. Pero dicha tarea no puede interpretarse como que la Geografa reclame para s el
ser la ciencia del espacio, o que internamente sea posible desarrollar un discurso coherente, propio y exclusivo de una determinada tendencia. El espacio, en los tiempos que
corren, es demasiado importante como para
dejrselo slo a los gegrafos. La reflexin
disciplinaria ha de continuar, sin duda, pero
con el objetivo ms amplio de contribuir a la
construccin de una teora social que supere
la fragmentacin de las Ciencias Sociales y
que nos acerque ms a la comprensin del
mundo. La realidad social es una totalidad
compleja y no puede ser abordada con teoras simples y simplificadoras.
De esta circunstancia se han desarrollado
siete captulos, para hacer un paneo general
de diferentes campos temticas con diferentes marcos toricos que complejizan la realidad, desde diferentes avances de lneas de
investigacin que surgieron de las conferencias y mesas redondas de jornadas de investigacin en geografa, del presente ao.
El primer captulo, retoma el debate
de la subjetividad, dentro del marco de la
postmodernidad, proponiendo Las geografas culturales de las afectividades en-

(*)

Centro de Investigaciones Geogrficas (CIG). Instituto de Geografa, Historia y Ciencias Sociales (IGEHCS). Facultad de
Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires/CONICET, dlan@fch.unicen.edu.ar

Diana Lan

carnadas, a cargo de la Dra. Alicia Lindn.


El segundo debate se enmarca dentro de
la trada Territorio, desigualdad y poder.
Produccin del espacio bajo los procesos
de sojizacin dominantes en el Cono Sur latinoamericano, de la Dra. Mabel Manzanal.
El tercer debate propuesto es de autora
del Dr Guillermo A. Velzquez, y tiene que ver
con el cambio de modelo econmico que se
da a partir de 2016, titulado: Cambios recientes en la Argentina Relato o dcada
ganada? Un anlisis desde la Geografa.
El cuarto captulo, retoma el tema de la
salud dentro de los contextos regionales de
nuestro pas, enmarcado en Problemticas ambientales de la provincia del Chaco
y su relacin con la salud de la poblacin,
de la Dra. Liliana Ramrez.
El quinto captulo toma las cuestiones
ambientales tratando de responder al desafo siguiente: Urbanizacin argentina
e inundaciones de Argentina Desconoci-

miento de la dinmica natural de llanuras


o especulacin ante modelo de apropiacin?, de la Dra Mara Celia Garcia.
El sexto trabajo se centra en: Gran minera, conflictos y resistencia social en la
Argentina, del Lic. Jorge Osvaldo Morina.
Por ltimo, el sptimo captulo incorpora las problemticas que asumen los
movimientos sociales en defensa del territorio, de esta manera se desarrolla la
siguiente contribucin: Voces en resistencia a la megaminera. Un anlisis a
distintas escalas, de la Dra. Ana Mara
Fernndez Equiza.
En sntesis, luego de las diferentes propuestas, los problemas complejos se deben abordar con soluciones complejas. La
Geografa siempre ha tenido una vocacin
de ciencia compleja, y esta condicin, en el
momento actual, la hace ms interesante y
posiblemente ms til, por eso apostamos
a Geografas en dilogo.

Las geografas culturales de las afectividades encarnadas


Alicia Lindn(*)

La consigna convocante de esta obra


geogrfica se halla en la palabra dilogo.
Dilogo refiere a una pltica entre dos o
ms voces que expresan ideas y afectos[1]
diversos. En un dilogo se pueden confrontar voces diferentes, y tambin es posible
construir puentes entre ellas. En este libro,
las diversas voces corresponden a las aproximaciones espaciales que actualmente coexisten y que vienen construyendo el quehacer geogrfico en diversas sendas: por ello,
Geografas en Dilogo[2]. Como en tantos
otros aspectos de la actual vida social, en el
mundo de la Geografa la diversidad se ha
impuesto y hemos terminado por construir
muchas otras Geografas. La diversidad,
en s misma, siempre implica riqueza por el
alejamiento de los planteamientos monolticos. De hecho, en trminos del conocimien[1] Afectos en el sentido de afectar o influir en el otro.
[2] Como una referencia a la pluralidad, cabe observar que en
la ciudad de Mxico existe un grupo alternativo dedicado a promover y difundir el trabajo autoral de fotgrafos residentes en el
suroriente del Distrito Federal y su colindancia con el Estado de
Mxico, rea Metropolitana de la Ciudad de Mxico. Este grupo
se denomina Encontraste Colectivo, fue fundado en septiembre de
2008 y una de sus muestras fotogrficas, itinerante, con las que
difunden su trabajo se denomina Geografas en Dialogo. URL: http://
www.encontrastecolectivo.com/quienes_somos.html, consultado
el 01 de septiembre de 2016. En ese caso la expresin Geografas adquiere uno de los sentidos que frecuentemente se le otorga a la palabra, casi sinnimo de territorio. La expresin dilogo
toma un sentido muy prximo al de esta obra. En conjunto ambas
palabras se orientan a mostrar los diversos territorios, muchos de
ellos son los que en otros contextos hemos denominado paisajes
invisibles, aquellos lugares que tienen una localizacin concreta,
pero que aun as se tornan invisibles para muchos habitantes. Si
bien, en el contexto de esta obra la palabra Geografas se orienta
ms a las formas de practicar nuestra disciplina, en ltima instancia esa diversidad de formas de concebir nuestro quehacer y
ponerlo en prctica, en parte se relaciona con el reconocimiento
y la visibilizacin de esos territorios diversos, que muchas veces
no se ven, aunque no estn ocultos en estricto sentido y que, por
ejemplo, el trabajo fotogrfico citado busca visibilizar.

(*)

to cientfico, la diversidad se suele nombrar


como especializacin, aunque en estricto sentido no son sinnimos. As es que la
diversidad est muy emparentada con la
profundizacin. En la vida social en sentido amplio, la diversidad actual es tal, que
las sociedades contemporneas han tenido
que hacer constantes llamados a la tolerancia, porque su ausencia se manifiesta como
violencia frente a lo diferente, a lo diverso.
En el mundo del conocimiento cientfico, la
intolerancia (si cabe la expresin), ha sido
resemantizada a travs de la especializacin, con la consecuente fragmentacin de
mundos cientficos y de los saberes especializados. En otras palabras, la diversidad de
voces dentro de la Geografa puede conducir al dilogo, con la riqueza y complejidad
que ello implica, pero tambin lleva consigo
el riesgo de la fragmentacin y el desarrollo de aproximaciones desvinculadas entre
s. El techo de la expresin Dilogo nos
desafa a acercarnos a la riqueza y la complejidad, y alejarnos de la fragmentacin.
Una posible forma de pensar y revisitar
esta diversidad que impregna el actual quehacer geogrfico, es hacerlo desde la cultura. Slo es un ngulo entre muchos otros
posibles para este tipo de revisin, aunque
es uno que ofrece un particular inters con
miras al dilogo, por su transversalidad a la
vida social. Por ese mismo carcter transversal, lo cultural tambin se resiste al encasillamiento en perspectivas fragmentadas, aunque ellas han sido empleadas extensamente.
En este sentido y con miras al actual dilogo en la diversidad, este texto tiene una
inspiracin arqueolgica, en el sentido fou-

Universidad Autnoma Metropolitana, Campus Iztapalapa, Ciudad de Mxico, alicia.lindon@gmail.com


9

Alicia Lindn

caultiano, de realizar excavaciones en el


pensamiento y la construccin de los saberes, pero sin caer en la pregunta por el origen
y en la continuidad temporal. En cambio, se
priorizan discontinuidades en lo cronolgico que pueden tener ensambles desde otros
ngulos (Foucault, 2005 [1969]). Al colocarnos en este lugar, el de la cultura y el territorio, una de las primeras observaciones
ya muy conocida- nos conduce a reiterar
una vez ms, que la cultura ha estado muy
presente en el discurso y el quehacer geogrfico desde la institucionalizacin misma
de la disciplina geogrfica. Ello se relaciona
con el temprano reconocimiento (en el siglo
XIX), de las tcnicas (en su condicin de productos culturales) como la mediacin clave
de la relacin del hombre con el medio (o la
relacin de la sociedad con el espacio, para
expresarlo con un vocabulario ms contemporneo). La cultura en aquella Geografa
quedaba muy apegada a su materialidad;
sin embargo, se le otorgaba un papel muy
fuerte para la configuracin espacial, ya
que era concebida como determinante de
las formas espaciales[3]. En otras palabras,
el espacio era expresin de la cultura. Posiblemente por ello, para esta aproximacin,
una de las tareas centrales del gegrafo era
aprender a leer el paisaje, y as se supona
que era posible descifrar la cultura. Esta
centralidad de la cultura en la Geografa
clsica no es ajena a planteamientos muy
relevantes de la Geografa contempornea,
segn los cuales toda la Geografa Humana
es cultural (Claval, 1999).
Con estas inquietudes como contexto
de sentido, el texto se organiza en torno a
la siguiente estructura argumentativa. En
un primer apartado se repasan de manera muy escueta, solo como un contexto de
las preocupaciones centrales del texto, las
[3] Esto se relaciona con la concepcin de la cultura como realidad superorgnica desarrollada dentro de la Antropologa de la
poca, es decir concebirla como un todo complejo que se contiene a s misma y que est dotada de fuerzas y propsitos propios.

10

transformaciones que en las ltimas tres


dcadas han llevado a la construccin de
un nuevo edificio terico para la disciplina,
y que en trminos amplios se conoce como
los giros de la Geografa, movimientos que
no resultan ajenos al giro espacial de las
otras ciencias sociales. Como parte de estos
giros, el apartado introduce la crtica a las
teoras representacionales. En la segunda
parte se introduce el camino constructivista y el post estructuralista en la disciplina,
con los avances en cuanto a la encarnacin
del conocimiento espacial y la emergencia
de las teoras no representacionales articuladas en torno a la afectividad y la corporeidad. Por ltimo, se esbozan unas lneas
de posible complejizacin de las teoras no
representacionales en dilogo, entradas
constructivistas, como la pulsin biogrfica y la espacialidad que es contada desde
lo vivido, es decir el storytelling

1. Los

giros y la crtica a las teoras


representacionales

Desde los aos setenta del siglo XX, y particularmente a la luz de las miradas neomarxistas y crticas, se comenz a invertir el mencionado punto de vista geogrfico respecto
a lo cultural, para plantear que el territorio
es capaz de modelar las identidades de los
pueblos. El espacio se tornaba ms activo, y
no simple reflejo de la cultura. As, se pona
de manifiesto al territorio como modelador
de la cultura, o bien se abra la posibilidad
de pensar la relacin entre el territorio y la
cultura como una constante coproduccin.
Esta concepcin ha estado particularmente
presente en el pensamiento de Milton Santos (1990). Una variante de esta concepcin
ms compleja entre el territorio y la cultura
se aprecia en ciertas Geografas actuales del
desarrollo local, para las cuales el territorio
genera sinergias entre los actores sociales,
las proximidades fsicas y sociales, las identidades y las capacidades de innovacin
(Klein y Fontan, 2004; Klein, 2006).

Las geografas culturales de las afectividades encarnadas

El advenimiento del giro lingstico al


pensamiento geogrfico, hacia fines del
siglo XX[4], tambin trastoc las certezas
acerca del papel que puede adquirir la dimensin cultural en la relacin espacio/
sociedad y de alguna forma se generaba
as una circunstancia tipo torbellino, de
rupturas diversas y bsquedas de nuevos
rumbos. A partir de esa circunstancia, los
gegrafos le comienzan a otorgar centralidad al lenguaje: lo cultural empezar a ser
retomado por el tamiz de lo lingstico. Tal
como expresara el filsofo Dardo Scavino
(1999), [con el giro lingstico], el lenguaje deja de ser aquello que est entre el yo
y la realidad, para pasar a ser aquello que
construye tanto el yo como la realidad.
El giro lingstico nacido en la dcada de
los sesenta en la Filosofa contempornea
de la mano de autores como Richard Rorty
(1998 [1967]), John Austin (1990 [1962]) y
John Searle (1994 [1969]), permiti de esta
forma, cuestionar y superar el pensamiento representacional en sentido amplio, que
conceba de manera ms o menos directa
y simple, la relacin entre la conciencia y el
mundo exterior que es objeto de esa conciencia. John Austin (1990 [1962]) mostr
que los enunciados expresados por las personas no slo describen los estados de las
cosas, sino que tambin hacen el mundo.
En pocas palabras, este giro de la Filosofa
contempornea puso en evidencia la relevancia que adquiere el lenguaje en esa relacin entre la conciencia y el mundo exterior.
Y si consideramos que ese mundo exterior
en buena medida constituye el entorno, el
medio o el espacio de vida de las personas,
y que la cultura es parte de ese mundo exterior, que deviene en mundo interior y que
tambin procede de mundos interiores, es
posible afirmar que el giro lingstico vino
a mover las certezas previamente asumi[4] Si bien el giro lingstico tiene sus inicios en la Filosofa de los
aos sesenta del siglo XX, su llegada a la Geografa tiene una demora mucho mayor que la observada en otras ciencias sociales.

das respecto a la relacin entre lo cultural


y el territorio como una relacin de tipo
representacional. En el reverso de lo anterior, tambin se deben considerar las fuertes resistencias de la Geografa por el sesgo
materialista que ha dominado largamente
en el pensamiento geogrfico. Al respecto,
siempre sigue siendo ilustrativa la conocida
frase de Claude Raffestin: la Geografa es
vctima de su evidencia (Raffestin, 1986).
Por ello, aquella Geografa con nfasis materialista que inclua la cultura, lo haca
reducindola a sus expresiones tcnicas y
adems, la relacin territorio/cultura se
planteaba en trminos representacionales,
es decir una doble reduccin.
Estos giros y replanteamientos han abierto la posibilidad de reflexionar y cuestionar
el carcter representacional del pensamiento geogrfico, que si bien no es exclusivo
de la Geografa, en esta disciplina ha sido
particularmente intenso por la ancestral
relacin entre la Geografa y la cartografa,
que parti del supuesto siempre naturalizado- del mapa como representacin del
territorio, con el solo ajuste de la escala y
la proyeccin. Si bien estas dos cuestiones
tcnicas han sido muy discutidas (la escala y la proyeccin), una vez que el mapa se
elabora se hace autnomo: parecera que
el mapa no solo presenta el territorio (porque no se lo puede presentar en un formato
pequeo por su tamao), sino que el mapa
adquiere vida propia y se asume la fantasa
de verlo como realidad indiscutible[5].
Este presupuesto representacional del
mapa, que ha permanecido incuestionado
[5] Quizs a la Geografa le ha quedado como asignatura pendiente revisar el mapa desde la fecunda idea simmeliana de la tragedia de la cultura. As, nos atrevemos a proponer la tragedia del
mapa, es decir, la separacin entre el mapa y quien lo elabora
de acuerdo a pautas y criterios metodolgicos y sobre todo, tcnicos. Una vez consumada esa separacin, el mapa adquiere vida
propia, se independiza de los criterios que permitieron su hechura
de cierta manera, y lo ms trgico, circula ampliamente como si
fuera el territorio mismo, pero esa circulacin no se limita a los
mundos especializados dentro de los cuales fue producido, sino
que por su formato convivial y por su penetracin en el mbito de
la enseanza, suele circular en el conocimiento de sentido comn.

11

Alicia Lindn

por mucho tiempo, se articul con la fantasa segn la cual ese carcter representacional del mapa se poda sostener con la sola
condicin del rigor tcnico en la elaboracin
del mapa. Los avances tecnolgicos que en
este campo se han dado en las ltimas dos
dcadas del siglo XX y lo que se lleva del XXI,
han permitido que la elaboracin de los
mapas se robusteciera notablemente, y con
ello, indirectamente tambin se fortaleci el
carcter representacional de la disciplina.
Detrs de esta concepcin representacional, se fueron configurando perspectivas
asumidas como indiscutibles, que en estricto sentido deban haber sido muy discutidas, como es el caso de la mirada area del
espacio, o icariana segn la metfora empleada por Paul Claval. La concepcin area del espacio tiene derivaciones de gran
trascendencia, como por ejemplo, el desdibujamiento analtico de la experiencia espacial de los sujetos-habitantes. En otras
ocasiones ya hemos planteado esta circunstancia (Lindn, 2012), aunque todo indica
que la disciplina ha prestado poca atencin
a las implicaciones de esto, particularmente en cuanto a las limitaciones que se generan en la comprensin de la dimensin
espacial de lo social. Posiblemente, uno de
los mayores hitos del pensamiento geogrfico contemporneo en cuanto a advertir lo
insuficiente de la mirada area del espacio,
haya que ubicarlo en la obra de Torsten
Hagerstrand, cuando luego de haber utilizado extensamente la mirada area, sobre
todo en el contexto de su teora de la difusin espacial- ensaya formas alternativas
a las de base cartogrfica, para graficar el
espacio desde la perspectiva del sujeto habitante en su vida cotidiana, y llega as a
su conocida propuesta de los dioramas o
prismas espacio-temporales (Hagerstrand,
1982). Desafortunadamente, este desarrollo de la escuela de Lund se ha difundido
extensamente, pero se lo ha hecho en trminos tcnicos, sin la reflexin que amerita12

ba en cuanto a las limitaciones que puso en


evidencia respecto a las clsicas representaciones de base cartogrfica.
Ms all de lo representacional por
la va del mapa, la Geografa tambin ha
compartido los sesgos representacionales
de las otras ciencias sociales, aunque en
muchas de ellas la nocin de representacin ha sido revisada crticamente desde
hace tiempo. Sin embargo, en la Geografa, ha permanecido ms o menos intacta y
la disciplina se ha manifestado considerablemente refractaria a afrontar de lleno esa
revisin e incluso su deconstruccin, que
ciertas voces geogrficas han tratado pero
que todava distan de ser integradas en el
quehacer profesional de la disciplina.
Estos otros sesgos representacionales,
compartidos con las otras ciencias sociales, se pueden sintetizar en dos ngulos:
por un lado, la condicin de representacin o espejo de los conceptos especializados respecto al fenmeno al que se
refieren. Y por otro, ese mismo carcter especular entre los vocablos coloquiales con
los que se nombran los fenmenos relevantes para la disciplina y el fenmeno mismo.
Posiblemente, el ejemplo ms evidente de
ello se halla nada menos en el vocablo espacio, que constituye el concepto clave de
la disciplina y al mismo tiempo se toma
casi como sinnimo de la nocin de espacio, propia del lenguaje coloquial. Y por ese
carcter representacional, se lo hace idntico a la superficie terrestre, al territorio o a
los lugares como materialidades evidentes.
Ese supuesto representacional ha anclado
en la disciplina constantes y repetidas falacias. Bernat Llad plantea este problema
de manera elocuente:
Para la mayora de gegrafos, el mundo es un
libro sin autor que se puede leer directamente; por eso las lecturas que acompaan a este
proceso son siempre auxiliares, instrumentales, sin que se produzca un lazo afectivo con
el texto ni tampoco con su autor (2013, p. 7).

Las geografas culturales de las afectividades encarnadas

El problema que dibuja Llad, la negacin que el gegrafo hace de los autores a
travs de los cuales interpreta los lugares,
no es ajena al carcter representacional de
los conceptos, perspectivas, teoras de esos
otros autores que utiliza. Se niega indirectamente a los otros autores, porque se parte de la certeza representacional: la lectura
del lugar es lo mismo que el lugar. Dicho de
otra forma, se niega el cristal con el cual se
analiza el lugar, que es precisamente el que
se reconstruye sobre elementos ya planteados anteriormente por otros autores.
Adicionalmente, la perspectiva representacional ha adquirido ms fuerza en la
disciplina de la mano de las Geografas humanistas, de la percepcin y la cognicin
(bastante distantes de la cartografa y sus
herencias), por el hecho de que en el mundo
francfono han sido nombradas (casi sin
discusin, o como una manera de facilitar
su aceptacin), como Geografas de las Representaciones. Sin duda alguna, all la nocin de representacin no se relaciona con
la cartografa, sino ms bien con la teora de
las representaciones sociales, es decir con
todo lo relativo a la relacin entre el mundo
interior y el mundo exterior de los sujetos.
En esencia, estas Geografas de las Representaciones no siempre han sido de carcter
representacional, pero aceptaron la etiqueta, lo que muestra lastres y herencias.
Posiblemente, por ese peso tan fuerte
de lo representacional en Geografa que
enlaza directamente con los orgenes y con
todo el desarrollo de la disciplina inseparable de la cartografa-, es que la crtica y
deconstruccin del concepto de representacin ha demorado mucho ms que en
todas las otras ciencias sociales.
La crtica a lo representacional en la disciplina se fue desarrollando en el contexto
de las Geografas Posmodernas. En esta
perspectiva Giuseppe Dematteis (1985) fue
uno de los pioneros en plantear la crisis de
las representaciones en la Geografa. David

Ley y James Duncan hacen lo propio en su


obra de 1993, Place/Culture/Representation.
Franco Farinelli y Gunnar Olsson han tratado reiteradamente el problema bajo la
expresin de la razn cartogrfica (Farinelli, Olsson y Reichert, 1994; Farinelli,
1998; Olsson, 1998). Por ejemplo, Farinelli (1998) muestra que fue Anaximandro,
quien en el siglo VI a.C. se atrevi a representar por primera vez la Tierra con vista
a vuelo de pjaro, y ello constituy un escndalo, por dos razones: en aquella poca
se asuma que desde arriba solo los dioses
podan ver la superficie terrestre. Y adems,
porque los griegos conceban la naturaleza
como constante movimiento en el sentido
vitalista, y la representacin area lo invisibiliza[6]. Sin embargo, aquella representacin con la anulacin del movimiento que
le es inherente- estaba anticipando la razn
cartogrfica que muchos siglos despus
terminara por imponerse, legitimando con
ella la mirada area y el estado inmvil del
espacio. Desde una mirada muy anclada
en la perspectiva humanista de la Geografa, Pickles tambin ha realizado otra labor
destacada en la deconstruccin de esta
perspectiva o razn cartogrfica(2004).

[6] Ms all de la Geografa, la razn cartogrfica no ha generado grandes debates en las Ciencias Sociales. En cambio, el problema del movimiento y lo mismo la lgica representacional, han
producido todo tipo de reflexiones, desde las filosficas con tintes metafsicos, a las ms prcticas, ligadas a la metodologa de la
investigacin social. Ms o menos a mitad de camino entre esos
extremos, aunque ms cercano a la metodologas de las ciencias
sociales, se podran ubicar las siguientes palabras de Jess Ibez:
cuando determinamos la posicin, indeterminamos el estado
del movimiento, si determinamos el estado de movimiento, indeterminamos la posicin (Ibez, 1994, p. 5). Estas palabras del
socilogo espaol ponen de manifiesto el problema metodolgico de fondo de las concepciones cientficas de tipo representacional, que en esencia anulan el movimiento en sentido vitalista.

13

Alicia Lindn

2. Las Geografas

constructivistas y

postconstructivistas

En la Geografa, tanto el giro lingstico como tambin una de sus derivaciones,


el giro cultural, no solo pusieron al descubierto algunas limitaciones de los enfoques
geogrficos tradicionales sobre la cultura
como la reduccin de la cultura a su materializacin-, sino que tambin impulsaron
la reflexin de fondo acerca de varios presupuestos de la disciplina. Las formas en que
estas transformaciones fueron aterrizando
en la Geografa, no han sido ni inmediatas, ni homogneas. Ms bien, abrieron un
abanico de transformaciones mltiples y
nuevos caminos para el pensamiento espacial. En otros textos se han abordado con
ms detenimiento los matices que fue adquiriendo todo este abanico de giros en la
Geografa (Lvy, 1994 y 1999; Philo, 1999;
Valentine, 2001; Cook et al, 2000; Lindn
y Hiernaux, 2010). La complejidad y la heterogeneidad de estos giros en la disciplina,
amerita anlisis en s mismos, por lo que en
este texto solo se introducen estos desplazamientos como un contexto clave para revisitar el papel de lo cultural en el quehacer
geogrfico, que no es ajeno a estos giros,
en particular, las Geografas constructivistas y postestructuralistas.
Nos referimos al constructivismo geogrfico como una forma de producir conocimiento geogrfico que articule lo
material y lo no material. Lo material,
concebido sobre todo como fijos, ha sido
dominante en la Geografa, en diferentes
pocas y con distintas herramientas, tanto
tericas como metodolgicas. Por su parte, lo no material resulta insoslayable para
la disciplina, pero siempre ha sido abordado con menos profundidad y detenimiento
que lo material. La articulacin entre ambos trminos es algo ms que la bsqueda
de puntos medios entre la mirada desde
adentro y desde afuera, ni entre la sociedad y el individuo, ni entre lo exocntrico
14

y lo egocntrico. Quizs sera ms adecuado pensar el constructivismo geogrfico


como una forma del betweenness de Entrikin (1991) para comprender el espacio a
partir de la articulacin profunda entre lo
material y lo no material en la experiencia
espacial del sujeto (Di Mo, 1991; Di Mo
y Bulon, 2005; Lindn, 2007[7]).
En este sentido, las Geografas constructivistas[8] asumen algunos planteamientos
de la filosofa y la teora social contemporneas[9] para las cuales al hablar y actuar
en un mundo siempre compartido con
otros, se crea la realidad, porque nuestras
palabras (piezas de un todo socialmente
construido y compartido, como es el lenguaje) dan significados, reconocen ciertos
elementos del mundo externo, al tiempo
que se omiten otros. Por eso, un mismo fenmeno, puede ser nombrado, contarlo[10],
significado y as, construido socialmente de
diferentes formas en funcin de distintos
puntos de vista y de las diversas convergencias espacio-temporales. El constructivismo
geogrfico, al mismo tiempo reconoce que
en el actuar, en el mbito de la accin, de
las prcticas, se crea el significado y emerge
la palabra, y se configura el discurso, que
siempre da forma a lo que acontece. De
esta manera, las Geografas constructivistas han replanteado lo cultural respecto a
[7] Aunque la expresin constructivismo es reciente muchos marcan el hito inicial en 1980-, remite a una problemtica del conocimiento muy antigua, como es la relacin entre el objeto y el
sujeto que conoce. Hay antecedentes en el mundo griego clsico,
en el siglo XVII con Gianbattista Vico, en el siglo XVIII con Inmanuel Kant, a fines del XIX con William James y Friedrich Nietzsche, en la primera mitad del XX con Jos Ortega y Gasset y Alfred
Schtz, por nombrar solo algunas figuras prominentes.
[8] Una discusin que consideramos no es central en nuestro
trabajo, es si lo correcto es la expresin constructivistas o
construccionistas. A nuestro entender esa distincin es formal,
y se relaciona con problemas y dificultades resultantes de la traduccin de vocablos que inicialmente proceden del ingls.
[9] Estas ideas proceden de autores como Schutz (1974a;
1974b), Berger y Luckmann (1968), Bruner (1984; 1986), Gergen (1991), Varela (2006), entre otros.
[10] Utilizamos la nocin de contar, ya sea alguna historia,
evento o acontecimiento, o incluso una forma espacial, como
una referencia a la narracin espacial.

Las geografas culturales de las afectividades encarnadas

las clsicas concepciones de la cultura, para


integrarla en la experiencia espacial de los
sujetos que incluye la discursividad.
Uno de los aspectos ms reconocidos del
constructivismo geogrfico, que surge en la
convergencia del giro cultural y el giro espacial de las otras ciencias sociales, es que
ampli la dimensin espacial de lo social.
Metafricamente se puede comprender
este proceso como la expansin de las fronteras del anlisis geogrfico a partir de los
enfoques que hicieron visibles espacialidades que anteriormente no tenan relevancia
frente a la mirada geogrfica, aunque muchas de esas espacialidades eran parte del
mundo y la vida social. As, se tornaron visibles y relevantes los espacios domsticos, se
comenzaron a reconocer espacios sonoros,
espacios de la violencia, espacios liminares,
espacios sexuados, espacios rememorados,
lugares imaginados, espacios del miedo, entre otros. En este rumbo, autores como Nigel Thrift han expresado que el giro espacial
(en cuyo seno se encuentran las geografas
constructivistas y las posestructuralistas)
ha contribuido a la identificacin de un universo de espacios y territorios en constante
expansin, y cada uno de ellos da cuenta
de diferentes formas de habitar (2006, p.
139). Quizs lo ms relevante de ello sea la
constante expansin, es decir que no slo
se tornaron visibles lugares y formas de habitar anteriormente invisibilizados, sino que
esa expansin contina y seguimos redescubriendo lugares, fragmentos de territorios y
modos de habitarlos, cuando las sociedades actuales, y en especial el homo geographicus, consideraba que la superficie terrestre
ya era totalmente conocida.
Dentro del vasto espectro abierto y
desencadenado por el constructivismo
geogrfico, un camino fecundo -que puede ser identificado como una forma de
postestructuralismo- para revisitar lo cultural en la Geografa, es el de las teoras
no representacionales (TNR). Si el cons-

tructivismo geogrfico constituye un giro


considerable en cuanto al tratamiento de
lo cultural en Geografa por integrar el lenguaje y con ello, las tramas de significacin;
el postestructuralismo al que nos referimos
trae consigo otro giro ms profundo al reemplazar ese sesgo lingstico por un nfasis en lo pre-lingstico o pre-consciente.
Sin duda, ello hace cimbrar una vez ms el
acercamiento a lo cultural en la Geografa.
Las teoras no representacionales en
Geografa (Thrift, 2008), o teora de las
prcticas (Thrift, 1999),enfatiza el flujo de
las prcticas en la vida cotidiana[11], como
un flujo encarnado y orientado a la creacin del afecto (Thrift y Dewsbury, 2000).
De ah que esta teora se suela presentar
como una apuesta encarnada, cotidiana y
performativa (Estvez Villarino, 2012). Las
teoras no representacionales, en buena
medida, se construyen a partir del concepto
de movimiento entendido en el sentido vitalista y bergsoniano, y no en su versin ms
evidente, como es la de desplazamiento de
un lugar a otro, tan presente en la Geografa
tradicional. Desde la perspectiva del movimiento como un constante fluir, Thrift concibe el espacio, como espacio-movimiento, como un proceso vital, que es el espacio
practicado, el espacio en constante proceso
de hacerse, muy en sintona con concepciones surgidas ms all de la Geografa, como
es la ciudad practicada de Manuel Delgado (1999), o de Michel De Certeau (2000).
En la Geografa, estos planteamientos han
contribuido al trnsito de las concepciones
topogrficas del espacio, a las de tipo topolgico, es decir, como multiplicidad de
flujos en movimiento, directamente ligados
con las prcticas y las performatividades de
[11] La centralidad de las prcticas ha sido reconocida por otros
gegrafos destacados (Lussault y Stock, 2010; Werlen, 1992; Simonsen, 2007), y en trminos generales es el centro de las Geografas de la vida cotidiana (Lindn, 2006). La especificidad de
las TNR radica en la integracin del carcter encarnado de las
prcticas y la produccin de la afectividad.

15

Alicia Lindn

cuerpos en movimiento (Lindn, 2015), y


desde all amplan la ventana de la creatividad y la innovacin cotidiana. Si bien el
lenguaje (y los significados, a l asociados),
haban abierto la Geografa a las posibilidades de reconocer y analizar la invencin
cotidiana en el espacio de vida, respecto
a las concepciones basadas en la formas
espaciales materiales; la creatividad que
posibilita el lenguaje est limitada por sus
mismas estructuras. Por ello, estas concepciones pre-lingusticas amplan la comprensin de la innovacin cotidiana.
Desde nuestro interrogante inicial (el lugar de lo cultural en la Geografa actual), estas teoras no representacionales han permitido reconocer que ni el territorio/espacio/
paisaje es representacin de la/s cultura/s,
ni la cultura es representacin del espacio/
territorio/paisaje. La ampliacin de la concepcin de cultura en estas teoras geogrficas, resulta sobre todo de la integracin de
la corporeidad y la afectividad como parte
sustancial de la cultura misma. De esta forma, en la Geografa actual, la cultura y toda
su centralidad para comprender la dimensin espacial de lo social, puede ser leda a
travs del cristal de la afectividad y la corporeidad. Y a su vez, estas no son concebidas
como dependientes enteramente de la conciencia y el lenguaje. Por ello, Clough (2008)
concibe al afecto como infra-emprico.
La nueva centralidad de la afectividad en
el pensamiento geogrfico amerita recordar
que, etimolgicamente el vocablo afecto
deriva del latn afficere, que significa influir,
obrar sobre alguno, afectar. As, el afecto es,
en primera instancia, algo que influye en el yo
y se materializa en el cuerpo, pero tambin
puede referir a lo que influimos en los otros,
en los otros cuerpos. Para Patricia Clough
(2008)[12], recuperando la tradicin de Spino[12] Patricia Clough y Jean Halley emplean por primera vez la
expresin The Affective Turn, incluso se presenta desde el ttulo
de una obra (2007), aunque desde inicios del siglo aparecen
anlisis reiterados del afecto y la afectividad como claves para

16

za (por la va de Deleuze), el afecto se refiere a


las capacidades del cuerpo para afectar y ser
afectado, a la sensibilidad y a la vida misma.
De ah que este giro en la disciplina replantea
lo cultural desde estos dos aspectos: afectividades y tambin corporeidades.
Asimismo, cabe subrayar que las teoras no representacionales que surgen en
la Geografa cultural britnica, vienen a
alimentar de manera directa el cambio en
las ciencias sociales actuales, que desde inicios del siglo XXI le otorga centralidad a las
emociones y la afectividad para comprender la produccin de lo social, y que desde 2008 se reconoce explcitamente como
el giro afectivo. Quizs tambin resulte
pertinente observar, que a diferencia de lo
ocurrido anteriormente con los otros giros,
como el giro lingstico y el giro cultural,
que llegaron a la Geografa con considerable demora, en el caso del giro afectivo,
la Geografa cultural britnica es uno de
los mbitos desde los cules se gesta esta
perspectiva, sin negar que ello ocurre en
dilogo con las transformaciones dadas en
este rumbo en los estudios culturales, en la
teora del actor red de Latour, y tambin
en la filosofa de Deleuze y Guattari, entre
otros enfoques convergentes en la afectividad. En otras palabras, el giro afectivo no
llega tarde a la Geografa, sino que ella es
punta de lanza en esta renovacin del pensamiento social contemporneo.
Estos planteamientos geogrficos involucrados activamente en el Giro Afectivo, al
igual que otros generados en los estudios
culturales y en la filosofa, se encontraron
repetidamente con el interrogante acerca
de la posibilidad de diferenciar los afectos y
comprender los procesos sociales. Y desde los aos ochenta del
siglo XX se pueden encontrar relevantes antecedentes contemporneos, como la Teora del Actor Red, de Bruno Latour. Muy frecuentemente, estos antecedentes contemporneos se construyen
y fundamentan en el pensamiento de Baruch Espinoza. Quizs,
por esta temporalidad, es Nigel Thrift, en 1999, quien nombra
a este enfoque como Teora de las prcticas, mientras que su
obra de 2008, plantea directamente como Teora no representacional centrada en la afectividad.

Las geografas culturales de las afectividades encarnadas

las emociones, o si son dos formas de referir a lo mismo. Algunos autores han hecho
intentos por diferenciarlos. Por ejemplo, el
mismo Nigel Thrift parece inclinarse por
concebir los afectos en trminos ms materializados y corporales, mientras que ubica
a las emociones en el plano de la experiencia
subjetiva del afecto. Estas posturas no son
ajenas a los planteamientos de Gilles Deleuze. Tambin son relevantes otras aproximaciones al respecto, como la del gegrafo britnico Ben Anderson, para quien no
ofrece el mayor inters insistir en diferenciar
los afectos y las emociones, y ms bien opta
por concebirlos de manera integrada y holstica. Para ello construye el concepto de
atmsferas afectivas, integrando lo material y lo subjetivo, los afectos y las emociones (Anderson, 2009; 2010). Ms all de
este tema en particular, lo cierto es que el
Giro Afectivo no slo ha sido una forma de
otorgarle centralidad a los afectos, las emociones y el cuerpo, vehculo de lo anterior,
sino tambin una forma de intentar superar
viejas dicotomas, como cuerpo y significados (Enciso Domnguez y Lara, 2013), interno y externo, pblico y privado.
2.1. Las

emociones y el conocimiento prctico


encarnado

Una de las formas ms consolidadas de


considerar el afecto en la Geografa, y anterior a las TNR, es en trminos del conocimiento prctico encarnado o corporalizado (embodied knowledge), que genera
prcticas encarnadas o incorporadas en el
propio cuerpo, y que pueden ser percibidas
por los otros. Esta forma de abordar el afecto no slo es anterior al desarrollo de las
TNR de manera cronolgica, sino que por
ello mismo est muy marcada por los procesos de conciencia y los sistemas perceptuales. Estos planteamientos se alimentan de la
filosofa de Merleau-Ponty, para quien las
cosas se encarnan en nuestra percepcin en
el modo en que ellas no son un puro objeto

para sta, sino cosas que se encuentran enraizadas, articuladas a la estructura misma
de nuestra percepcin. Por ello, el afuera y el
adentro, el interior y el exterior, se encuentran en una relacin de implicacin recproca (Merleau-Ponty, 1984, p. 367; 256-257).
Esto ha llevado a considerar nuestro entorno, nuestro espacio de vida, como encarnado en nosotros a travs de los sentidos. El
acto de percibir no sera as, un simple reconocer lo externo, es eso y tambin traerlo a nosotros, es decir, inscribirlo en nosotros, encarnarlo o incorporarlo en nuestro
cuerpo. Esto ltimo encuentra sintona que
algunas ideas posteriores de las teoras representacionales, como la unidad entre lo
encarnado y el espacio, pero no excluye lo
consciente como si lo hacen las teoras no
representacionales del espacio.
En este camino, nuestra disciplina ha analizado el conocimiento de sentido comn
acerca de los lugares como la forma prctica
con la que el sujeto resuelve cotidianamente
la orientacin espacial en los desplazamientos cotidianos. Ello se ha aplicado tanto
en aquellos movimientos espaciales que se
realizan en radios de accin muy reducidos,
como pueden ser dentro del recinto de una
habitacin, un lugar de trabajo o una casa,
como en aquellos otros desplazamientos
ms extensos y complejos, tales como muchos de los que diariamente realizan los habitantes de las grandes ciudades entre su lugar de residencia y el de trabajo.
El conocimiento espacial prctico se adquiere, como todo el conocimiento de sentido comn, en la vida prctica y tiene la especificidad de que se va fijando en nuestro
cuerpo, a ello se lo suele denominar incorporacin. En esencia, el proceso por el cual
se encarna, involucra diversas dimensiones,
se registra en la memoria espacial, que es
de largo plazo (De Castro, 1997) y tambin
se ancla al mismo tiempo en nuestros sistemas perceptivos, que en cierta forma se
relacionan con la frontera porosa entre el
17

Alicia Lindn

sujeto y su entorno. La apropiacin del conocimiento espacial ocurre en el curso de


las experiencias vividas, pero ello tambin
implica que esto se va produciendo a lo largo de una trayectoria biogrfica, que siempre se fija en ciertos espacios de vida. Precisamente, identificar los espacios de vida
de una biografa puede constituir una clave
fundamental para comprender qu tipo de
conocimientos espaciales corporizados fue
sedimentando un sujeto.
En ocasiones, cuando se analizan los
senderos y patrones de desplazamientos
del urbanita, se suele reducir analticamente el conocimiento espacial encarnado a la
posesin o no, de lo necesario para que el
sujeto resuelva el problema cotidiano de
la orientacin. Sin embargo, existen otras
cuestiones asociadas a este conocimiento
encarnado que merecen ser interrogadas.
Por ejemplo, cmo se relaciona esa posesin del conocimiento espacial necesario
para llevar a cabo con xito cierto desplazamiento, con los estados emocionales? O
bien, cmo se asocia la ausencia de ese
conocimiento espacial con las emociones
del sujeto que se est desplazando en el espacio urbano? Otro interrogante que cabe
plantear es el siguiente: qu relacin tiene
la posesin, o la ausencia de dicho conocimiento espacial, con el comportamiento involucrado, es decir con la prctica socio-espacial de desplazarse?
El anlisis ms simple acerca de la relacin entre las emociones y la posesin de
conocimiento espacial eficiente para efectuar cierto recorrido, suele asumir que el
conocimiento espacial reduce o anula las
emociones. Sin embargo, si se considera
que en toda experiencia espacial siempre
se presenta algn nivel de emociones y de
pensamiento, resulta que ese conocimiento espacial eficiente para el desplazamiento en cuestin puede alterar las emociones. As, pueden anularse las emociones
de miedo y temor (que suelen anclarse ms
18

en lo incierto que en los riesgos concretos),


y permitir que la experiencia integre emociones de bienestar espacial por la certeza
y seguridad que otorga el conocimiento
espacial. Son numerosos los relatos de sujetos que expresan seguridad y agrado al
desplazarse por un territorio socialmente reconocido como peligroso, cuando el
narrador lo identifica como muy familiar,
como parte de su espacio de vida.
Sobre estos cuestionamientos bsicos se
pueden integrar otras dimensiones, como
por ejemplo lo relativo a las posiciones sociales de los sujetos. As es posible que las
emociones de bienestar o de temor ante la
ausencia de incorporacin de cierto conocimiento espacial requerido para realizar
un desplazamiento, o bien su posesin encarnada, tambin se relacionen con la condicin de gnero del sujeto, o bien con la
condicin etaria.
En el mundo actual, particularmente en las grandes urbes, cuando la movilidad espacial cotidiana de los sujetos
desborda todas las fronteras previstas, el
asunto del conocimiento espacial prctico encarnado adquiere nueva relevancia
social. Frente a estos procesos de movilidad espacial exacerbada se observa, entre
otras cuestiones, que las tendencias histricas en la produccin material del espacio muestran una creciente reproduccin
de las formas espaciales por repeticin
de los mismos patrones espaciales en los
ms diversos y distantes territorios, incluso con las mismas estticas. Esto suele interpretarse como parte de las tendencias
homogeneizadoras del mundo actual. Si
se escudria ms la cuestin, resulta que
esas repeticiones de ciertas formas espaciales, crean e instauran la fantasa social
segn la cual, as se facilita la orientacin
espacial del sujeto, ms aun en condiciones de intensa movilidad espacial, ya que
el mismo conocimiento espacial que resulta operativo para un lugar, le permitira

Las geografas culturales de las afectividades encarnadas

resolver los diversos problemas espaciales


prcticos en diversos lugares. Incluso, se
suele proyectar la orientacin espacial en
la apropiacin espacial, sera ms rpida
la apropiacin de los lugares por parte del
habitante, cuando resultan formas materiales y estticas conocidas y encarnadas.
En otras palabras, se asume que sin haber
estado anteriormente en un lugar, el sujeto
podra resolver los problemas cotidianos
de la orientacin, e incluso sentirse como
en casa ms espontneamente. Esto se
aplica tanto a los espacios pblicos como
a los espacios cerrados, como pueden ser
los domsticos[13]. Seran innombrables
los ejemplos que muestran que una persona que llega por primera vez a cierto lugar,
de manera inmediata y espontnea resuelve la orientacin espacial en el lugar, y ello
permite que se creen estados emocionales en los que inicialmente se presenta la
seguridad y confianza del lugar conocido.
Quizs en el reverso de estos planteamientos, la experiencia espacial va siendo colonizada y reducida en densidad.
Asimismo, se debe subrayar que el conocimiento espacial encarnado no slo
nos permite orientarnos espacialmente,
diferenciar lo conocido de lo desconocido,
experimentar diversos estados emocionales segn las experiencias previas, sino que
tambin permite realizar ciertas prcticas,
o hacerlas de maneras especficas, es decir
dramatizar lo social en tiempos y espacios
singulares. Pierre Bourdieu (2004) ha problematizado esto a travs del concepto de
hexis corporal, como disposiciones o aquellas formas con las que nos exponemos al
dolor, a la ira. Si bien el socilogo francs
[13] La reproduccin del modelo suburbano en las ciudades
americanas de los aos sesenta, fue una expresin de gran escala
de la misma concepcin: cuando las empresas requeran mover
a los empleados de una ciudad a otra, resultaba funcional para
la lgica de la empresa que el empleado y su familia, al cambiar de lugar de residencia por razones laborales, realizaran un
reacomodo al nuevo lugar de manera inmediata. Y para ello, el
mecanismo era la reproduccin del mismo patrn suburbano.

no lo ha planteado con relacin a los espacios de vida, su planteamiento se puede


articular con el conocimiento espacial encarnado. Las hexis corporales resultan del
proceso de socializacin, estn sedimentadas en nosotros, gracias a que nuestro
cuerpo est abierto al mundo social, y as
se constituye en expresin de ese mundo
social. Las hexis se hacen improntas sociales
encarnadas -por ejemplo, las de clase, de
gnero- es decir se constituyen en cuerpo.
De modo tal que el conocimiento espacial
encarnado tambin se articula con las hexis
corporales y emerge en las prcticas cotidianas, en el hacer, en el mundo de nuestras acciones. Las formas de actuar tambin son formas de actuar espacialmente.
En estos abordajes acerca del conocimiento espacial encarnado, el nfasis
geogrfico se ha colocado principalmente
en las emociones, entendidas como patrones de respuestas corpreo-cerebrales,
culturalmente reconocibles y que proporcionan cierta unidad, estabilidad y coherencia (Enciso Domnguez y Lara, 2013,
p. 108). En otros casos, se ha priorizado la
perspectiva de las sensaciones, consideradas como formas del sentimiento ms modelado por los procesos del pensamiento,
sensaciones que llegan a la conciencia y
all reciben un nombre, y por ello se configuran y se reducen al ser modeladas por
el nombre, al ser etiquetadas. En suma, las
emociones, y en mayor medida las sensaciones, implican movimiento vitalista al
igual que el afecto, pero son movimientos
modelados por los procesos del pensamiento. No obstante, en estos abordajes,
a veces de manera explcita y otras de forma implcita, se presenta un aspecto relevante para la transformacin de lo cultural
en la Geografa, como es la encarnacin
de los lugares en las personas, que luego
ser procesada y transformada en conocimiento prctico y til, por ejemplo en los
desplazamientos cotidianos.
19

Alicia Lindn

2.2. La

afectividad no representacional y el

espacio

El siguiente giro en la concepcin de la


cultura en la Geografa se puede identificar
como la integracin de lo corporal y la afectividad en una perspectiva hondamente no
representacional. El afecto es considerado
como una sensacin no discursiva que mueve
a un cuerpo y a otro, circula entre los cuerpos
y as, construye el lugar en ese movimiento
que involucra a los cuerpos en un lugar y en
un tiempo. Por ello, esta afectividad/corporeidad acontece. Toma el carcter del evento singular y la manera en la que configura
el espacio es siempre transitoria, como lo es
el afecto en cuestin y como lo son las performatividades que se dramatizan. Por ello,
Thrift concibe al afecto como una sensacin
escnica que se territorializa en cuanto a
sus disposiciones o formas de hacer (2008),
lo que est ntimamente relacionado con el
planteamiento de las atmsferas brumosas
de las afectividades, que hacen en cada instante, los lugares (Anderson, 2010).
Otro rasgo caracterstico de estas afectividades es su carcter de simultaneidad entre
la produccin de la emocin-sensacin no
discursiva, su movimiento, la circulacin entre las corporeidades y su territorializacin.
Esto que usualmente se identifica mejor con
la expresin anglfona de enacted, en referencia a aquello que por esa simultaneidad
y multidimensionalidad no se puede separar
en partes ni en etapas, ni en lo que precede
y lo que sucede. As, la afectividad construye
el espacio y al mismo tiempo le da expresividad al cuerpo, y as el cuerpo deviene en
corporeidad, como la experiencia de sentir y
vivir el cuerpo. Y es mediante la corporeidad
que el individuo se apropia del espacio y el
tiempo que le acontece, lo transforma y le
da cierto valor. Por ello, la afectividad/corporeidad permite saber, ser, sentir y hacer el
espacio de vida y ser hecho por l. La afectividad/corporeidad se constituye en hacedora del espacio de vida, pero con la posi20

bilidad de la innovacin, la contradiccin,


el sinsentido, que en buena medida resultan
de lo enacted que circula y acontece.
Esto ltimo, entonces, integra otra pieza
clave para el anlisis geogrfico, como es
el carcter situacional de las afectividades/
corporeidades, que en su reverso encuentra la condicin propia de cada lugar[14]. En
este horizonte, lo propio de cada lugar no
debera asimilarse ni a rasgos materiales,
y por lo tanto duraderos, pero tampoco a
sentidos fuertes y perdurables atribuidos a
los lugares, como por ejemplo, se ha postulado respecto a los lugares de memoria.
Ms bien seran inestables y contingentes,
como lo son las prcticas que van aconteciendo en los espacios-tiempos.
Posiblemente, esta mirada sea particularmente fecunda para abordar los espacios
pblicos, densos, cambiantes y heterogneos de nuestras ciudades. En otras ocasiones hemos considerado, con ms cabida
para la dimensin lingstica, ese carcter
enacted y situacional de los lugares y su constante recreacin en el espacio pblico, a travs de los conceptos de escenarios y hologramas espacio-temporales (Lindn, 2010).
Nuestros escenarios han tenido una inspiracin ms bien goffmaniana, que si bien ello
incluye la componente discursiva, tambin
integra lo inestable, lo contingente.
Tal vez, una asignatura pendiente en
este camino representacional de la Geografa, se asocie con avanzar en la reconciliacin con la narratividad y lo biogrfico, sin
perder este carcter no representacional y
contingente de la afectividad y la corporeidad, hacedoras del espacio. Por un lado,
[14] En general, la referencia al conocimiento situado se asocia
con el pensamiento feminista desarrollado desde los aos ochenta
y en los noventa y en particular con los aportes de Donna Haraway
(1995). No obstante, con anterioridad se desarrollaron planteamientos respecto al conocimiento y el aprendizaje situado desde
las teoras de la cognicin situada, que a su vez tomaron aportes
iniciales de Lev Vigotsky. De acuerdo a Jean Lave, las teoras de
la cognicin situadas afirman que las personas que actan y el
mundo social de la accin, no pueden ser separados (Lave, 1997).

Las geografas culturales de las afectividades encarnadas

y como han reconocido Thrift y Dewsbury


(2000), el flujo de las prcticas cotidianas,
encarnado y creador de afectos, es inevitablemente modelado por el lenguaje. Si la
perspectiva de las palabras y las cosas es
notoriamente representacional y reduccionista, se podra considerar que el lenguaje
se puede integrar a travs de perspectivas
ms complejas, como la narrativa. La narracin tiene la ventaja de que acompaa
siempre a las prcticas cotidianas, y suelen
integrar numerosas contradicciones y sinrazones. Y todava ms pertinente podra
resultar el traslado de lo narrativo a la prctica de contar historias de lo vivido o storytelling (Cameron, 2011), porque ms all de
lo que stas estructuran discursivamente,
tambin son formas de conectar a los sujetos entre s, sus afectividades y corporeidades, porque estas narrativas se insertan en
la singularidad de lo colectivo o lo social.
En cuanto a lo biogrfico, quizs no resulta tan disonante intentar hacerlo dialogar con lo no representacional, si se considera que toda vida es un conjunto infinito
de circunstancias particulares en las que
lo social se presenta para configurarla, al
tiempo que lo social es reconfigurado por
cada biografa. El carcter holstico de la
biografa tambin le permite ser tiempo
hecho espacio y ser espacio cargado de
diversas temporalidades: los pasados de
cada biografa siguen vivos como presente

y como espacio de ese presente. El carcter holstico de toda biografa tambin se


expresa en la fusin particular de la corporeidad y la emocionalidad: no sera posible concebir una biografa sin un cuerpo
que la protagonice y en el que se encarnen
las cotidianas acciones. La corporeidad de
toda biografa no es slo un sustrato material y mvil de la vida, sino tambin lo que
permite al sujeto sentir y constituirse en un
sujeto-sentimiento (Seamon, 1979). Y algo
muy reconocido en los ltimos aos es el
auge de lo que puede denominarse una verdadera pulsin biogrfica (Viart, 2002),
no slo como mtodo de investigacin,
sino como un deseo creciente de los sujetos en narrarse a s mismos y a los otros, y
sentir que sus historias se conectan entre s,
se afectan mutuamente.
La reconstruccin de hologramas espacio-temporales (Lindn, 2007), por ejemplo en el espacio pblico de las ciudades,
como lo que acontece en los fragmentos
del espacio urbano, en los cuales los sujetos
practican el espacio, dramatizando lo social de formas variadas, en donde circulan y
emergen afectividades, que tambin se narrativizan y se van integrando en las biografas, con la densidad y profundidad que ello
implica, puede constituir una forma poco
explorada, pero fecunda, de conocer el espacio urbano en su movimiento constante,
aunque siempre de manera parcial.

Bibliografa
Anderson, B. (2009). Affective atmospheres.
Emotion, Space and Society, 2 (2), 77-81. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1016/j.
emospa.2009.08.005
Anderson, B. (2010). Taking-Place: Non-Representational Theories and Geography. Londres: Routledge.
Austin, J. (1990). Como hacer cosas con
palabras. Palabras y acciones. Barcelona: Paids [1962, How to do things
with Words: The William James Lectures

delivered at Harvard University in 1955,


Oxford: Clarendon].
Berger, P. y Luckmann, T. (1968). La construccin social de la realidad. Buenos Aires:
Amorrortu Editores.
Bourdieu, P. (2004). El baile de los solteros.
Barcelona: Anagrama.
Bruner, J. (1984). Accin, pensamiento y lenguaje. Madrid: Editorial Alianza.
Bruner, J. (1986). Realidad Mental y Mundos
Posibles: Los Actos de la Imaginacin que le dan
21

Alicia Lindn

Sentido a la Experiencia. Barcelona: Paids.


Cameron, E. (2011). New geographies of
story and storytelling. Progress in Human
Geography, julio 2012, pp. 1-20.
Claval, P. (1999). La geografa cultural. Buenos Aires: EUDEBA
Clough, P. (2008). (De)Coding the Subjectin-Affect. Subjectivity, 23 (1), 140-155. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1057/
sub.2008.16
Clough, P. y Halley, J. (Eds.) (2007). The
Affective Turn: Theorizing the Social. New
York: Duke University Press Books.
Cook, I.; Crouch, D.; Naylor, S. y Ryan , J.
(Eds.) (2000). Cultural Turns/ Geographical
Turns. Pearson Education Limited, Harlow.
De Castro, C. (1997). La geografa en la vida
cotidiana. Barcelona: Ediciones del Serbal.
De Certeau, M. (2000). La invencin de lo cotidiano: 1. Artes de hacer. Mxico: Universidad Iberoamericana.
Delgado, M. (1999). El animal pblico, Hacia una antropologa de los espacios pblicos.
Barcelona: Editorial Anagrama.
Dematteis, G. (1985). Le metafore della Terra. Miln: Feltrinelli.
Di Mo, G. (1991). LHomme, la socit, lespace. Pars: Anthropos
Di Mo, G. y Bulon, P. (2005). Lespace social: Lecture gographique des socits. Pars:
Armand Colin.
Enciso Domnguez, Giaz y Al Lara (2013).
Emociones y Ciencias Sociales en el Siglo XX: La Precuela del Giro Afectivo.
Athenea Digital, 14 (1), 263-288.
Entrikin, N. (1991). The betweenness of place:
towards a geography of modernity. Baltimoere: Johns Hopkins University Press.
Estvez Villarino, B. (2012). La idea de espacio pblico en geografa humana:
Hacia una conceptualizacin (crtica)
contempornea. Documents dAnlisi Geogrfica, vol. 58/1, pp. 137-163.
Farinelli, F. (1998). Did Anaximander Ever
Say Any Words? The Nature of Cartographical Reason. Ethics, Place and Envi22

ronment, 1 (2), 135-144.


Farinelli, F.; Olsson, G y Reichert, D.
(1994). Limits of Representation. AccedoVerlagsgesellschaft.
Foucault, M. (2005). Arqueologa del saber.
Mxico: Siglo XXI [1969, LArchologie
du savoir, Gallimard, Paris].
Gergen, K. J. (1991). El yo Saturado. Barcelona: Paids.
Hagerstrand, T. (1982). Diorama, Path
and Project. Tijdschrift voor economische en
sociale geografie, 73 (6), 321-384.
Haraway, D. (1991). Conocimientos situados: La cuestin cientfica en el feminismo y el privilegio de la perspectiva
parcial. En D. Haraway, Ciencia, cyborgs y
mujeres. La reinvencin de la naturaleza (pp.
313-345). Madrid: Ediciones Ctedra.
Ibez, J. (1994). El regreso del sujeto: la investigacin social de segundo orden. Madrid:
Siglo XXI.
Klein, J. L. (2006). Geografa y Desarrollo
Local. En D. Hiernaux y A. Lindn (Dirs.),
Tratado de Geografa Humana (303-320).
Barcelona: Anthropos-UAMI.
Klein, J. L. y Fontan, J. M. (2004). Innovation sociale et territoire. Nmero temtico de la revista Gographie, conomie,
Socit, N 6, 2 Paris: Lavoisier.
Lave, J. (1997). The culture of acquisition
and the practice of understanding. En:
D. Kirshner y J. A. Whitson (Eds.), Situated cognition. Social, semiotic and psychological perspectives, (pp. 17-35). Mahwah, NJ:
Lawrence Erlbaum.
Lvy, J. (1994). Lespace lgitime: sur la dimension gographique de la fonction politique. Pars: Presses de la FNSP.
Lvy, J. (1999). Le tournant gographique. Paris: Belin.
Ley, D. y Duncan, J. (1993). Introduction.
En J. Duncan y D. Ley (Eds.). Place/Culture/Representation. Londres: Routledge.
Lindn, A. (2006). Geografas de la vida
cotidiana. En: A. Lindn y D. Hiernaux
(Dirs.), Tratado de Geografa Humana, (pp.

Las geografas culturales de las afectividades encarnadas

352 a 396). Barcelona: Anthropos-UAMI.


Lindn, A. (2007). Los imaginarios urbanos y el constructivismo geogrfico: los
hologramas espaciales. EURE: Revista Latinoamericana de Estudios Urbano-Regionales, XXXIII (99), pp. 31-46. Instituto de
Estudios Urbanos y Territoriales, Pontificia Universidad Catlica de Chile.
Lindn, A. (2010). Invirtiendo el punto de
vista: Las Geografas Urbanas Hologrficas del sujeto habitante. En A. Lindn
y D. Hiernaux (Dirs.), Los Giros de la Geografa Humana: Tendencias y horizontes (pp.
175-200). Barcelona: Anthropos-UAMI.
Lindn, A. (2012). Geografas de lo imaginario o la dimensin imaginaria de las
Geografas del Lebenswelt?. En: A. Lindn y D. Hiernaux, Geografas de lo Imaginario (pp. 65-86). Barcelona: Anthropos.
Lindn, A. (2015). Del espacio pblico de
las hexis corporales al de las afectividades brumosas y no discursivas. Revista
Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos,
Emociones y Sociedad, Ao 7 (17), 8-19
(abril-julio).
Lindn, A.; Hiernaux, D. (2010). Los Giros de
la Geografa Humana. UAM-I-Anthropos.
Llad Mas, B. (2013). Franco Farinelli: Del
Mapa al Laberinto, Editorial Traficantes
de sueos
Lussault, M. y Stock, M. (2010). Doing with
space: towards a pragmatics of space.
Social Geography, (5), 11 a 19. Disponible
en: www.soc-geogr.net/5/11/2010/
Massey, D. (1995). Imagining the world. En
J. Allen y D. Massey (Eds.), Geographical
Worlds (pp. 6-42). Oxford: Oxford University Press/Open University Press.
Merleau-Ponty, M. (1984). Fenomenologa de
la percepcin. Barcelona: Editorial Planeta.
Olsson, G. (1998). Towards a critique of
Cartographical Reason. Ethics, Place and
Environment, 1 (2), 145-155.
Philo, C. (1999). Ms palabras, ms mundos: reflexiones en torno al giro cultural y a la geografa social. Documents

dAnlisi Geogrfica (34), 81-99. Barcelona: UAB-UG.


Pickles, J. (2004). A History of Spaces: Cartographic reason, mapping and the geocoded
world. Londres: Routledge.
Raffestin, C. (1986). Ecogense territoriale
et territorialit. En: F. Auriac y R. Brunet (Eds.), Espace, Jeux et Enjeux (pp. 173185). Pars: Fayard-Fondation Diderot.
Rorty, R. (1998). El Giro Lingstico: Dificultades Metafilosficas de la Filosofa Lingstica.
Barcelona: Paids [1967, The Linguistic
Turn. Essays in Philosophical Method,
Chicago: University of Chicago Press].
Santos, M. (1990). Por una geografa nueva.
Madrid: Espasa Calpe
Scavino, D. (1999). La Filosofa Actual. Barcelona: Paids.
Schutz, A. (1974a). El problema de la realidad
social. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Schutz, A. (1974b). Estudios sobre la teora
social. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Seamon, D. (1979). A Geography of the Lifeworld. New York: St. Martins Press.
Searle, J. (1994). Actos de habla. Madrid:
Ctedra [1969, Speech Acts: An Essay in
the Philosophy of Language].
Searle, J. (1997). La construccin de la realidad social. Barcelona: Paidos [1995, The
Construction of Social Reality, Nueva
York: The Free Press].
Simonsen, K. (2007). Practice, spatiality
and embodied emotions: A outline of
a geography of practice. Human Affairs,
(17), 168 a 181.
Thrift, N. (1999). Steps to an ecology of
place. En D. Massey, J. Allen y P. Sarre
(Eds.) Human geography today (pp. 295322). Cambridge: Polity Press.
Thrift, N. (2006). Space. Theory, Culture & Society, (23), 139-146. DOI:
10.1177/0263276406063780
Thrift, N. (2008). Non-representational theory:
space, politics, affect. London & New York:
Routledge.
Thrift, N. y Dewsbury, J. (2000). Dead geo23

Alicia Lindn

graphies and how to make them live.


Environment and Planning, Society and Space,
(18), 411-432.
Valentine, G. (2001). Whatever happened
to the social? Reflections on the cultural
turn in British human geography. Norsk
Geografisk Tidsskrift, vol. 55, pp. 166-172.
Varela, F. J. (2006). Conocer. Las ciencias cognitivas: Tendencias y perspectivas. Cartografa

24

de las ideas actuales. Barcelona: Gedisa.


Viart, D. (2002). Genealoga y filiaciones,
Cuadernos Hispanoamericanos, nm 625626, pp. 207-219. Agencia Espaola de
Cooperacin Internacional.
Werlen, B. (1992). Society, Action and Space:
An Alternative Human Geography. Londres:
Routledge.

TERRITORIO, DESIGUALDAD Y PODER. Produccin del espacio

bajo los procesos de sojizacin dominantes en el Cono Sur


latinoamericano(*)
Mabel Manzanal(**)

La

profunda y creciente desigualdad


social y econmica a escala mundial
exige intervenciones polticas y acuerdos internacionales

Vivimos en un contexto mundial, regional y nacional de enormes desigualdades,


escasez de alimentos y pobreza. Esto se
explica porque somos parte de una economa mundial al servicio del 1 % ms rico
(OXFAM, 2016; Credit Suisse, 2015).
Desde luego, que Argentina y Amrica
Latina (AL) son parte, y contribuyen a la
generacin de estas desigualdades a travs
devariadas formas de generacin de plusvala y excedentes (como sucede con la notoria y acelerada expansin de la soja, la
explotacin de minerales e hidrocarburos,
la especulacin financiera inmobiliaria).
De hecho en AL y frica, el nivel de riqueza
se ha ms que triplicado en los ltimos 15
aos, al igual que la riqueza en China e India[1]. Precisamente, el rpido crecimiento
de la ltima dcada (y a pesar de la crisis
de 2008) operado en Brasil, Rusia, India
y China (los BRICs), contribuy a considerarlos pases o economas emergentes
(OXFAM, 2016, p. 9)
En oposicin y paralelamente, tambin
es cierto que tanto en Argentina como en
los restantes pases de AL y del resto del
mundo, viven mayoras sociales que pa[1] OXFAM (2016, p. 9)

decen directamente esta desigualdad (poblacin desocupada, precarizada, excluida, pauperizada que alcanza, asimismo, a
amplios sectores medios). Lo cual se manifiesta a travs de diferentes formas de
restriccin de sus condiciones de vida, especialmente para quienes tienen limitadas
oportunidades laborales, educacionales,
sanitarias, habitacionales, de ingresos, por
su insercin subordinada en los procesos
productivos, polticos y sociales[2].
La distribucin de la riqueza mundial es
y viene siendo enormemente desigual, como
tambin lo es la distribucin del crecimiento interanual de dicha riqueza. Con lo cual,
la desigualdad se torna cada vez mayor y
conlleva a crisis que expresan y profundizan
esa desigualdad. El crecimiento global de
los ingresos acumulados entre 1988 y 2011
se distribuy: 46 % a favor del 10 % ms rico
y 0,6 % para el 10 % ms pobre.
Si solo se gestionara polticamente sobre ese crecimiento, buscando formas institucionales de carcter fiscal reconocidas
[2] Lo cual no se contradice con la reduccin de la pobreza extrema operada a nivel global. Asociado estrechamente con que
China y la India, ejes del espectacular incremento del PIB conjunto de las economas asiticas entre 1990 y 2011, lograron sacar
de la pobreza a casi mil millones de personas, de las cuales 700
millones vivan slo en estos dos pases. Lo cual fue determinante para que el porcentaje de la poblacin mundial en situacin
de pobreza extrema pasara del 36 % en 1990 al 16 % en 2010,
cumpliendo as el Objetivo de Desarrollodel Milenio de reducir a
la mitad la pobreza extrema cinco aos antes de la fecha lmite,
fijada inicialmente para 2015 (OXFAM, 2016, p. 9)

Este trabajo se enmarca dentro de la temtica de los proyectos: PICT FONCyT-Agencia (2011: 0836); UBACyT
(2016: 031); y PIP Conicet (2012: 0273).
(**)
Universidad de Buenos Aires CONICET, Facultad de Filosofa y Letras, Buenos Aires, Argentina
(*)

25

Mabel Manzanal

e instrumentadas globalmente y tendientes


a una distribucin ms equitativa entre los
diferentes estratos sociales, sera posible
reducir significativamente la pobreza, la
indigencia y consecuentemente la desigualdad. Es cierto que para ello se requerira
una gobernanza global, instrumentada por
organismos internacionales que deberan
superar el carcter neoconservador del presente, dominado por la persistente hegemona geopoltica de los Estados Unidos.
Clculos realizados por estudiosos de
estos temas muestran la posibilidad de que
enormes masas de poblacin dejen de ser
pobres con tan slo hacer algunas intervenciones de poltica pblica (nacional y/o internacional) en la masa de crecimiento anual
de la riqueza de los ms ricos. Por ejemplo
las referidas al aumento de los salarios, la
reduccin de las brechas salariales con los
grandes directivos de empresas, el control
de la capacidad de influencia de las lites
ms poderosas, la regulacin de los precios
de los medicamentos a nivel mundial, la
promocin de un sistema fiscal e impositivo
ms justo, equitativo y progresivo. Se estima
que 200 millones de personas podran dejar
de ser pobres si los ingresos del 40 % ms

pobre aumentaran al mismo ritmo que la


media en todos los pases. O que la pobreza
se podra reducir a la mitad si los ingresos
del 40 % ms pobre de la poblacin se incrementaran dos puntos porcentuales por
encima de la media (OXFAM, 2016, p. 11).
Es sorprendente reconocer que una economa mundial que duplic su producto
-PBI- en los ltimos 30 aos (alcanzando
los 78 mil millones de dlares en 2014),
y su riqueza (267 mil millones de dlares
en activos financieros y no financieros en
2015) en la mitad de aquel tiempo (en los
ltimos 15 aos), sea una economa excluyente y genere lo que, eufemsticamente,
se podra llamar un desarrollo excluyente. En
tanto los ms pobres no participan de los
beneficios del crecimiento de la riqueza que
contribuyen a generar. Por el contrario, son
los ms ricos (el 1 %) de la poblacin mundial, los que acaparan el 43 % de la riqueza
mientras el 80 de la poblacin slo dispone
del 6 % de la misma.
Contradictorias diferencias que tambin pueden observarse en los Grficos 1 y 2 (OXFAM, 2016, https://
w w w.f a ce b o ok .com/humanos oy/v ideos/285508274906205/):

Grfico 1. Crecimiento acumulado de los ingresos mundiales que han ido a parar a cada decil
entre 1988 y 2011: el 46 % del incremento total fue a parar a manos del 10 % ms rico

Fuente: OXFAM (2016) Una economa al servicio del 1 % (www.oxfam.org)


26

TERRITORIO, DESIGUALDAD Y PODER. Produccin del espacio bajo los procesos de...

Grfico 2. La fortuna de las 62 personas ms ricas del mundo sigue aumentando,


mientras que la que se encuentra en manos de la mitad ms pobre de la
poblacin mundial (3.600 millones de personas) se ha estancado

Fuente: OXFAM (2016) Una economa al servicio del 1 % (www. oxfam.org)


y Credit Suisse (2015), Global Wealth Databook 2015

L as modalidades de acumulacin, las


nuevas territorialidades, consolidan
y fortalecen la desigualdad. Un cambio a favor de mayor igualdad requiere intervenir polticamente en el proceso de acumulacin

En el contexto arriba descripto nos preguntamos (recordando las mltiples indagaciones de David Harvey sobre este tema):
Cules son las configuraciones territoriales
que garantizan la sobrevivencia del capitalismo en el presente? Cules son las nuevas
geografas que valorizan al capital? Por qu o
qu modalidades de acumulacin hacen que
este capitalismo sea cada vez ms desigual?.
Actualmente el capitalismo se expande,
acumula y concentra a travs de procesos
productivos y especulativos ligados con la: urbanizacion y sub-urbanizacion, la expansin
de commodities, los agronegocios y la difusin de formas extractivistas de produccin.
Se trata de nuevas geografas de valoracin del capital, asociadas con la financiarizacin de la economa; la produccin inmobiliaria; la explotacin y exportacin de
bienes primarios, agrocombustibles -soja,
caa de azcar, maz, palmera-, hidrocar-

buros -gas y petrleo- y metales y minerales


-oro, plata, cobre, bauxita.
En Amrica Latina (AL), y especialmente
en el Cono Sur latinoamericano, este proceso expresa la dominacin territorial de los
commodities.En los hechos, su promocin y
difusin invade la vida cotidiana de toda
la poblacin, aunque bajo modalidades y
formas que ocultan sus consecuencias negativas en relacin a lo social, econmico,
poltico e institucional.
Los medios masivos de comunicacin,
la prensa, el discurso poltico, las polticas
pblicas y la percepcin social dominante,
consideran y difunden que los commodities
son la oportunidad y la solucinde buena
parte de los que se definen como problemas
de desarrollo de AL. Cuando en realidad
son todo lo contrario, si no se interviene
polticamente en los mismos y se controla y
dirige su proceso de acumulacin.
En este contexto, AL aparece como un
continente privilegiado porque sus recursos naturales corresponden a este nuevo
designio de acumulacin capitalista, siendo la
principal condicin, tan slo respetar y seguir las nuevas reglas que dominan a escala
27

Mabel Manzanal

planetaria (en relacin a lo productivo, tecnolgico, comercial e institucional).


Sin embargo, otro es el panorama cuando observamos que el hambre y la no sustentabilidad energtica, presentes en el escenario mundial, devienen del modelo capitalista de crecimiento
y acumulacin; cuyos usos del espacio y sus recursos, cada vez ms intensivos, regresivos y
degradantes, son una resultante de la concentracin de la riqueza, con sus repetidas
crisis de sobreacumulacin y generacin de
desigualdades cada vez ms agudas[3].
Desde el nuevo milenio, en AL en particular (pero tambin en Asia y frica), la valoracin del capital se genera a travs de formas cada vez ms intensivas de explotacin
y exportacin de bienes primarios, como los
cultivos asociados con los agrocombustibles
-soja, caa de azcar, maz, palmera- los hidrocarburos -gas y petrleo- y los metales
y minerales -oro, plata, cobre, bauxita-. En
todos estos casos los precios se fijan internacionalmente y suelen tener un sostenido
crecimiento que deriva en concomitantes
crisis de alimentacin con sus secuelas de
hambre, que paralela o posteriormente devienen en crisis financieras, energticas, econmicas, con recesiones generalizadas.

El

extractivismo y la re-primarizacin ponen en riesgo la seguridad y la


soberana alimentaria y la vida misma
de la poblacin mundial. Se requiere identificar y desenmascarar a los
principales responsables

Paulo Tavares (2013) sostiene que el extractivismo y la reprimarizacin expresan


una fiebre global por la tierra, por la minera y por los recursos naturales en general.
En las ms de 55 millones de hectreas
cultivadas con soja del Cono Sur en 2014,
[3] Esta profundizacin de la desigualdad tambin se manifiesta
geogrficamente entre las naciones ms ricas y el resto: hace 200
aos las ms ricas eran 3 veces ms ricas que el resto; en los aos
de 1960, al fin del colonialismo, eran 35 veces ms ricas y actualmente son 80 veces ms ricas (https://www.facebook.com/
humanosoy/videos/285508274906205/).

28

quienes controlan y operan estos procesos


lo hacen bajo similares modalidades. En la
mayor parte de esta superficie predomina
el monocultivo de soja transgnica, se fumiga con glifosato y se deforesta para ampliar la superficie cultivable.
De todos modos, las transformaciones
territoriales asociadas con la sojizacin
trascienden al Cono Sur latinoamericano.
Aparecen en otras geografas y territorios y
no slo en los vinculados directamente con
la produccin de soja.
Lo que se presenta como un boom productivo en el agro, oculta que conjuntamente conduce a poner en riesgo la salud
de la poblacin y la seguridad y la soberana alimentaria de la poblacin mundial.
El aumento de la produccin de biocombustibles (consecuencia de las crisis
energticas y de la volatilidad del precio
del petrleo), y el mayor consumo de carne en el mundo (asociado con el aumento
de sectores medios y, especialmente, con la
promocin de este consumo en China), ha
aumentado la produccin de ganado alimentado con granos (feedlot).
Ambos tipos productivos (biocombustible y ganado), compiten y desplazan a la
produccin de granos mundialmente reconocida y utilizada como base de la alimentacin humana.
Por ello, esta mecnica de acumulacin
opera contra la seguridad y la soberana alimentaria y pone en riesgo el futuro de las
mayoras ms vulnerables de la poblacin
mundial, para quienes la alimentacin con
granos es central y cuya menor produccin
por avance de otras actividades agropecuarias, conducir a su escasez y encarecimiento. Mientras, la expansin de biocombustibles y carnes avanza en beneficio de los
sectores de mayor poder adquisitivo que
pueden acceder a esos consumos y de los
intereses de las grandes corporaciones estadounidenses (Tyson y Smithfield), que son
las que lideran la expansin de las indus-

TERRITORIO, DESIGUALDAD Y PODER. Produccin del espacio bajo los procesos de...

trias de produccin de carne en China.


Lo que se est haciendo es repetir el modelo de produccin industrial y de consumo de carne de los pases del norte al sur y
a China, sin importar sus particularidades
territoriales, ni sus consecuencias sociales
y ambientales. Debe mencionarse que en
este proceso participa el Banco Mundial
(BM) financiando la expansin de las instalaciones para el engorde de ganado en China. Este apoyo al mayor consumo de carne
en este pas, es una poltica que contradice
los lineamientos del propio BM vinculados
con la proteccin ambiental.
Los grupos que lideran y conducen el extractivismo y la reprimarizacin de la economa de Sudamrica pueden ser identificados
y deberan ser denunciados por la sucesin
de muertes por contaminacin y asesinatos,
cuyas causas se acallan para proteger sus intereses. Los responsables de estos procesos
contra la vida y la alimentacin humana se
encuentran entre los propietarios, accionistas y los principales jefes-ejecutivos (CEOs)
de las mayores y ms concentradas empresas biotecnolgicas y del agribusiness. Desde Monsanto a las corporaciones biotecnolgicas (como Syngenta y Bayer), siguiendo
con los terratenientes y pooles de siembra
que gestionan millones de hectreas (Los
Grobo, CRESUD, El Tejar, Maggi) con Cargill, ADM y Bunge que transportan los granos al otro lado del mundo llegamos, por
supuesto, a los gobiernos (y sus principales
referentes en el Ejecutivo, Legislativo y Judicial) de cada uno de los pases que apoyan
de manera entusiasta este modelo.

El

modelo extractivista y de reprimarizacin de las economas latinoamericanas y sus escenarios territoriales,


opresivos y devastadores, ponen en
permanente riesgo la vida de las familias campesinas y rurales tras la disputa por la tierra y la contaminacin
ambiental

La expansin de los agronegocios, y en


particular la reprimarizacin de la economa, asociada principalmente con la sojizacin, conlleva a profundas transformaciones territoriales a travs de: el despojo
de los recursos, el avasallamiento y persecucin de la poblacin local y la judicializacin de la protesta social
Son modos de sometimiento, cada vez
ms extendidos que, adems, cuentan con
avales institucionales en beneficio de poderosos intereses locales y extralocales (econmicos, financieros, polticos y judiciales).
Comunidades originarias, pequeos
productores, campesinos, agricultura familiar -AF-, dependiendo de sus particularidades -territoriales, productivas, tecnolgicas sociales- se enfrentan: al hambre, la
migracin forzada, la difusin de enfermedades, la contaminacin del agua, las fumigaciones con agrotxicos, la destruccin
de puestos y fuentes de trabajo, la deforestacin, la depredacin de suelos y la prdida de la biodiversidad
En distintos lugares del Cono Sur, oponerse a los agronegocios ha costado vidas
humanas. En Argentina, en slo dos aos,
fueron asesinados cuatro militantes por la
defensa del territorio. El 12 de octubre de
2009 ejecutaron en Tucumn al diaguita
Javier Chocobar. El 13 de marzo de 2010
falleci de un paro cardaco frente a una
topadora, la campesina santiaguea Sandra Ely Jurez. El 23 de noviembre de
2010 fue asesinado en un corte de ruta el
qom de Formosa, Roberto Lpez. El 16 de
noviembre de 2011 se sum a esta lista
Cristian Ferreyra, un caso lamentablemente
emblemtico en relacin a los desmontes.
Este joven de 23 aos fue baleado por dos
hombres cuando intent resistir un desalojo en el campo donde vivi toda su vida, en
el paraje San Antonio, al norte de Santiago
del Estero (Pgina 12, 18 de noviembre de
2011). En ningn caso estn detenidos los
autores materiales ni intelectuales de los
29

Mabel Manzanal

crmenes o bien, fueron sobresedos. Esto


indica connivencia entre las autoridades
locales, policiales y judiciales y los sectores
de poder local y extra local interesados en
desalojar a las familias de campesinos que
viven en los campos en conflicto con potencialidades para la produccin sojera, la
forestacin u otras alternativas.
Similares situaciones se repiten en mbitos locales de AL. Por ejemplo, en Paraguay,
donde el 80 % de la tierra cultivable est
en manos del 2 % de los propietarios, segn cifras oficiales (http://www.lanacion.
com.py/articulo/78110-el-explosivo-coctel-de-la-distribucion-de-la-tierra-en-paraguay-detonante-de-la-crisis-politica.html).
En este escenario ocurri la matanza de
Curuguaty (11 campesinos y 6 policas
muertos el 15 de junio de 2012), lo que llev a la destitucin del gobierno democrtico del presidente Lugo y a una ola represiva
que termin con la vida de 3 dirigentes de
organizaciones campesinas.
En los hechos, se trata de una lucha
muy desigual, donde sectores empresarios
violan el cumplimiento de las leyes y atentan contra los derechos consagrados en
la constitucin y en diversas leyes, llegando incluso hasta el asesinato. Claramente
todo indica complicidad del Estado, en
tanto son hechos que no se investigan adecuadamente y con celeridad; y cuyos autores materiales e intelectuales no son debidamente procesados, ni encarcelados.

Los

bosques naturales amenazados


por la sojizacin, con su consecuente
desertificacin y prdida de biodiversidad, son fuente de conflictos con la
poblacin afectada

La sojizacin avanza espacialmente deforestando y limitando la diversidad biolgica de numerosas territorios.


En Argentina, la situacin forestal est
en emergencia desde hace unos 15 aos,
porque se perdi el 70 por ciento de los
30

bosques nativos originales. Y el ritmo de


deforestacin se torna cada vez ms acelerado. Entre 1998-2002 se deforestaba
en promedio 230.000 hectreas/ao, entre 2002-2006, 330.000 hectreas/ao de
bosques nativos (Secretara de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nacin, 2012, p. 95, 97).
En el 2011, en el ao internacional de los
bosques, un informe de Greenpeace sostena que en los ltimos 10 aos se perdieron 2,5 millones de hectreas a expensas,
fundamentalmente, de la soja transgnica
y posteriormente de la ganadera; habiendo entonces 31 millones de hectreas de
bosque nativo (http://www.dw.de/bosques-en-argentina-desplazados-por-la-soja/a-14965678; 04-04-2011). Un informe
anterior de la Secretara de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nacin (2004,
p. 4), indicaba que la superficie en hectreas de Bosque Nativo era la siguiente:
1937: 37.535.308 ha; 1987: 35.180.000
ha; 1998: 33.190.442 ha[4], lo cual muestra una constante prdida de superficie y la
existencia de una aceleracin de este proceso en las ltimas dcadas[5].
En este marco, el caso Pizarro en Salta, Argentina, es un ejemplo representativo
de los conflictos emergentes entre intereses fuertemente confrontados en torno a
la deforestacin. En especial en relacin a
la prolongada y profunda resistencia social
a la deforestacin y al accionar del poder
hegemnico; cuyos mecanismos dilatorios
y de manipulacin y negacin de las leyes
y de los derechos institucionalizados resultan evidentes (Bianchi y Couto, 2013).
Este conflicto se inicia con la promulgacin de la Ley Provincial N 7.274 del 2003
[4] Fuente: Ao 1937: Censo Nacional Agropecuario 1937; Ao
1987: Estimaciones del Instituto Forestal Nacional; Ao 1998:
Unidad de Manejo del Sistema de Evaluacin Forestal, 2002
[5] El mismo documento afirma que la Unidad de Manejo del Sistema de Evaluacin Forestal estimaba que la deforestacin para
el periodo 1998-2002 tena valores cercanos a 200.000 ha/ao.

TERRITORIO, DESIGUALDAD Y PODER. Produccin del espacio bajo los procesos de...

que desafect dos lotes fiscales (el 32 de


5.298 ha y el 33 de 20.028 ha) de la categora de rea natural protegida para destinarlos a la produccin sojera. Ley que fuera
aprobada por 2/3 de los senadores y diputados provinciales.
Se trata de un acuerdo espurio entre sectores del poder poltico y econmico provincial que deriv en una extensa y prolongada
crisis poltica y condujo a la movilizacin de
organizaciones sociales, ambientalistas e indgenas de alcance nacional e internacional.
Precisamente el conflicto y la movilizacin fueron un importante antecedente en
el dictado de la Ley de Bosques 26.331 de
fines 2007, lograda luego de muchas tratativas y dirigida a controlar los desmontes a
partir de la instrumentacin de pautas dirigidas al Ordenamiento Territorial de los
Bosques Nativos (OTBN) en todo el pas.
Sin embargo, la restriccin para desmontar,
excepto previo cumplimiento del OTBN,
fue rpidamente subvertida. En buena parte de las zonas provinciales afectadas por
la restriccin de desmontes, se utilizaron
variados procedimientos para soslayar el
cumplimiento de esta ley, como acelerar la
venta y deforestacin de las tierras antes de
la sancin y promulgacin de la ley o antes
de su puesta en marcha efectiva.

La

expansin de los commodities consolida y aumenta los procesos de desigualdad a nivel nacional y mundial al
favorecer la concentracin econmica de una minora privilegiada mientras se avasallan los derechos de los
sectores ms desprotegidos y precarizados del mbito rural y urbano

Todo este desarrollo da cuenta de dos


problemticas interrelacionadas que consideramos centrales. Una es, que la cuestin
de la tierra y de los recursos ha sido, y sigue siendo, central en la disputa de poder
del modelo de acumulacin capitalista por
desposesin de la etapa de financiarizacin

de la economa. La otra, es que la promocin, ampliacin y difusin de estas producciones, de consecuencias regresivas -en
el campo social, poltico y ambiental-, se
sostiene por la construccin de un discurso
hegemnico que afirma y publicita que la
economa de la mayora de los pases del
Cono Sur depende y necesita de estas actividades para garantizar su crecimiento y
bienestar. Lo cual se ha constitudo para
las grandes mayoras en un discurso de verdad que no se somete a la discusin. De
este modo se justifica, sostiene y consolida
un modelo econmico-productivo dominante, donde las organizaciones y sectores
sociales que se oponen, son permanentemente cuestionados, judicializados y perseguidos bajo diferentes mtodos; cuando
no reprimidos, encarcelados y asesinados.
Convivir, oponerse y enfrentarse al poder hegemnico y a sus variadas expresiones -econmicas, polticas, financieras,
culturales-, es una tarea enorme, que abarca diversos e infinitos frentes. Entre todos
ellos, entendemos que el ms complejo es
el que se vincula con el discurso que naturaliza hechos y realidades como los que
aqu nos ocupan -vinculados con la expansin de los commodities-, y que los plantea
como resultantes de un devenir natural y
necesario para el bien de todos y del desarrollo de la nacin en cuestin. Debemos
reconocer que este es un discurso de poder, una construccin de verdad, la verdad
del poder hegemnico que se conforma
ocultando, desinformando, desvalorizando
toda evidencia sobre las negativas consecuencias -sociales, ambientales, productivas y culturales- que estos procesos productivos conllevan.
Es este contexto cultural hegemnico, el
que logra que las actuales consecuencias de
la produccin del territorio y de valorizacin
del capital (ligadas al extractivismo y a la reprimarizacin de las economas sudamericanas), se tornen lejanas e incomprensibles
31

Mabel Manzanal

para la gran mayora de la poblacin. Porque


se desconoce, se minimiza o se desestima la
profundizacin de la desigualdad y la marginacin social, las consecuencias ambientales,
polticas, econmicas y financieras -presentes y futuras- del avance de los commodities, la
persecucin, la opresin y la discriminacin
de numerosos actores involucrados.

Comprender

ms acabadamente estos
procesos nos exige tener presente que
las formas espaciales son productos
histricos, que el espacio producido es
un resultado de la accin humana sobre la superficie terrestre que expresa, a
cada momento, las relaciones sociales
que le dieron origen (Moraes, 2005, p. 15)

Bibliografa
Bianchi, S. y Couto, M. (2013). El caso `Pizarro (Salta): movilizacin y poder. En M.
Manzanal y M. Ponce (Org.), La desigualdad del desarrollo? Controversias y disyuntivas del desarrollo rural en el norte argentino
(pp.213-232). Buenos Aires: CICCUS.
Credit Suisse (2015). Global Wealth Databook
2015
Harvey, D. (2009). O novo imperialismo (3
edicin). San Pablo: Edioes Loyola.
Moraes, A. (2005). Ideologas Geogrficas.
Espao, cultura e Poltica no Brasil (5 edicin). San Pablo: Annablume Editora.
Oxfam (2016). Una economa al servicio
del 1%. Disponible en: www.oxfam.org
Secretara de Ambiente y Desarrollo Susten-

32

Nacin (2004). Informe sobre


deforestacin en Argentina. Direccin de
Bosques, Unidad de Manejo del Sistema
de Evaluacin Forestal, Buenos Aires,
Argentina.
Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nacin (2012). Informe sobre
el estado del ambiente 2012. Buenos Aires:
Jefatura de Gabinete Presidencia de la
Nacin Argentina.
Tavares, P. (2013). La naturaleza va a la
Justicia, entrevista a Paula Tavares por
Timo Berger, 19-6-2013. Realidad Econmica, IADE. Disponible en: http://www.
iade.org.ar/modules/noticias/article.
php?storyid=4611
table de la

Cambios recientes en la Argentina Relato o dcada


ganada? Un anlisis desde la Geografa
Guillermo A. Velzquez(*)

Introduccin
La calidad de vida, a diferencia de la
pobreza, es una medida de logro respecto
de un nivel establecido como ptimo teniendo en cuenta dimensiones socioeconmicas y ambientales dependientes de la escala de valores prevaleciente en la sociedad
y que varan en funcin de las expectativas
de progreso histrico (Velzquez, 2001).
Es decir que, mientras la pobreza se mide
con respecto a un piso, la calidad de vida
se mide con respecto a un techo. Mientras el piso de la pobreza es relativamente
fijo, dado que apunta a la satisfaccin de
necesidades bsicas, el techo de la calidad
de vida es ms variable (y ascendente), ya
que la escala de valores y, sobre todo, las
expectativas cambian.
La formulacin de un ndice de calidad
de vida con cierta pretensin de generalizacin o universalidad es an una cuestin
no totalmente resuelta, pues depende de
numerosos factores tales como: procesos
histricos, escala de valores de la sociedad,
expectativas, vivencias individuales y colectivas, dimensiones privadas (ingresos, nivel
de instruccin) y pblicas (accesibilidad,
cuestiones ambientales), escala de anlisis,
ajuste con la informacin disponible o georeferenciacin, as como de la validacin
de los resultados obtenidos.
Para nuestro anlisis hemos considerado dimensiones socioeconmicas (vivienda, salud, educacin) y ambientales (re-

cursos recreativos de base natural, recursos


recreativos socialmente construidos, problemas ambientales). Estas macro-dimensiones sern aproximadas a partir de la
seleccin de variables y, posteriormente,
traducidas a nmeros-ndice para garantizar su comparabilidad.

Dimensin

socioeconmica de la cali-

dad de vida

Educacin
~~Porcentaje de poblacin de 15 aos o
ms que ya no asiste y con nivel de instruccin alcanzado menor a primario
completo (cuadros 7.8 Censo 2001 y p
29 Censo 2010).
~~Proporcin de poblacin de 15 aos o
ms que ya no asiste y con nivel de instruccin alcanzado universitario completo (cuadros 7.8 Censo 2001 y p 29
Censo 2010).
Salud
~~Tasa de mortalidad infantil (TMI) segn lugar de residencia de la madre.
(Ministerio de Salud. Direccin de Estadsticas e informacin de salud-DEIS).
Se toma la media de los tres aos pericensales para disminuir las oscilaciones
aleatorias propias de esta tasa[1].
[1] Tambin hicimos pruebas con los quinquenios pericensales
(por ejemplo 1999-2002), pero el resultado terminaba ocultando algunas de las variaciones reales. (Vega et al, 2006)

Centro de Investigaciones Geogrficas (CIG). Instituto de Geografa, Historia y Ciencias Sociales (IGEHCS). Facultad
de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires/CONICET, gvelaz@fch.unicen.edu.ar
(*)

33

Guillermo A. Velzquez

~~Proporcin de poblacin sin cobertura por obra social, plan de salud privado
o mutual (cuadros 6.3 Censo 2001 y P
12 Censo 2010).
Vivienda
~~Porcentaje de poblacin que reside en
hogares que tienen inodoro sin descarga
de agua o carecen de inodoro. (cuadros
4.6 Censo 2001[2] y P 40 Censo 2010).
~~Proporcin de poblacin en hogares
hacinados, considerando como tales a
aquellos que superan las 2 personas por
cuarto. (cuadros 4.8 Censo 2001 y H 9
Censo 2010).

Dimensin ambiental de la calidad de vida


Respecto de esta dimensin, hasta 2001
slo era posible estudiar a los problemas
ambientales; sin embargo, a partir de 2010
es factible, asimismo, enriquecer el estudio
de esta dimensin incorporando tambin
a los recursos recreativos (de base natural y
socialmente construidos).
Problemas ambientales (PA)
~~Uso de plaguicidas en agricultura. (Defensora del Pueblo. Atlas Ambiental de
la Niez, 2009).
~~Participacin de Industria y minera en
el PBG. (INDEC, 2003).
~~Contaminacin/ Ruido /Congestionamiento. (Informacin Municipal/terreno/escala urbana).
~~Localizaciones peligrosas. (Informacin
Municipal/terreno/imgenes satelitales).
~~Localizaciones con Externalidades negativas. (Informacin Municipal/terreno/imgenes satelitales).
[2] Aqu tambin hemos incluido los casos de retrete ignorado, suponiendo que la mayora de estos reflejan la carencia del
artefacto en cuestin.

34

~~Inseguridad. Tasa de hechos delictivos


por cada 10.000 habitantes. (Direccin
Nacional de Poltica Criminal, 2008).
~~Asentamientos precarios. % de poblacin residente en villas miseria. (Argentina. INDEC. Censo Nacional 2001, Informacin indita, 2004).
~Basurales.
~
% de poblacin residente a
menos de 300 metros de un basural a cielo abierto. (Argentina. INDEC. Censo Nacional 2001, Informacin Indita, 2004).
~~Sismicidad y vulcanismo. (Chiozza et al.
Atlas Total de la Rep. Argentina, 1987).
~~Tornados. (Geosistemas. Mapas de
Riesgos Naturales en la Argentina, 1997).
~~Inundabilidad. (Argentina. INDEC.
Censo Nacional 2001, Informacin indita, 2004).
~Malestar
~
climtico. (IRAM. Clasificacin
bioambiental de la Rep. Argentina, 1996).
Recursos recreativos
a) Recursos recreativos de base natural (RRBN)
(Fuente: Informacin Municipal/terreno/
imgenes satelitales).
~~Playas
~~Balnearios a orillas de ros, lagos, lagunas o diques
~~Centros termales
~~Nieve/hielo (posibilidad de actividades recreativas invernales)
~~Relieve
~~Espejos y cursos de agua
~~Parques y espacios verdes
b) Recursos recreativos socialmente construidos (RRSC) (Fuente: Informacin Municipal/terreno).
~~Esttica/Patrimonio urbano
~~Centros culturales
~~Centros comerciales y de esparcimiento
~~Centros deportivos

Cambios recientes en la Argentina Relato o dcada ganada? Un anlisis desde la Geografa

Cuadro 1. Dimensiones y variables del ndice de Calidad de Vida (ICV)


Dimensin Socioeconmica
Educacin
Salud
Vivienda

Macro
Variable(s)

Peso parcial (%)

Ed<1ria
Eduniversit
TMI
Sobsocial
Sretrete
Hacinam

10
10
10
10
10
10

RRBN (7)
RRSC (4)
PA (12)

10
10
20

Peso Total (%)

20
20
20

Dimensin Ambiental
ICA
Total

40
100

Referencias: Ed<1ria: % de poblacin que ya no asiste de 15 aos y ms sin nivel primario completo, Eduniversit: % de
poblacin que ya no asiste de 15 aos y ms con nivel de instruccin universitario completo. TMI: Tasa de mortalidad
infantil por mil nacidos vivos, Sobsocial: % de poblacin sin obra social ni mutual, Sretrete: % de poblacin que reside
en viviendas que carecen de inodoro de uso exclusivo o no posee descarga de agua, Hacinam: % de poblacin en hogares con ms de 2 personas por cuarto, ICA: ndice de calidad ambiental (Velzquez y Celemn, 2013), RRBN Recursos
recreativos de base natural, RRSC Recursos recreativos socialmente construidos, PA: Problemas ambientales

Comparacin general del ndice de calidad de vida: 1991-2010


En el Cuadro 2 pueden observarse las estadsticas censales y vitales consideradas en
el ndice de calidad de vida[3], las que permiten afirmar que el complicado panorama
que mostraba la calidad de vida de los argentinos en el 2001, se ha revertido en gran
medida, aunque en forma asimtrica. Las
condiciones socioeconmicas de la poblacin argentina, indudablemente mejoraron
durante el ltimo perodo intercensal.
Con respecto a los indicadores de educacin, se ha registrado una disminucin
sustantiva de la poblacin con escolaridad
deficiente. Esto se vincula con el objetivo de
incrementar la contencin en el sistema educativo formal, aunque probablemente en
un contexto de persistencia de la fragmen[3] No efectuamos comparaciones respecto de las variables ambientales, ya que las utilizadas a partir del 2010 son ms (23
en total) y ms complejas (12 sobre problemas ambientales, 7
sobre RRBN y 4 sobre RRSC) que las utilizadas precedentemente
(inundabilidad, sismicidad, tornados, erosin de suelos y viviendas de fin de semana).

tacin de los circuitos educativos. El otro


extremo de la pirmide educativa, el de la
poblacin universitaria, aument significativamente su proporcin. Durante este lapso,
de la mano del incremento presupuestario
a la educacin superior, se crearon varias
universidades en diferentes puntos del pas,
aumentando as la oportunidad de acceso a
algunos sectores de la poblacin.
La situacin de la salud tambin ha mejorado ostensiblemente. Ms all del proceso de transicin demogrfica, la Argentina ha disminuido su mortalidad infantil
en trminos generales y, como veremos, en
forma sustantiva en algunas de las jurisdicciones ms vulnerables. Por otra parte,
la cobertura de salud tambin se ha incrementado fuertemente, logrando revertir los
retrocesos verificados en el 2001. Este proceso se explica en parte por el incremento
del presupuesto de salud, en parte por el
desempeo del mercado laboral y en parte
por el sensible incremento de la cobertura
previsional durante este lapso.
Los indicadores de vivienda son los que
35

Guillermo A. Velzquez

menos avances evidenciaron. Al deterioro


de las viviendas existentes se suma la an
insuficiente construccin de nuevas unidades destinadas a sectores populares. El
segmento ms dinmico sigui constituyndolo la demanda solvente, destinada
a sectores minoritarios con altos ingresos. Esta situacin muy probablemente
haya mejorado con posterioridad al censo
2010 por la implementacin del programa PROCREAR.
Ahora bien Cmo podramos cuantificar estos avances en trminos comparativos? En otras palabras Cmo cambi la
calidad de vida promedio de los argentinos durante este ltimo lapso?
Para responder a estas preguntas efec-

tuamos una reelaboracin de los datos


presentados en el Cuadro 2. En el Cuado 3 se transformaron en nmeros-ndice (base 2010) los datos de 2001 y 1991
para hacerlos totalmente comparables[4].
A partir de los nmeros-ndice del Cuadro 2 resulta posible establecer los ndices
de calidad de vida promedio para cada
ao (Cuadro 4).
[4] Para transformar en nmeros ndice (base 2010) las tasas de
1991 y 2001, se tomaron las tasas de cada ao y se las refiri al
mximo y mnimo del 2010. Por ejemplo: la TMI de 1991 (21,7
por mil), referida a los mnimos y mximos departamentales de
TMI del 2010 (4 y 40 por mil respectivamente) se corresponde
con un ndice de 0,51. En todos los casos un ndice mayor indica
mejor situacin relativa (tanto para las variables de costo como
para las de beneficio). Recordemos que las variables ambientales
utilizadas no son las mismas, por lo que no pueden ser estandarizadas para los tres aos.

Cuadro 2. Evolucin de indicadores socio-econmicos en Argentina.


Tasas absolutas 1991-2010
Educacin

Salud

Vivienda

TMI

%
poblacin
sin obra
social

% poblacin
hacinada

%
poblacin
sin retrete

3,81

21,7

37,76

27,20(*)

21,86

17,90

4,39

16,6

48,05

29,15

16,86

12,86

6,84

11,9

36,08

28,06

15,16(**)

%
poblacin
<1ria

% poblacin
universitaria

1991

22,08

2001
2010

(*) El dato corresponde a % de hogares


(**) El dato corresponde a poblacin sin retrete con descarga de agua

Fuente: Censos nacionales y elaboracin personal

Cuadro 3. Evolucin de indicadores socio-econmicos en la Argentina.


Nmeros-ndice 1991-2010
Educacin

Salud

Vivienda

%
poblacin
<1ria

% poblacin
universitaria

TMI

%
poblacin
sin obra
social

% poblacin
hacinada

%
poblacin
sin retrete

1991

0,56

0,09

0,51

0,56

0,73

0,49

2001

0,65

0,10

0,65

0,42

0,71

0,51

2010

0,76

0,16

0,78

0,59

0,72

0,65

Fuente: Elaboracin personal a partir del Cuadro 2

36

Cambios recientes en la Argentina Relato o dcada ganada? Un anlisis desde la Geografa

Cuadro 4: ndice de calidad de vida promedio de la poblacin argentina. 1991-2010


ICV

Incremento
absoluto

Tasa anual ()
Longitud del
perodo

1991

4,91

2001

5,23

6,60%

10,5 aos

6,03

2010

6,09

16,39%

9 aos

17,05

Fuente: Elaboracin personal a partir del Cuadro 3.

Vemos que entre 1991 y 2001 el aumento del ICV fue muy escaso, dado que
creci a una tasa de tan slo 6,03
anual. El modesto incremento se debi
ms a las caractersticas de inercia propias de la transicin demogrfica que a
mejoras reales durante esa difcil dcada.
Salvo tragedias muy excepcionales, segn
la teora demogrfica, se espera una paulatina reduccin de la mortalidad infantil
por los avances mdicos y sanitarios. No
obstante se ve claramente como la cobertura social disminuy drsticamente.
Durante esta triste dcada los avances en
escolarizacin fueron muy modestos y en
vivienda casi insignificantes (empeor el
hacinamiento y mejor ligeramente la carencia de retrete).
Durante la ltima dcada (2001-2010),
la situacin es completamente diferente.
La tasa de crecimiento del ndice de cali-

dad de vida (17,05 ) se triplic respecto


del perodo anterior. Tambin se registran
avances sustanciales en educacin y salud
atribuibles a polticas pblicas activas durante estos aos[5]. Como sealamos, en
lo que respecta a vivienda, los logros hasta octubre del 2010 haban resultado an
muy modestos.
Estos elocuentes nmeros generales
nos permiten afirmar que la expresin
dcada ganada utilizada para la Argentina de principios del siglo XXI tiene
mucho ms de realidad que de relato.
Veremos, ms adelante, qu ocurre al
analizar estas situaciones con el detalle
que nos permite la escala departamental/comunal (525 unidades).
[5] En este punto hay cuestionamientos de algunos sectores
respecto de la validez de los datos suministrados por el Sistema
Estadstico Nacional. Sin embargo estos logros han sido reconocidos por diversos organismos internacionales como la UNICEF,
OEA, Banco Mundial, FMI, etc.

37

Guillermo A. Velzquez

Algunos

resultados del ndice de calidad de vida por departamentos y regiones:


comparacin 2001-2010 (mismos intervalos)

Educacin

38

Cambios recientes en la Argentina Relato o dcada ganada? Un anlisis desde la Geografa

Salud

39

Guillermo A. Velzquez

Vivienda

40

Cambios recientes en la Argentina Relato o dcada ganada? Un anlisis desde la Geografa

ndice de calidad de vida (ICV)

Cuadro 5: Calidad de vida en 2001 y 2010.


ndice, cantidad de departamentos y poblacin involucrada
ICV

2001

2010

Poblacin
(miles)

N
departamentos

Poblacin
(miles)

Ndepartamentos/
comunas

muy bajo
(2,35-4,72)
bajo
(4,73-5,64)
medio
(5,65-6,27)

3.329,4

132

536,5

27

10.870,4

132

2.661,0

76

11.934,3

129

8.514,5

117

alto
(6,28-8,56)

10.087,9

117

28.324,3

305

Fuente: Elaboracin personal


Cuadro 6: ndice de Bienestar y posicin por regiones, 2001 y 2010
Regin

2001

2010

Patagonia

6,48 (1ra)

7,03

Pampeana

6,18 (2da)

6,93

Cuyo

6,05 (3ra)

6,91

Metropolitana

5,94 (4ta)

6,77

NOA

5,35 (5ta)

6,33
41

Guillermo A. Velzquez

NEA

4,62 (6ta)

6,01

sigma

0,67

0,40

media

5,77

6,66

mediana

6,00

6,84

Coeficiente de Variacin

11,67%

6,06%

Fuente: Elaboracin personal a partir de los mapas de ICV 2001 y 2010.

Resulta elocuente la disminucin del rea


y, por consiguiente, de la poblacin afectada por bajas condiciones de vida entre 2001
y 2010. Esta situacin queda circunscripta
casi exclusivamente al norte, ms particularmente a la cua ms aislada y despoblada que se interpone entre el NOA y el NEA.
Tambin persisten algunos relictos en el corazn de Corrientes. Fuera del norte, el nico departamento que an persiste en esta
situacin es Chical C en La Pampa.
Por otra parte, el rea y poblacin con
mejores condiciones de vida avanz muchsimo en todo el norte entre 2001 y 2010,
abarcando a las reas ms urbanizadas y
accesibles y alcanzado sectores de provincias que desconocan por completo esta
situacin en el 2001 (Formosa, Chaco,
Corrientes). En las restantes regiones, esta
situacin de mayor bienestar relativo se extiende ms y abarca tambin a mucha ms
poblacin. Es casi la pauta general en la
Regin de Cuyo (fundamentalmente en las
reas de oasis ms poblados). Lo mismo
ocurre en la Regin Pampeana, salvo en
sus periferias norte y oeste y algunos sectores de la pampa deprimida. Respecto de
la RMBA es la situacin predominante en
las reas ms consolidadas de CABA y del
resto de la conurbacin. El resto se sita
en segunda y tercera posicin. Finalmente,
en la Patagonia la situacin ampliamente
mayoritaria es de alta calidad de vida. Slo
en algunas reas de la meseta se desciende
al segundo y tercer nivel de la escala.
En el ao 2001 haba 3,3 millones de
42

argentinos que residan en el 25 % de los


departamentos, caracterizados por muy
bajos ndices de calidad de vida. En el otro
extremo, 10,1 millones residan en el 25 %
de departamentos con las mejores condiciones. La situacin en el 2010 mejora ostensiblemente: el grupo con peor situacin
se reduce a tan slo 27 unidades en donde
residen poco ms de medio milln de habitantes. Cabe destacar que lograr disminuir
de ms de 3 millones a poco ms de medio milln
a los argentinos que padecen muy malas condiciones de vida es un hecho impactante e indito, que
nunca habamos registrado desde que estudiamos
la calidad de vida de la poblacin en la Argentina
a escala departamental (dcada del ochenta).
El otro extremo: el grupo de poblacin
en departamentos con alta calidad de vida
aument en el 2010 a 28,3 millones de personas que residen en 305 unidades. Esto
implica haber multiplicado casi por 3 a los
argentinos que pueden gozar de mejores
condiciones de vida durante la primera dcada del siglo XXI[6].
Vemos que la Patagonia es, en trminos
genricos, la regin con mayor calidad de vida
en la Argentina. Por el contrario, el Nordeste
contina siendo la ms deficitaria en este aspecto, seguida por el Noroeste. Las Regiones
Pampeana y Cuyana se sitan claramente
por arriba del promedio general, mientras
que la Regin Metropolitana lo haba estado
[6] La ltima encuesta de autopercepcin de salud de la poblacin de 60 y ms aos (INDEC, 2014) refleja que la mayora de la
poblacin considera favorablemente su situacin. Las categoras
son: buena (42,5 %), muy buena (11,9 %) y excelente (5,0 %).

Cambios recientes en la Argentina Relato o dcada ganada? Un anlisis desde la Geografa

hasta 1991, pero luego no logra sostener esta


situacin relativa, fundamentalmente en relacin con el deterioro de su calidad ambiental
y el mayor avance relativo en los aspectos socioeconmicos de las regiones Pampeana y
Cuyana, que logran superarla.
Ms all de esta estabilidad en las posiciones regionales resulta destacable la convergencia que se observa entre 2001 y 2010.
La distancia relativa entre las regiones peor
y mejor posicionadas se reduce casi a la mitad (casi 2 puntos en 2001 contra 1 en el

ao 2010). El achicamiento del coeficiente


de variacin a casi la mitad tambin muestra una disminucin de la brecha entre las
diferentes regiones argentinas. Si bien persisten diferencias regionales, su grado se ha
reducido considerablemente.
Esto constituye, por cierto, una situacin
indita respecto de todas las mediciones de
calidad de vida que hemos efectuado desde
la dcada del ochenta hasta la actualidad
para la Argentina a escala departamental.

Referencias bibliogrficas
Argentina. Defensora del Pueblo de L a Nacin (2009). Atlas del Riesgo ambiental de la
niez de la Argentina. Buenos Aires: PNUDUNICEF-OPS-OIT. Disponible en: http://
defensoresymedios.org.ar/wp-content/
uploads/2010/04/Atlas.pdf
Argentina. Direccin Nacional de Poltica
Criminal. (2008). Estadsticas en Materia de
Criminalidad. Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos. Presidencia de la Nacin. Disponible en: http://
www.jus.gov.ar/areas-tematicas/estadisticas-en-materia-de-criminalidad.aspx
Argentina. INDEC (1994). Censo Nacional de
Poblacin, Hogares y Vivienda 1991. Buenos Aires.
Argentina. INDEC (2003). PBG por provincia y sector de actividad econmica.
Disponible en: http://www.mecon.gov.
ar/secpro/dir_cn/documentos/producto_bruto_geografico.xls
Argentina. INDEC (2004). Censo Nacional de
Poblacin, Hogares y Viviendas 2001. Disponible en: www.indec.mecon.gov.ar.
Argentina. INDEC (2004). Censo nacional de
poblacin, hogares y vivienda 2001. Buenos
Aires. Trabajo especial de procesamiento de variables de hbitat 22.144/04.
Argentina. INDEC (2013). Censo Nacional
2010 de poblacin, hogares y viviendas. Resultados definitivos, por provincias, departamentos y localidades. Base de da-

tos REDATAM. Buenos Aires.


Argentina. INDEC (2014). Argentina 2014.
Buenos Aires: INDEC.
Argentina. IRAM (1996). Clasificacin bioambiental de la Repblica Argentina. Buenos
Aires: Instituto Argentino de Normalizacin, pgs. 26.
Chiozza, E. y Figueira, R. (1981-1983). Atlas Total de la Repblica Argentina. Buenos
Aires: Centro Editor de Amrica Latina.
Geosistemas (1997). Mapa de riesgos naturales
en la Argentina (pp. 28-49). Buenos Aires:
Geosistemas.
Vega, A.; Torcida, S.; Velzquez, G. (2006).
Anlisis de la Evolucin de la Tasa de
Mortalidad Infantil en los departamentos de Argentina 19942003. Salud Colectiva, 2 (3), 237-247 (diciembre).Lans: Universidad Nacional de Lans,
Velzquez, G. (2001). Geografa, calidad de vida
y fragmentacin en la Argentina de los noventa.
Anlisis regional y departamental utilizando
SIG, (232 p.). Tandil: CIG-UNCPBA.
Velzquez, G (2008). Geografa y Bienestar. Situacin local, regional y global de la Argentina
luego del Censo de 2001, (556 p.). Buenos
Aires: EUDEBA.
Velzquez, G.; Mikkelsen, C.; Linares, S.; Celemn, J. P. (2014). Geografa y calidad de
vida en Argentina. Ranking del bienestar por
departamentos (2010) (178 p.). Tandil:
IGEHCS/CIG, UNCPBA.
43

Problemticas ambientales de la provincia del Chaco y su


relacin con la salud de la poblacin
Liliana Ramrez(*)
El mdico cura.
solo la Naturaleza sana..
Hipcrates.

El GRAN CHACO es una regin geogrfica


as como tambin un rea cultural de Sudamrica ubicada al norte del Cono Sur (Mapa
1), se extiende en parte de los actuales territorios de la regin del Norte Grande Argentino,
la regin de Mato Grosso y Mato Grosso del
Sur en Brasil. Dentro de la Repblica Argentina, la provincia del Chaco en su totalidad
es parte de esta gran regin. Esta provincia,
por su situacin geogrfica, se emplaza en un
rea de transicin, sometida tanto al avance de los frentes fros como al embate de los
frentes clidos y tanto a la influencia del mar
como a la continentalidad. As se la describe como una provincia con clima subtropical
sin estacin seca al este, y subtropical con
estacin seca al occidente, en pocos kilmetros los ms de 1.200 milmetros anuales de
precipitacin distribuidos en el ao que se registran en el oriente, se convierten en menos
de 500 milmetros al oeste definiendo una
estacin invernal seca. Asimismo el espacio
geogrfico de esta provincia se encuentra
enmarcado al norte y al este por enormes
cursos fluviales como el Bermejo y el Paraguay-Paran, respectivamente. Este panorama se complementa con una suave pendiente
que caracteriza al territorio cuya orientacin
noroeste-sudeste no hace ms que describir
los antepasados de un enorme torrente que
traz el ro Bermejo. El Parque o Bosque
Chaqueo, las Sabanas y los Bosques de Ribera dotaron de una excepcional biodiversidad a la provincia. Durante siglos las etnias

dueas de estos territorios convivieron en


armona con estas condiciones naturales, los
originarios cazadores y recolectores (de ah el
nombre Chaku territorio de cacera) mantuvieron la concordia y la fraternidad con la
naturaleza y se trasladaban y movilizaban de
acuerdo con la cadencia de los acontecimientos que el ambiente les iba sealando.
El siglo XX fue testigo del arribo de los
primeros pobladores, criollos e inmigrantes, que iniciaron el poblamiento de la provincia que hasta 1951 fue territorio nacional. La poblacin no siempre se instal en
sitios apropiados, las actividades econmicas entre las que sobresalen la explotacin
forestal, el cultivo del algodn, la posterior
diversificacin agrcola y la pampeanizacin con la incorporacin de la soja, sorgo,
maz y girasol, lentamente fueron rompiendo la armona que mantena la poblacin
originaria con la naturaleza. As las problemticas ambientales se hicieron cada
vez ms evidentes y actualmente afectan a
colectivos poblacionales que se encuentran
en situacin de vulnerabilidad o riesgo.
En esta contribucin, nuestra mirada
est orientada a exponer los efectos de algunas de las problemticas ambientales sobre la salud de la poblacin, o dicho de otro
modo cules son los estados mrbidos que
se detectan en ocasiones en que las problemticas ambientales emergen y se hacen presentes en espacios geogrficos donde reside
la poblacin. Sin nimo de ser exhaustivos y
como consecuencia del contexto geogrfico
que se describi en los primeros prrafos,
en la provincia del Chaco se han registrado
problemticas o perturbaciones ambienta-

Departamento e Instituto de Geografa, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Nordeste. Laboratorio
de Tecnologas de la Informacin Geogrfica. Facultad de Humanidades. Universidad Nacional del Nordeste. Instituto de
Investigaciones Geohistricas. CONICET, liliana.ramirez.resistencia@gmail.com
(*)

45

Liliana Ramrez

les tales como inundaciones, sequas y escasez de agua, que son inherentes o esenciales
a la naturaleza misma, y otras como la deforestacin y la prdida de la diversidad en las

que la accin antrpica es partcipe necesaria. Cada una de ellas desencadena efectos
sobre la salud humana que intentaremos
describir e ilustrar a continuacin.

Mapa 1. El Gran Chaco

Fuente: Adaptado de The Word Factbook de la CIA

Inundaciones y salud humana


Paoli (2000) sostiene que las inundaciones pueden clasificarse segn distintos
atributos, pero es necesario aclarar que las
mismas se originan a partir de una combinacin de ellos, an cuando alguno pueda
predominar sobre otro. Hecha esta aclaracin, seala que desde el punto de vista del
origen se pueden distinguir: (a) inundaciones por desbordamiento de los cursos de
agua; (b) inundaciones por anegamiento
debido a lluvias locales; y (c) inundaciones
por anegamiento debido al afloramiento de
agua subterrnea. En cualquiera de estos
casos la magnitud debe determinarse teniendo en cuenta la superficie, la profundidad media o las caractersticas de las aguas
y el tiempo de permanencia de las mismas.
Adems de esta primera tipologa, tambin es posible identificarlas segn el espacio o mbito donde ocurren, as las inunda46

ciones son urbanas o rurales, en cada caso


las consecuencias son totalmente dismiles.
En el primer caso el dao sobre la poblacin y la propiedad privada. En el segundo
caso las prdidas sobre la produccin agropecuaria pueden ser millonarias. De acuerdo con un informe del Banco Mundial,
Argentina se encuentra entre los 14 pases
mas afectados por inundaciones rurales y/o
urbanas, alcanzando prdidas superiores al
1,1 % del PIB nacional, este mismo informe
seala que las inundaciones urbanas provocan con frecuencia cada vez mayores perjuicios que aumentan sistemticamente y, a
su vez, la mayor parte de la prdida de vidas
humanas ocurridas durante inundaciones
se verifican en los centros urbanos.
Dentro de las inundaciones urbanas, el
rea Metropolitana del Gran Resistencia
fue protagonista durante el siglo XX y lo
que va del XXI, de episodios que determina-

Problemticas ambientales de la provincia del Chaco y su relacin con la salud de la poblacin

ron situaciones de peligro, desastre, daos


y prdidas de todo tipo. Son sucesos de distinta magnitud y periodicidad que obedecen, principalmente, a causas relacionadas
con eventos pluviales y fluviales superiores
a la media. En esta rea metropolitana las
inundaciones estn determinadas por cualquiera de los siguientes tres factores, o por
la concurrencia de los mismos: 1) crecientes del Ro Paran; 2) lluvias del interior de
la provincia que escurren por la cuenca del
Ro Negro (ste al encontrarse con el Paran a mayor altura que su nivel de base,
se desborda; y 3) ciclo de precipitaciones
torrenciales en la ciudad que, en general,
superan los 60 milmetros en una hora.
En el Grfico 1 se muestran las caractersticas que presentaron las cinco inundaciones ms relevantes que afectaron a
la metrpoli chaquea, al respecto es preciso comentar que cuando la altura del
Ro Paran en el Puerto de Barranqueras
alcanza los 6 metros, la situacin es de
alerta, y cuando llega a los 6,50 metros se
inicia la evacuacin. Como se puede apreciar, en estos cinco momentos la altura
registrada fue superior a 7 metros y de todas ellas la inundacin de 1982/1983 fue
la que caus mayores daos, no solo por

la altura que alcanz el ro Paran, sino


por el tiempo que dur la inundacin provocada por los tres factores que anteriormente se sealaron.
La Imagen 1 fue elaborada por el Instituto Nacional del Agua utilizando imgenes
Landsat. En ella se aprecia el alcance de la
ltima inundacin producida entre los meses de diciembre de 2015 y abril de 2016,
en esta representacin es posible visualizar
a travs de la mancha roja, la extensin que
logr el desborde del cauce principal del
Paran. En el caso del rea Metropolitana
del Gran Resistencia se observa con claridad el efecto de la proteccin de las obras
de defensa para resguardarla del avance
del agua en pocas de inundacin.
La Prefectura Naval Argentina cuenta
con un sistema de registro de altura de los
ros que permite conocer en tiempo real la
situacin en cada puerto en el que se realizan las mediciones, de este modo se informa en qu momento se entra en alerta y
cundo se debe proceder a la evacuacin de
la poblacin. En el Grfico 2 se ha incluido
el seguimiento de la altura del ro Paran
en el Puerto de Barranqueras en el ltimo
ao, se aprecia all la situacin crtica por
la que pas el AMGR en este perodo.

Grfico 1: Principales inundaciones que afectaron al AMGR

47

Liliana Ramrez

Imagen 1. Landsat 8. Clasificacin de superficie inundada.


Incremento 2016-01-14 (rojo) vs 2015-09-08 (azul)

Fuente: Instituto Nacional del Agua


Grfico 2. Registros del puerto Barranquera

Fuente: http://www.prefecturanaval.gov.ar/alturas/grafico.php

Las inundaciones pueden causar efectos sobre la salud de la poblacin durante


las mismas o con posterioridad a su ocurrencia. En el primer caso es posible que se
registre un nmero inesperado de muertes
por ahogamiento, lesiones consistentes en
laceraciones pequeas o perforaciones debido a la presencia de trozos de vidrios o elementos cortantes y tambin pueden ocurrir
electrocuciones o quemaduras por corriente
48

elctrica. En otro orden se puede generar un


aumento de las enfermedades transmisibles
en la comunidad afectada e incrementar el
riesgo de trastornos psicolgicos. A su vez,
en los casos en los que las inundaciones implican reubicar a las personas, si eso ocurre
bajo condiciones de hacinamiento y poca
higiene, puede traer aparejadas afecciones,
como por ejemplo, diarrea aguda, insuficiencia respiratoria aguda, dengue y leptospiro-

Problemticas ambientales de la provincia del Chaco y su relacin con la salud de la poblacin

sis, entre otras (Ministerio de Salud, 2016).


Luego de la inundacin (Imagen 2),
cuando las aguas vuelven a su cauce, la
comunidad se enfrenta a otras consecuencias, existe una devastacin fsica y psicolgica que se prolonga en el tiempo, de modo
que la asistencia y contencin no slo debe
estar presente durante el evento sino que
debe instalarse con mucha fuerza, energa
y continuidad con posterioridad al mismo.
Segn lo sealado por Rojas Arias
(2012), las enfermedades ms comnmente diagnosticadas son las de origen hdrico:
Hepatitis A, clera, diarreas, leptospirosis,
entre otras; tambin pueden sumarse ttanos, gripe y neumona. Sin embargo, hay
que tomar en cuenta que por causa de las
inundaciones se produce el desplazamiento

de poblaciones de animales silvestres como


roedores, lo que puede generar brotes de
hantavirus en las zonas donde es endmico, as como otras enfermedades por contaminacin de alimentos o accidentes por
mordedura de serpientes u otros animales que se encuentran desplazndose. Las
aguas estancadas pueden facilitar la reproduccin de mosquitos y otros vectores, as
que se debe vigilar la posible aparicin de
brotes de dengue y de leishmaniasis, ya que
recientemente se identific el vector principal de la leishmaniasis visceral en las zonas
inundadas del bajo Chaco. Cabe mencionar adems, que por la falta de saneamiento en los albergues donde se encuentra la
poblacin desplazada, pueden surgir brotes de pediculosis y escabiosis (Imagen 3).

Imagen 2. Imgenes de inundacin.

Fuente: infogragrafas seleccionadas de diversos portales medios

49

Liliana Ramrez

Imagen 3. Infografa periodstica que relaciona las inundaciones


con la salud de la poblacin

Sequias, escasez de agua y salud humana


Las caractersticas de la provincia del
Chaco que se describieron en el inicio y
que se derivan de su posicin geogrfica,
nos enfrentan a eventos climticos extremos, es as que las sequas, al igual que las
inundaciones, son sucesos que se presentan con cierta frecuencia y cuyo impacto
en la salud es directo o indirecto. Si bien
la sequa puede ser definida desde distintas perspectivas, en general se la considera como la falta o escasez de agua en una
regin determinada, no correspondiendo
ese estado hdrico a la situacin habitual
de la zona (Fernndez Garca, 1995). Segn trabajos de investigacin realizados
en la regin, las secuencias de perodos
secos de 2, 3 y 4 meses de duracin, consideradas como sequas leves, son las que
concentran la mayor cantidad de casos en
el perodo 1999-2008, mientras que las
sequas moderadas (entre 4 y 6 meses) y
las severas (de 7 meses y ms) se suceden
con menor frecuencia (Gmez y Prez,
2011). En el Mapa 2, disponible en el Atlas
Condiciones Ambientales y Educacin
correspondiente al Proyecto Mapa Educativo Nacional, se aprecian las regiones
cuasi-meridianas segn el tipo de sequa
50

que es ms frecuente, esta situacin se corresponde, entre otras cuestiones, con la


paulatina disminucin de precipitaciones
en sentido este-oeste.
Los impactos producidos por sequas
pueden exacerbarse cuando suceden en
regiones que presentan escasos recursos
hdricos, o que no tienen un manejo adecuado del agua, o con un balance negativo
entre la demanda de agua y la disponibilidad del recurso, tal descripcin se corresponde con lo que sucede en el Chaco. De
este modo las sequas frecuentes, sumadas
a la escasez de agua por alguno de los factores antes citados o por la conjuncin de
ellos, determina una regin que tiene que
recurrir a diversas estrategias para obtener agua, tanto para el consumo humano
como para la produccin agrcola, ganadera, industrial, etc.
Los efectos de la sequa sobre la salud
de la poblacin son importantes aunque
no se presentan con tanta inmediatez
como sucede con las inundaciones. Las sequas pueden disminuir la calidad del aire y
agravar la salud de las personas con ciertas
afecciones. Por ejemplo, poblacin expuesta a las nubes de polvo experimentan un
riesgo mayor de contraer neumona del
polvo, un tipo de neumona, en ocasiones

Problemticas ambientales de la provincia del Chaco y su relacin con la salud de la poblacin

mortal, que se produce cuando el polvo llena los pulmones y los inflama, lo que causa
fiebre alta, tos, dolor de pecho y dificultades para respirar (CDC, 2014). Tambin se
presentan con mayor frecuencia la neumona bacteriana, las enfermedades respiratorias crnicas y el asma.
En otro orden la sequa tambin produce afecciones en la piel y alergias. La
ausencia de precipitaciones impide que la
atmsfera se limpie de contaminacin y
polen, agravando la situacin por la que
atraviesa la poblacin alrgica. La dificultad de asociar la sequa con los efectos
sobre la salud tiene que ver con que sus
consecuencias no son inmediatas, por lo
general son indirectas de larga duracin,
de tipo crnico y no siempre son fciles de
predecir o controlar (CDC, 2014).
Una de las mayores amenazas es la conjuncin de la sequa con escasez de agua
por falta de una adecuada gestin para
acercarla a la poblacin. Cuando esto sucede se potencia la utilizacin de agua no
segura, ya sea para beber y cocinar, para la
higiene o para regar cultivos alimentarios.
En la provincia del Chaco, en 2010 slo
el 76,54 % de la poblacin tena acceso al
agua de red, casi un 10 % an consuma
agua de lluvia, alrededor de un 8 % empleaba el agua de pozo y un 5 % reciba el agua
a travs de transporte de cisterna. Estos
datos desagregados por municipio permitieron elaborar un ndice de criticidad que
se expone en el Mapa 3, en el que se visualiza la situacin por la que atravesaba casi
el 15 % de la poblacin chaquea ubicada
con mayor preferencia en el sudoeste.
La situacin se agrava an ms al considerar que el Chaco presenta, en gran
parte de su territorio, niveles no aceptables de arsnico en aguas subterrneas.
Actualmente la Organizacin Mundial de
la Salud recomienda 10 g/litro = 0,10

mg/l = 0,01 g/litro. En el Mapa 4 vemos


que este valor es superado en casi toda la
jurisdiccin chaquea.
La exposicin prolongada al arsnico
a travs del consumo de agua y alimentos
contaminados puede derivar en una gran
diversidad de estados mrbidos. Es un qumico contaminante que se acumula en el
cuerpo y genera enfermedades como cncer, cirrosis y lesiones cutneas. Tambin
est asociado a problemas de desarrollo,
enfermedades cardiovasculares, neurotoxicidad y diabetes.
Sin embargo sus efectos pueden diferenciarse si se ingiere en altas o bajas
concentraciones. En el primer caso provoca nuseas, vmitos y diarrea en forma
brusca. En menores dosis pero en forma
continua y prolongada, genera la enfermedad llamada hidroarsenicismo crnico
regional endmico (HACRE), que tiene
sntomas progresivos y que suelen confundirse con los de otros estados mrbidos.
Son comunes los clicos abdominales,
diarreas leves, engrosamiento de palmas
y plantas (queratodermia), pigmentacin
aumentada del tronco, hasta llegar a lesiones degenerativas del hgado, repercusiones en el aparato respiratorio, lesiones en
la piel, tumores cutneos malignos, cncer
en rganos internos, problemas cardacos
y vasculares, alteraciones neurolgicas,
trastornos de la personalidad e infertilidad
(Cormillot, 2016).
Una vez que el arsnico ingresa al cuerpo no se puede eliminar, se acumula y genera enfermedad crnica. Si bien los efectos txicos del arsnico afectan a personas
de todas las edades, se han identificado
como grupos ms susceptibles los nios,
las mujeres embarazadas y en lactancia, y
las personas con estado nutricional deficitario o con enfermedades preexistentes
(sobre todo renales y hepticas).

51

Liliana Ramrez

Mapa 2. Tipos de sequa en el Chaco

Fuente: Mapa educativo nacional. Condiciones Ambientales y Educacin


Disponible en: http://www.mapaeducativo.edu.ar/#
Mapa 3. Procedencia de agua para bebe y cocinar

Fuente: Ramrez, 2013, p. 6

52

Problemticas ambientales de la provincia del Chaco y su relacin con la salud de la poblacin

Mapa 4. Arsnico en agua subterrnea

Fuente: Administracin Provincial del Agua, Provincia del Chaco, 2105


Imagen 4. Infografa periodstica relacionada a la sequa y escasez de agua

53

Liliana Ramrez

Imagen 5. Infografa periodstica relacionada a la sequa y escasez de agua

Deforestacin,

avance de la frontera
agrcola y salud humana

Las problemticas ambientales no slo


son de origen natural, su gnesis tambin
se asocia a acciones antrpicas inadecuadas que desencadenan problemticas en
ambientes tanto urbanos como rurales y
a diferentes escalas geogrficas. Segn un
informe de la Secretara de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Provincia, en el
Chaco la prdida de superficie boscosa correspondiente a la regin del Parque Chaqueo fue de 117.974 hectreas entre 1998
y 2002 con una tasa anual de deforestacin
de -0.57 % para el perodo analizado.
En otra investigacin, Cuadra (2012)
seala:
En 1980, el espacio cubierto por bosques
nativos fue de 5,5 millones de hectreas en
el Chaco y, posteriormente, la Direccin de
Bosques de esta provincia, como resultado
de sendos inventarios forestales, dio a conocer que en 2005 y 2011 la cobertura alcanzaba los 4,9 millones de hectreas. Ello
equivaldra a una disminucin de 600.000
hectreas de bosques nativos en veinticinco
aos (entre 1980-2005) y, luego, se mostr
54

invariable durante seis aos (2005-2011). En


el marco de este debate, el Centro de Estudios Sociales Nelson Mandela sostiene que
en 2004 las existencias cubran una superficie de 3,9 millones de hectreas, es decir, que
habran sufrido una reduccin de 1,6 millones de hectreas en un lapso de veinticuatro
aos y, ms tarde, entre 2004 y 2010 se perdieron 300.000 hectreas, quedando un remanente de 3,6 millones de hectreas para el
2010. De lo detallado queda una brecha de
1,3 millones de hectreas que no son para
nada- despreciables, pues estaran determinando dos situaciones muy diferentes: que la
mitad de la superficie provincial estara cubierta por bosques nativos (discurso oficial)
o solamente algo ms de un tercio (versin
extraoficial) (Cuadra, 2012, p. 15).

La deforestacin fue acompaada de


un aumento progresivo de la superficie
implantada por cultivos (Grfico 3) que
basados en los beneficios de los paquetes agrotecnolgicos, generaron alto rendimiento y produccin por hectrea. Los
costos de este beneficio para unos pocos
fueron, sin nimo de ser exhaustivos, la
prdida de la biodiversidad, la degradacin de los suelos, el xodo de familias que
se sumaron a la pobreza urbana, la prdi-

Problemticas ambientales de la provincia del Chaco y su relacin con la salud de la poblacin

da de la diversidad cultural y un ambiente


muy contaminado con agroqumicos de
todo tipo: herbicidas, insecticidas, acaricidas. Como ejemplo de este comentario se
aprecia en el Grfico 4, que en Argentina,
el rendimiento promedio en 1994 fue de

2,2 toneladas por hectrea y en 2010 fue


de 3 toneladas por hectrea, aument un
30 % el rendimiento promedio de los cultivos pero en el mismo perodo se consumi un 858 % ms de agroqumicos (Red
de Mdicos de Pueblos Fumigados, 2013).

Grfico 3. Evolucin de la superficie implantada con los principales


cultivos del Chaco (algodn, soja, trigo, maz)

Grfico 4. Evolucin de indicadores agrarios

Fuente: http://ultera.blogspot.com.ar/2013/06/el-consumo-de-agrotoxicos-en-argentina.html

Un nmero cada vez mayor de estudios


sobre las enfermedades infecciosas emergentes, seala a las alteraciones producidas en la cubierta vegetal y en la utilizacin
de la tierra, entre ellas, los cambios de la
cubierta forestal (en particular, la deforestacin y la parcelacin de los bosques),
junto con la urbanizacin y el aumento
de la actividad agrcola como principales

factores contribuyentes a la aparicin de


enfermedades infecciosas. Efectivamente,
el aumento actual coincide con el ritmo
acelerado de deforestacin tropical en las
ltimas dcadas. Hoy en da, tanto la deforestacin como las enfermedades infecciosas emergentes siguen asocindose en
gran parte con las regiones tropicales pero
con repercusiones que se extienden a nivel
55

Liliana Ramrez

mundial. Ambas se entrelazan a su vez con


cuestiones de desarrollo econmico, utilizacin de las tierras y gobernanza, exigiendo de este modo soluciones de carcter
transectorial (Wilcox y Ellis, 2013).
La deforestacin conlleva un cambio de
hbitat, los mosquitos proliferan en reas
taladas, debido a que su reproduccin
tiene lugar en el gran nmero de cuerpos
de agua estancada. Tambin se facilita la
transmisin de enfermedades porque ciertas especies de animales forestales desaparecen del rea, con lo que aumenta la poblacin de insectos; y la deforestacin y la
caza hacen que desaparezcan los enemigos
naturales de los roedores, por lo que stos
se multiplican y pueden trasmitir el tifus y
la rabia (PRB, Nexos, 2002).
El complemento de la desforestacin
es la agroindustria, la que, acompaada
por la aplicacin de agroqumicos, plaguicidas, herbicidas, insecticidas, acaricidas,
fungicidas y el abuso de antibiticos, son
los principales promotores de cambios
genticos de origen antropognico, que
inducen resistencia a los plaguicidas en insectos que son vectores de enfermedades

y desencadenan la aparicin de bacterias


resistentes a los antibiticos. Adems, la
contaminacin ambiental por falta de
saneamiento, la mayor precipitacin pluvial generada por fenmenos extremos
vinculados con el cambio climtico y el
aumento de la escorrenta causado por
las superficies impermeables creadas por
el crecimiento de las manchas urbanas,
han estado asociados con enfermedades
como la leptospirosis y lacriptosporidiosis,
mientras que los contaminantes qumicos
como nutrientes y fertilizantes constituyen
una causa importante de intoxicaciones
alimentarias (PAHO, 2016).
Consecuencia de estas situaciones, en
las ltimas dcadas una multiplicidad de
denuncias se han presentado en el Chaco,
organizaciones sociales, vecinos o pequeos productores, ante la prdida de cultivos, animales y ante la sospecha o certeza
de la aparicin de estados mrbidos asociados a las fumigaciones, optaron por
manifestarse y realizar presentaciones judiciales, muchas de las cuales han tenido resultados favorables a ellos. En el Mapa 5 se
muestran algunas de estas presentaciones.

Mapa 5: Denuncias por fumigaciones en la Provincia del Chaco

Fuente: elaboracin personal


56

Problemticas ambientales de la provincia del Chaco y su relacin con la salud de la poblacin

Imagen 6. Infografa periodstica relacionada a las fumigaciones en el Chaco

Conclusiones
Maximilian Sorre, gegrafo francs escribi en 1943:
Signos muy leves nos advierten que ante
nuestros ojos los climas deben continuar
variando. El ambiente natural en el cual vivimos se modifica sin cesar y el destino de las
enfermedades infeccionas nos lo muestran
ingenioso al variar sus modos de ataque.
La sumatoria de esas influencias har inclinar la balanza un da: nosotros hemos visto
a la ecmene crecer y unificarse; aunque el
hombre contribuya personalmente con sus
locuras, se retractar y se fragmentar. Tal
vez los testimonios de la decadencia de la era
humana no tengan ms que una conciencia
oscura y disminuida (Les fondements biologiques, 1943, p. 417).

Resulta difcil pensar que desde la fecha en que esta expresin fue escrita se ha
hecho tan poco por nuestro planeta, por
nuestro lugar, por nuestro hogar.
La OMS seala que las tres cuartas partes
de las cincuenta millones de muertes anuales, corresponden a enfermedades relacionadas con el ambiente. El 12 de marzo de 2016,
el centro de prensa de la OMS public:
Se estima que en 2012 perdieron la vida
12,6 millones de personas por vivir o traba-

jar en ambientes poco saludables: casi una


cuarta parte del total mundial de muertes.
Los factores de riesgo ambientales, como la
contaminacin del aire, el agua y el suelo, la
exposicin a los productos qumicos, el cambio climtico y la radiacin ultravioleta son
algunos de los factores.

Es un hecho que los efectos del ambiente en la salud son cada vez ms evidentes.
Frente a ello, dentro de la academia, la
perspectiva de los determinantes ambientales y sociales de la salud parece estar
cada vez ms firme, se robustecen las metodologas de anlisis, se genera cada vez
ms conocimiento y ello permite que se
ensayen y pongan en vigencia normativas
que ayudan a contrarrestar tantas acciones
antrpicas devastadoras del ambiente y de
la salud. Esperamos que los resultados beneficiosos de estas investigaciones y acciones no se hagan esperar ya que no se puede
esperar mucho tiempo.
Sin embargo, el cuidado y mejoramiento
por el ambiente tiene que ir acompaado
de una mejora en las condiciones educativas y sociales de la poblacin, por eso queremos finalizar con una expresin de uno de
57

Liliana Ramrez

los mejores ministros de salud pblica de


nuestro pas, Ramn Carrillo: Frente a las
enfermedades que genera la miseria, frente

a la tristeza, la angustia y el infortunio social


de los pueblos, los microbios, como causas
de enfermedad, son unas pobres causas.

Bibliografa
Arroyave G, Mejia LA. (2010). Fivedecades
of vitamin A studies in theregion of Central America and Panama. FoodNutr Bull.
Marzo 31 (1), 11829.
Centers for Disease Control and Prevention-CDC (2014). Salud pblica y sequas: retos para el siglo veintiuno [consultado el 16 de abril de 2016].
Cormillot, A. (2016). Arsnico en el agua: peligro grave para la salud. Disponible en: http://
drcormillot.com/arsenico-agua-peligro-grave-la-salud/
Cuadra, D. (2012). La problemtica forestal
en la provincia del Chaco, Argentina. Un
anlisis desde la Geografa. Revista Geogrfica Digital, Ao 9 (18) (julio-diciembre
2012. Resistencia, Chaco: IGUNNE. Facultad de Humanidades. UNNE. ISSN
1668-5180. Disponible en: http://hum.
unne.edu.ar/revistas/geoweb/default.htm
Fernndez Garca, F. (1996). Manual de Climatologa Aplicada. Clima, Medio Ambiente
y Planificacin. Madrid.
Gmez, C. y Prez, M. (2011). Las Sequas
en el Nordeste Argentino. Anlisis de
su Variabilidad Temporal y Espacial durante el perodo 1931/2008. Reunin de
Comunicaciones Cientficas y Tcnicas. UNNE.
Disponible en: http://www.unne.edu.ar/
unnevieja/investigacion/com2011/CHWeb/CH-024.pdf
Ministerio de Salud de la Nacin (2016).
Inundaciones [consultado el 26 de
marzo de 2016]. Disponible en: http://
www.msal.gob.ar/salud-y-desastres/
index.php/riesgos-de-desastres-en-argentina/principales-amenazas/inundaciones.
PAHO. Medio Ambiente y Seguridad Humana
(2016) [consultado el 20 de diciembre de
2015]. Disponible en: http://www.paho.
58

org/saludenlasamericas/index.php?view=article&catid=24%3Achapters&id=56%3Atheenvironmentandhumansecurity&tmpl=component&
Paoli, C. (2000). Crecidas e Inundaciones:
Un problema de Gestin. Simposio de las
Inundaciones en la Repblica Argentina. Resistencia Chaco.
Population Reference Bureau. Nexos (2002).
La gente sana necesita bosques sanos
poblacin y deforestacin [consultado
el 12 de marzo de 2016]. disponible en:
http://www.prb.org/pdf/HealthyPeopleNeed_Sp.pdf.
R amrez, L. (2013). El acceso al agua potable en el Chaco [Argentina] y los progresos hacia el objetivo del milenio. Una
mirada a travs de la elaboracin de un
ndice de criticidad. Revista Geogrfica Digital. Ao 10 (20) (julio-diciembre 2013).
Resistencia, Chaco: IGUNNE. Facultad
de Humanidades. UNNE. ISSN 16685180. Disponible en: http://hum.unne.
edu.ar/revistas/geoweb/default.htm
Red de Mdicos de Pueblos Fumigados (2013).
El consumo de agrotxicos en Argentina aumenta continuamente. Disponible en: http://
ultera.blogspot.com.ar/2013/06/el-consumo-de-agrotoxicos-en-argentina.html
Rojas de Arias, A. (2012). El impacto de las
inundaciones sobre las enfermedades
[consultado el 26 de marzo de 2016].
Disponible en: http://www.paho.org/
blogs/par/tematico/?p=44.
Wilcox, B. y Ellis, B. (2013). Los bosques y
la aparicin de nuevas enfermedades
infecciosas en los seres humanos. FAO.
Departamento de Montes [consultado
el 20 de abril de 2016]. Disponible en:
http://www.fao.org/docrep/009/a0789s/
a0789s03.htm.

Urbanizacin argentina e inundaciones de Argentina


Desconocimiento de la dinmica natural de llanuras o
especulacin ante modelo de apropiacin?
Mara Celia Garcia(*)

Introduccin
En Argentina se generaliza el trmino
de desastre natural, cuando poblacin
y partes de ciudades son inundadas. Pero
para quienes hacemos Geografa (ciencia
social desde la cual intentamos localizar,
analizar, comparar y explicar lo que ocurre
en un espacio geogrfico, territorio o paisaje), sabemos que procesos como el crecimiento urbano y la extensin de ciudades
en la zona de llanuras, llegan a ocupar las
partes de valles fluviales denominadas llanuras inundables (forma de relieve abordada desde la Geografa Fsica, construidas
por aportes de sedimentos de las crecidas
de un curso fluvial; y que por lo tanto, se
inundan). Este proceso llega a comprometer salud, saneamiento e inclusive a prdida de vidas en reas inundadas.
Algunos actores sociales, sin embargo,
piensan que con rellenar el terreno y construir un edificio con ciertas normas de seguridad, el agua no va a llegar ms hasta el
lugar. Eso es desconocimiento, ignorancia
o puede tratarse de especulacin de parte de quienes construyen edificios (siempre
van a encontrar a gente desesperada e ignota, que compren ese bien y asuman las
consecuencias de inundarse). Por tanto ya
no se trata de un desastre natural, sino de
un problema ambiental.
El tema que se intenta exponer y se
enuncia como importante para Argentina,
intenta analizar, relacionar y constatar las

posibles causas asociadas a la repeticin de


tantas inundaciones en reas urbanas. Las
categoras de anlisis del trabajo se consideraron en torno a las ms importantes:
urbanizacin y crecimiento de ciudades,
dinmicas de llanuras, inundaciones y
Cuenca del Plata. Las mismas se definen
de acuerdo a principales aportes de autores especialistas, y se intentan caracterizar
a partir de principales elementos y factores
que intervienen, clasificaciones e imgenes.
Para el caso de la llanura y Cuenca del
Plata, se la define y clasifica en su marco
geolgico, climtico y geomorfolgico. Al
abordar el proceso de poblamiento y urbanizacin, se hace hincapi en el proceso de apropiacin de los recursos que regionalmente implica el crecimiento de las
ciudades. Y para el caso de inundaciones y
sus efectos y prevencin, se muestran imgenes y mapas de casos concretos ocurridos en ciudades y zonas de la llanura en
cuestin, y discute en torno al modelo urbano en el que prima acceso a la tierra, y
las modificaciones introducidas cambian
la dinmica natural. Para ello, considerando la dinmica natural de inundaciones, y
luego de hacer un poco de historia de la
apropiacin de los suelos y llanuras de la
Argentina; se intentar diferenciar si estos
problemas ambientales surgen por: a) el
desconocimiento de la dinmica de crecidas fluviales en llanuras inundables, b) el
manejo inapropiado de tierras donde pre-

Centro de Investigaciones Geogrficas (CIG). Instituto de Geografa, Historia y Ciencias Sociales (IGEHCS).
Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires/CONICET,
mariaceliagarcialarramendy@gmail.com
(*)

59

Mara Celia Garcia

tende emplazarse a la poblacin (donde


ignorancia, desidia, y falta de recurso suelo
para emplazarse pueden conjugarse), y/o,
c) simplemente se ha tratado de especulacin inmobiliaria, de algunos actores que
se benefician por la venta de terrenos y/o
inmuebles localizados en zonas inundables
(los que, en definitiva van a afectar a compradores improvisados y/o desesperados).

Principales

puntos del desarrollo del

tema

En la cuenca del Ro de la Plata, Argentina, siendo un mbito especficamente de


llanura (rellenando una cubeta sedimentaria sobre un ambiente de plataforma
del Cratn Rio de la Plata), una avenida o
crecida fluvial, siempre viene asociada a la
inundacin de las planicies a ambos lados
del valle. Por algo reciben el nombre de planicies o llanuras de inundacin.
Siguiendo este criterio, y para no desconocer la importancia y riesgos asociados
a esa dinmica natural (como as ya lo explicaban estudios geomorfolgicos desde
hace al menos, ms de un siglo), el rea en
cuestin, debe dejarse destinado a espacio
verde, a que entre crecidas forme un humedal, el cual, tanto desde el punto de vista hidrogrfico como biogeogrfico acta como
una esponja y permite mayor biodiversidad.
Ante la importancia de este tema, deberamos recordar aportes del estudio de
valle fluvial como los de gegrafos y geomorflogos anglosajones. Y sobre todo
aquellos aplicados al planeamiento urbano
o de decisin de destinos o usos y ocupacin del suelo, insistiendo en que no slo
las modificaciones naturales sobre el valle,
llevan a cambios en su dinmica, sino que
la rapidez y capacidad de crear cambios
artificiales (por parte de la sociedad), no
siempre redunda en beneficio de la sociedad, y en el caso de inundaciones, empeora
las cuestiones en lo local o a lo sumo traslada sus efectos nocivos hacia otras zonas
60

que antes no se inundaban.


Por tanto, en este trabajo, es importante ver qu le ha ocurrido a las llanuras del
Centro y Este de Argentina (cuenca del Plata,
comnmente llamada Paran-Plata por el
desarrollo de este eje y lo que estos dos ros
significan), que se ha constituido en el lugar
de emplazamiento de las principales ciudades y mayormente habitada por poblacin
urbana de la Repblica Argentina.
En este intento se sostiene que se debe
intentar sintetizar no slo sus principales
caractersticas, los criterios de clasificacin
y procesos de formacin de llanuras, sino
tambin intentar reconocer sus principales
procesos naturales que hace a su dinmica (y entre las que crecidas e inundaciones
de sus cursos fluviales, nunca debera estar
ausente). Del mismo modo, y con el mismo grado de atencin que esa dinmica,
tambin se deben ver desde cundo, de
qu maneras y debido a qu o cules razones, estas tierras fueron habitadas, y poner
nfasis en diferenciar los ritmos de modificaciones impresas por la sociedad, hasta
conseguir construir su actual territorio.
La razn de escoger este tema para esta
presentacin es muy sencilla. En nuestras
llanuras se ha materializado la radicacin
de ms del 92 % de la poblacin del pas;
y por otro lado las inundaciones se repiten
con consecuencias muy severas, las que
no deberan ser consideradas nicamente
como un riesgo, una vez y luego de haberse
producido. En cada suceso se repiten saldos histricos de daos (no slo materiales,
sino humanos), que como se sostiene aqu
(desde un enfoque bien geogrfico), estn
mal catalogados como desastres naturales.
Si es verdad que cada inundacin se convierte en verdaderas catstrofes para el
conjunto de la sociedad que las padece, y
que slo en algunos casos son visibilizados
por gobiernos antes de su ocurrencia. Pero,
muchas inundaciones se producen por ignorancia, arrogancia y hasta especulacin

Urbanizacin argentina e inundaciones de Argentina Desconocimiento de la dinmica...

de quienes desconocen la dinmica natural.


La Cuenca del Plata histricamente ha
articulado la produccin de la Argentina
oriental con el principal corredor del transporte interior y exterior del territorio, y a
gran parte de la produccin nacional desde los puertos sobre el Paran y el Ro de
La Plata. En su extensin como sistema, se
destaca una amplia llanura que ocupa el
centro y este de Argentina, y cuyos principales ros peridicamente crecen afectando sus planicies inundables.
Desde el campo de estudio de la Geografa, se viene analizando que las crecidas
de sus principales afluentes cada vez muestran mayores distorsiones en la materializacin de crecidas (tanto por los meses en
los que se producen, como por el tiempo
en que afectan a zonas pobladas y su repeticin creando saldos catastrficos).
Por tanto es importante considerar tanto la dinmica natural de la formacin de

la cuenca, intentar evaluar si las inundaciones que producen son una amenaza natural o se acenta como catstrofe al desconocer el manejo de la cuenca, sin dejar de
considerar su importancia como recurso
natural, proveedora de recursos para el
abastecimiento de poblaciones y emplazamiento de ciudades (as como para mejorar el transporte de bienes, a los procesos
industriales, abastecer de energa elctrica,
desarrollo turismo, etc.).
En el abordaje de este tema, algunas
imgenes nos pueden servir como disparadores, contemplando sus grandes unidades geomorfolgicas desde mapas del
Atlas Total Fsico de la Repblica Argentina; y por otro lado contraponiendo mapas de Densidad de poblacin por estados provinciales, o de principales ncleos
urbanos de Argentina (con datos del Instituto Nacional de Estadsticas y Censos
INDEC) (Imagen 1).

Imagen 1

61

Mara Celia Garcia

Las categoras de anlisis del trabajo se consideraron en torno a las ms


importantes: urbanizacin y crecimiento de
ciudades, dinmicas de llanuras, inundaciones y Cuenca del Plata. Las mismas se
definen de acuerdo a principales aportes
existentes desde autores especialistas, se
intentan caracterizar a partir de principales
elementos y factores que intervienen, clasificaciones, empleo de imgenes, grficos y
mapas. Para el caso de la llanura y Cuenca
del Plata, se la define y clasifica en su marco
geolgico, climtico y geomorfolgico. Desde el punto de vista del proceso de poblamiento y urbanizacin, se hace hincapi en
el proceso de apropiacin de los recursos
que regionalmente implica el crecimiento de
las ciudades. Y para el caso de inundaciones
y sus efectos y prevencin, se muestran imgenes y mapas propios de casos concretos
ocurridos en ciudades y zonas de la llanura
en cuestin, haciendo el anlisis en torno al
modelo urbano en el que prima el problema
de acceso a la tierra, y las modificaciones
introducidas en la dinmica natural.

Urbanizacin y emplazamiento de ciudades en llanuras

Existe un consenso entre cientistas sociales (del mundo y de la Argentina), en considerar la importancia que tienen las llanuras
para la instalacin humana, as como las
implicancias y cambios que significan las
modificaciones introducidas por el hombre
en la dinmica de las llanuras. Entre estas
posturas Humanas y Econmicas de llanuras y cuencas fluviales podemos mencionar
a: F. Ameghino; E. Bruniard, A. Brailovsky;
E. Chiozza; E. Chiozza y R. Figueira; A. Palese de Torre, en F. De Aparicio y H. Difrieri;
M. Garcia a); M. Garcia b); M. C. Garcia a);
M. C. Garcia b), C. Natenzon; E. Quintana
Crespo; J. Tricart; A. Orozco Njera.
A nivel mundial, las llanuras aluviales y
elicas se han reconocido como los ambientes ms antiguamente y densamente habi62

tados, y por tanto al ser empleados como


emplazamiento humano han sido modificados por la sociedad. En Argentina, Federico Daus, destaca que En la Argentina, el
espacio geogrfico de mayor aptitud para
la produccin masiva y de calidad es la llanura del mbito pampeano. Insiste en que
es un pilar de crecimiento del pas, para su
actividad industrial, acceso a la hidroelectricidad y a vas de comunicacin internacional (Daus, 1946, p. 89). El conocimiento de
la formacin de las llanuras como cuenca
sedimentaria no es tal vez tan importante
como el conocimiento de su clima y los cursos de agua y su dinmica que conforman
su sistema hidrogrfico, as como de las caractersticas de los suelos presentes en dicha
llanura. Esto resulta primordial para el poblamiento y la economa humana.
El ms grandioso de nuestros sistemas fluviales es el del Plata, cuyos tributarios principales son, en orden de importancia, Paran,
Paraguay y Paran. Cuando la cuenca excede
a un territorio (enmarcado polticamente), se
dificulta el proceso de estudio de alimentacin (con datos meteorolgicos y de aforo
con periodicidad de sus caudales), y manejo; lo cual debe considerarse indispensable
para comprender, no slo sus variaciones y
posibilidades de uso, sino para comprender
y prevenir las crecidas e inundaciones.
Las modificaciones introducidas en la
dinmica de formacin de esta llanura y
cuenca se pueden traducir en: rectificaciones de cursos, adecuaciones y construcciones portuarias y de defensas ante dinmicas
de inundacin y de erosin, construccin
de diques, embalses y terraplenes con fines de generacin de hidroelectricidad,
manejo de inundaciones y hasta zonas de
relleno y plderes. Para 1980 esta cuenca
fluvial de llanura albergaba al 70 % de su
poblacin. Hoy, residen el 90 % de quienes
viven en Argentina, con un 79 % de ellos
emplazados en llanura ondulada y la costa
derecha del Paran-Plata.

Urbanizacin argentina e inundaciones de Argentina Desconocimiento de la dinmica...

El uso de los recursos de llanura y las modificaciones de cursos, formas del terreno, suelo y biota, seguramente comenz de la mano
de pueblos nativos y originarios. Por ello se
ha elaborado una divisin en seis etapas, con
una interpretacin propia (de acuerdo a los
contenidos que se enmarcan en Geografa
Regional Argentina y Geografa Argentina II; y
ampliando las etapas de historia econmica
y de desarrollo del territorio argentino enunciadas y propuestas por Brailovsky y Foguelman en su libro Memoria Verde).
Desde los pueblos y comunidades nativas que habitaron estas tierras de llanuras y
cuencas fluviales, hasta la explosin de ciudades a mediados del siglo XX, mucha agua
ha pasado, inundado y llevado a muchos.
En Argentina se diferencian partes Chaquea, y Pampeana, aunque deberan reconocerse tambin Planicies Correntinas (Lomadas y esteros correntinos, Bajos del Ro
Corrientes, Planicie de malezales del Aguapey a Miriay de Bruniard 1986), y planicies
onduladas de lomadas entrerrianas y Delta
(Rampa, 1961; Chiozza y Figueira, 1982).
En CHAQUEA se dio una lenta incorporacin social y poltica, junto a un acelerado proceso de explotacin del bosque
y monte, extensin de frontera agrcola y
pampeanizacin, ganadera extensiva, ganadera con actividades silvopastoriles, ganadera de vacuna criolla e ndica, porcina,
y equina. Pesca en agua dulce, turismo y va
navegable eje Paraguay-Paran. Muy reiteradas inundaciones en planicies inundables
y en humedales cercanos a sus principales
ciudades, localizadas en costa fluvial y cuya
extensin llev a ocupar planicies afectadas
por crecidas. As encontramos reiteradas
inundaciones que afectan a ciudades capitales de Formosa y Chaco.
Para la capital de Chaco, Resistencia, es
muy importante considerar la ocupacin de
humedades en el rea costera, que afectan a
barrios de Gran Resistencia y ms al sur abarca casi totalmente al damero de Puerto Vile-

las. Si bien estas zonas de inundaciones recurrentes, aparecen en imgenes de satlite,


en estudios de prevencin y hasta sealada
como zona de uso restringido en el Mapa de
Administracin de Riesgos al Agua, sin embargo forman parte de las imgenes de inundados de aos hmedos aunque con ejemplos cada vez ms frecuentes. Al sur de la
Chaquea se destaca la Llanura Pampeana.
PAMPEANA o PAMPA, muy urbanizada, permiti desde una Ganadera extensiva
(aunque cada cada vez ms intensiva), la localizacin de un centro portuario y poltico
con Agricultura de cereales exportables, el
nacimiento de ciudades, el afianzamiento de
actividades y un poblamiento cuya historia
marc la formacin de grandes ciudades e industrias, as como cultivos forrajeros, de oleaginosas industriales y hasta la denominada
Sojizacin, con nuevos cambios en el destino
de tierras agropecuarias. Un crecimiento importante de sus ciudades se produce en planicies inundables de ros y arroyos. El crecimiento de las ciudades no siempre es acompaado
de extensin de equipamientos y servicios
esenciales (agua potable y cloacas). Por ello al
peligro potencial que significa la extensin de
estas ciudades hacia zonas bajas y/o de planicies inundables, se le agrega la vulnerabilidad
de la poblacin afectada.
En la margen santafecina y bonaerense de
esta llanura Pampeana, valles que conformaron la planicie ondulada, forma parte de un
litoral altamente modificado por la historia
de conformacin de nuestro territorio nacional. En ese eje fluvial, las crecidas de arroyos
y ros encuentran tal grado de modificacin
(impermeabilizacin de cuencas, rectificacin de cursos, relleno de humedales y construccin de barrios), que ante las mximas
precipitaciones (en estaciones de fines de
verano y a mediados de primavera), producen inundaciones no tan importantes por la
crecida por caudal, sino por el problema de
escurrimiento (Imagen 2 Emprendimientos
inmobiliarios cuenca Ro Lujn).
63

Mara Celia Garcia

Imagen 2. Empleo de Llanura de inundacin en cuenca Ro Lujn

Fuente: imagen provista en la web con publicidad de barrios cerrados

Llanuras, cuencas y cuencas fluviales


Podramos definir llanura como un sistema de geoformas o relieve generalmente
constituido por una superficie casi plana, la
que prcticamente est desprovista de pendiente, y que en su interior muestra formas
que apenas sobresalen topogrficamente, y
donde generalmente se destacan procesos
geomorfolgicos de sedimentacin meteorizacin, formacin de costras y materializacin de inundaciones, que la permiten clasificar. Siguiendo a Iriondo (2007), es un relieve
casi sin pendiente regional ni accidentes destacados. En su extensin apenas sobresalen
formas locales de topografa creadas por
procesos formadores, y donde se conjugan:
a) estructura - tectnica, b) climas y c) ciclos
de accin de agentes y procesos morfogenticos (ciclos aluvionales, elicos, glaciales, litorales, meteorizacin de tipo krst, etc.).
La costa fluvial del Plata en Argentina es
un litoral de llanura. Su aspecto bsico es la
monotona, escasa presencia de accidentes
costeros notables, de acuerdo a Aparicio y
Difrieri (1958) y Siragusa (1958). Se desarrolla en la Llanura Platense, en gran parte
rellenada y/o estabilizada desde el Pleistoceno, en constante construccin (sobre un
rea de plataforma y geotectnicamente
con tendencia al hundimiento relativo), y
por lo general asociada a un proceso de
64

senectud de un ciclo de erosin (formando


planicies), o a partir de un punto de desaceleracin de gradiente, desaceleracin de
poder erosivo y de capacidad de transporte
de un agente (que acta formando abanicos, originando depsitos de sedimentos.
Debido a que se trata de un rea de la superficie terrestre casi plana o con pendiente
regional poco significativa (es casi plana a
horizontal), la altura de pequeas geoformas locales (como dunas, albardones), influye en la dinmica y cambios posteriores.
Llanuras como la Chaco Pampeana o Paranaense y Platense muestran en superficie
con predominio de sedimentos de regiones
que la circundan tanto andinas Subandinas,
como planicies estructurales erosionadas
que revisten al macizo brasileo. Y cuando
tratamos de definir el perfil de equilibrio de
los ros que all estn presentes, debemos
entender que su equilibrio est respecto a
las reas vecinas (Iriondo ejemplifica el caso
del Ro Paran, a la altura de Rosario en
Santa Fe; en textos de De Aparicio y Difrieri hacen lo mismo refirindose al Juramento-Salado del Norte, a la altura de llegar
con dificultad y modificaciones, al curso del
Paran en la costa santafecina).
La llanura y Cuenca del Plata
La Cuenca de sedimentacin se form en
una plataforma entre estructuras de crato-

Urbanizacin argentina e inundaciones de Argentina Desconocimiento de la dinmica...

nes. precmbricos (Brasilia y Ro de La Plata), teniendo como borde occidental a bloques de Sierras Pampeanas orientales (en
parte terreno Pampia) y Sierras Subandinas.
Llanuras y Cuenca de drenaje o hidrogrfica, no son exactamente lo mismo. Sin embargo llanuras y cuencas de drenaje se renen
y trabajan en forma sistmica, resultando en
la definicin de valles de sus cursos, zonas
de interfluvios y junto al estilo tectnico y
procesos dentro de climas y sus variaciones,
constituyendo una red de drenaje que llega
hasta el ro por donde desemboca el Ro de
La Plata. Debido a ello se denomina Cuenca
hdrica o sistema hidrogrfico del Ro de la
Plata, y hasta en algunos autores se habla de
Llanura del Plata o Llanura Platense.
La Cuenca sedimentaria donde se aliment a la llanura es muy anterior a la formacin de la actual cuenca hidrogrfica del
Plata. Dentro del mesozoico estuvo en gran
parte ocupada por un extenso mar denominado Paranaense. Se produjeron varios
e importantes cambios en la migracin del
curso del principal sistema hidrogrfico: el
Ro Paran. La cuenca fluvial del Plata est
estructurada en torno a ambientes que exceden a las de las llanuras del centro y este.
Si bien el Ro de la Plata tiene dos afluentes
principales (Paran y Uruguay), el sistema
hidrogrfico atraviesa diferentes ambientes
y climas en los territorios de cinco pases,

con aportes de aguas, sedimentos y crecidas


de cinco afluentes principales: Paran, Paraguay, Bermejo, Pilcomayo y Uruguay. En trminos de De Aparicio y Difrieri, y de Fritschy,
el ro Paran es, sin duda el ms importante
dentro del sistema hidrogrfico del Ro de
la Plata, con 4.000 kilmetros de longitud.
Chiozza y Figueiras aclaran que alcanza una
longitud de 2.570 km; y es la subcuenca de
mayor superficie (1.510.000 km ).
El Paran medio nace recin despus de
recorrer en Argentina casi 700 km desde el
ro Iguaz, y luego de su confluencia con las
aguas del ro Paraguay. En este tramo realiza su curso entre las provincias de Chaco y
Corrientes al norte y Santa Fe, Entre Ros,
llegando hasta la localidad de Rosario (en
Santa Fe) y a la de Diamante (Entre Ros), al
sur. Su curso medio transita por una lnea de
falla con un labio levantado en su margen izquierda, dejando en su margen o litoral derecho una franja de tierras bajas y propensa
a inundaciones, ante sus crecidas que, histricamente son registradas entre los meses de
enero-febrero-marzo, con posibilidades en
abril y mayo-junio, por aportes de caudales
del propio Paran as como del Paraguay.
Sin embargo, en crecidas histricas importantes, los mayores caudales se registraron en junio, julio y hasta en agosto,
como se vern en grficos con registros de
crecidas importantes (Imagen 3).

Imagen 3

Fuente: grfico hidrograma http://insugeo.org.ar/libros/misc_14/08e.jpg


65

Mara Celia Garcia

A partir del curso medio, el ro Paran


presenta un valle ms amplio y en las mrgenes del ro, se presentan planicies onduladas, con cordones arenosos, esteros,
riachos y cubetas de deflacin, tambin
reas topogrficamente altas con otras bajas e inundables. Se trata de una secuencia
de llanuras aluviales, en las que aparecen
meandros antiguos y actuales, grandes caadas, cauces abandonados, esteros, baados, pantanos y lagunas, conformando una
intrincada red de ros y riachos que alternan
con albardones e interfluvios.
Alimentan a este tramo, cursos y arroyos de Corrientes, as como el Salado del
Norte desde Santa Fe. El Salado del Norte
entre abril y mayo del ao 2003, aport
caudales extremos, a cuya crecida se le sumaron precipitaciones muy intensas. Debido a que su desembocadura recorre por el
oeste y sur a la ciudad de Santa Fe, produjo una de las crecidas extraordinarias que
an hoy no se pueden olvidar.
En el Paran inferior, el medio fsico es
un complejo deltaico sobre un terreno de
suave pendiente, surcado por una densa
red de cursos de agua, compuesto por islas bajas con albardones en sus costas (que
se forman durante las fases de aguas bajas,
por depsitos de limos, arcillas y arena, que
luego son colonizadas por la selva), con
constante formacin de nuevas acreciones.
Inundaciones y caudales en el Paran
Los caudales medios anuales del ro Paran son de 12.480 m3/s en Posadas y de
16.320 m3/s en Corrientes. En el ro Paraguay es de 3.840 m3/s en Puerto Bermejo
y de 4.640 m3/s en Concordia. La complejidad hidrolgica se manifiesta, entre otros
aspectos, en la distribucin estacional de
los caudales anuales. Mientras en Posadas,
sobre el ro Paran, esa distribucin responde al patrn de precipitaciones, en Puerto
Bermejo, sobre el Paraguay, el esquema se
revierte totalmente, por efecto del almace66

namiento en la zona de expansin denominada Pantanal (un humedal).


Desde fines del siglo pasado se han registrado crecidas muy importantes, con
caudales muy elevados y, en algunos casos,
una larga duracin. La mayor parte de esos
episodios extremos ocurrieron a partir de
mediados de la dcada de 1960, con importante extensin del rea inundable, picos de flujos y aumento de su frecuencia
que la mayor parte de los autores entienden como consecuencia de los cambios en
la incidencia de los sistemas climticos de
gran escala que provocan inundaciones. En
cuanto a la duracin, es notable la permanencia del suceso de 1982-1983, en el cual
los caudales superaron los 30.000 m3/s durante 273 das, en Santa Fe. Entre las inundaciones del Paran ms importantes pueden mencionarse las de aos de lluvias y
crecidas extraordinarias en 1905, 1982/83,
1992, 1992 (Fritschy, 2003), 2003 (Natenzon, 2003, Beltramino, 2012), 2007 (OPS),
aunque se pueden mencionar las duraderas
ms recientes de 2013 y 2015 (CONAE).
Tal vez una de las provincias afectadas
con mayor gravedad y repeticin por inundaciones, sea Santa Fe.
La llanura aluvial del Paran sufre inundaciones peridicas de las reas denominadas bajas y meridionales, frecuentemente
entre febrero y abril. Fuertes precipitaciones
asociadas al fenmeno de El Nio, desbordes del ro Gualeguay, y las mareas y sudestadas que actan sobre el Ro de La Plata,
son fenmenos que alteran continuamente
los recursos disponibles para las poblaciones humanas, tal vez por ello sus radicaciones no fueron tan estables an desde los comienzos de la vida humana en este medio.
El curso inferior del Paran se caracteriza por el amplio valle transversal surcado
entre la pampa ondulada santafecina bonaerense y la zona de barrancas al oeste y
sur de Entre Ros. Se divide en canales poco
profundos, por lo que la velocidad se re-

Urbanizacin argentina e inundaciones de Argentina Desconocimiento de la dinmica...

duce al igual que la pendiente. Ello facilita


la acumulacin de los sedimentos y la formacin de islas con albardones y bosque
aluvial. Los brazos ms importantes son el
Paran Guaz y el Paran de las Palmas.
Desemboca en forma de delta donde la
carga de sedimentos en suspensin sorprende por su magnitud (200 millones de
t/ao) y con una estimacin de velocidad
de avance de 70-90 m/ao.
El Ro Paraguay y su Cuenca
Su cuenca abarca 1.095.000 km2, recorriendo 2.550 km desde la Chapada de Pareis hasta su desembocadura en el Paran.
La mayor parte se extiende por una inmensa
llanura de naturaleza aluvial, de muy escasa
pendiente y con extensas planicies de inundacin. En la parte superior de la cuenca, las
mrgenes del Paraguay son bajas e inundables y presentan una zona de expansin denominada Pantanal, que cubre cerca de 60.000
km2. Este enorme humedal, almacenamiento
natural, tiene una influencia decisiva en el rgimen de escurrimiento y en la hidrologa de
las inundaciones. El lmite inferior de la zona
est bien marcado por una quebradura acen-

tuada del perfil longitudinal.


Desde este lmite hasta el ro Paran, se
extiende la zona de desembocadura con
meandros que se suceden unos a otros, con
orillas muy bajas y alcanzando un ancho de
700 metros. Recibe a tributarios Pilcomayo y Bermejo por la margen derecha. En las
grandes crecidas en los meses de marzo y
abril, el ro se desborda sobre las dos mrgenes, ocupando una faja de un ancho que
vara entre 10 y 15 km. Puede tambin alcanzar a inundarse entre diciembre a febrero por aportes de los ros Pilcomayo (con
crecidas anuales en noviembre) y el Bermejo (con mximas crecidas en febrero).
En aos recientes, y ms precisamente
desde el 2013, debido a que las inundaciones llegan a las ciudades de Formosa y
Chaco con saldos de miles de evacuados,
se han comenzado a realizar planes de uso
restringido de valles de inundacin, e inclusive en Resistencia se planific hacer nuevas estaciones de bombeo para evacuar el
agua que entra a la ciudad. En la Imagen 4
se muestran en primera instancia la inundacin de Resistencia desde fines de 2015
y hasta los primeros meses del ao 2016.

Imagen 4

67

Mara Celia Garcia

El Ro Uruguay
Se trata del segundo ro en importancia
de aportes de caudal luego del Paran, y
con mayor importancia que el Paraguay
en el volumen de aguas aportado. Nace
en Brasil y tambin comparte la cuenca
con Uruguay. De su superficie de cuenca
(440.000 km), 65.000 corresponden a territorio de Argentina. Recibe precipitaciones entre 1.000 a 2.000 mm, irregulares,
con mximos caudales entre octubre noviembre, aunque con picos menores para

el mes de mayo. En las inundaciones de


diciembre de 2015, ya estando afectadas
en Argentina ciudades como: Concordia,
Concepcin del Uruguay, Coln, Chajar
y Federacin; sin embargo el da 22 de diciembre se abrieron las compuertas de la
Represa Salto Grande (construida con fines de generacin de energa hidroelctrica pero no para regular crecidas). De esta
forma se aumentaron las reas afectadas
por la inundacin, prolongando aun ms el
tiempo de escurrimiento de la ya existente.

Imagen 5. Foto area de sobrevuelo en Concordia. Enero 2016

El Ro de la Plata
Es el ro cuya desembocadura es la ms
ancha del mundo (221,5 km entre el cabo
San Antonio en la provincia de Buenos Aires y Punta del Este en Uruguay, que son
puntos extremos de su desembocadura.
Tiene una longitud de 275 km a partir de la
unin de sus afluentes principales: los ros
Paran y Uruguay (aportan el 97 % del ingreso fluvial), y alcanza un caudal mayor a
los 22.000 m3/s. Su cuenca es la ms importante de nuestro pas. Los aportes sedimentarios que llegan al estuario son muy
importantes, no slo para la alimentacin
del delta anterior, sino porque sedimentan
el canal de acceso al Puerto de Buenos Aires (el cual debe mantenerse mediante dra68

gado). Corresponden como ros y arroyos


que aportan sus aguas a la cuenca, los ros
Salado Bonaerense y Samborombn. Ambos con una cuenca desarrollada en una
planicie casi desprovista de relieve regional
(desde la costa de la Baha de Samborombn hasta el interior en Bolvar, el terreno
slo se levanta 60 m.s.n.m.).
Algo similar le ocurre a la planicie inundable del borde costero en La Plata, donde
el terreno escasamente posee declive o inclinacin, y sin embargo es atravesada tanto por arroyos como por zonas de bajos y
humedales. Esa falta de gradiente permite
que en cada cada de precipitaciones fuertes o que permanezcan por das, ocurran
inundaciones, tanto en sus planicies inun-

Urbanizacin argentina e inundaciones de Argentina Desconocimiento de la dinmica...

dables y bajos (cubetas de hidrodeflaccin


segn Tricart), en algunos casos ocupados
por lagunas fluctuantes.
Un ejemplo de conflictivas inundaciones
en el borde de llanura ondulada hacia la
zona de depresin, se present en el ao
2013 para la ciudad de La Plata. En este
caso se intento explicar que el factor prin-

cipal de estas inundaciones fueron las precipitaciones extraordinarias. Sin embargo,


al ver la extensin de los edificios y hasta
donde se ha extendido la ciudad, a uno le
hace pensar en un mal manejo del destino
de tierras urbanas, ocupando reas naturalmente inundables e impermeabilizando
la cuenca (Imagen 6).

Imagen 6

Clima

y Variacin del Clima como factor de


incidencia en inundaciones

El concepto variaciones del clima


comprende una serie de oscilaciones en la
manifestacin de los elementos meteorolgicos que lo caracterizan, en perodos de
tiempo ms o menos prolongados, a nivel
global, regional y/o local. Mientras que se
define como cambio climtico a una modificacin permanente, en un solo sentido,
de larga duracin, de modo que el clima va
sufriendo una modificacin sustancial, ya
sea instalndose nuevas caractersticas o
hacindose irreversibles aquellas alteraciones detectadas al principio como variaciones (lo cual indicara no volver a repetir situaciones climticas precedentes). En gran
parte de la bibliografa y de los informes

de expertos se habla de cambio, asociado a


incidencias del hombre en las alteraciones,
y de la necesidad de adoptar estrategias
para mitigar los cambios (Field y Barros,
2014; Garca, 2008).
A variaciones climticas nos hemos referido particularmente al hablar de los procesos y materiales que se han depositado en
la cuenca sedimentaria y gran llanura del
centro y este del pas. Desde 1960, se comienza a hablar de fenmenos de El Nio
Oscilacin Sur (ENOS), conocido como
ENSO por su sigla en ingls. Es un patrn
climtico recurrente que implica cambios
en la temperatura de las aguas en la parte
central y oriental del Pacfico tropical. En
perodos que van de tres a siete aos, las
aguas superficiales de una gran franja del
69

Mara Celia Garcia

Ocano Pacfico tropical, se calientan o enfran entre 1 C y 3 C, en comparacin


a la normal. Este calentamiento oscilante
y el patrn de enfriamiento, es conocido
como el ciclo ENOS (o ENSO por sus siglas en Ingles), afectando directamente a
la distribucin de las precipitaciones en las
zonas tropicales y puede tener una fuerte
influencia sobre el clima en otras partes del
mundo. En el caso de las llanuras del centro y este de Argentina, El Nio se asocia
a un incremento de las precipitaciones y La
ia a su disminucin. El inconveniente es
que ambos, se vienen observando con irregularidad y con mayores precipitaciones y
sequas ms profundas (Sistema de Informacin Clima y Agua).
Hoffmann y otros (1987) (Imagen 7),
tratando de ampliar el conocimiento sobre las lluvias y su variacin temporal (y
efectos, motivados por las fluctuaciones),
reporta resultados con un trazado de las isoyetas de 1400 mm, 1000 mm, 800 mm y
600 mm.; considerando los perodos 19211950 y 1971-1980. En un trabajo posterior
demuestra que el corrimiento de unos 100
km hacia el oeste de las isoyetas (que son
consideradas el lmite de la agricultura extensiva, es decir 600 mm en el sur y 800
mm en el norte), forman parte de variaciones climticas que vienen desarrollndose

desde finales del siglo XIX.


Precipitaciones en montos, y sobre todo
temperaturas en mnimas medias se muestran en aumento en datos reiterados de
anlisis de estas variaciones en series de
datos en localidades bonaerenses de Tandil, Bolvar y La Plata (Garcia, 2002; 2004;
2008, 2009 y 2014 entre otros trabajos);
lo cual se podra interpretar como una
tendencia posible a quedarse como tal.
Lo mismo ocurre con ciertas secuencias
de aumento de caudales, materializacin
de crecidas o repeticiones de inundaciones
en la Cuenca del Plata. A pesar de ello, desde esta humilde presentacin, se entiende
que las series temporales de datos registrados, no son suficientes para su clasificacin
categrica como cambio climtico.
Imagen 7

Imagen 8

Fuente Grfico: Garcia, M. 2008 y 2009

70

Urbanizacin argentina e inundaciones de Argentina Desconocimiento de la dinmica...

Estudios de riesgo y medidas de prevencin ante


inundaciones

Numerosos aportes cientficos han profundizado acerca de las causas de las inundaciones en Argentina, y en casos especficos, hasta se ha tratado de medir lo que
las inundaciones significan para la poblacin.
Las cartografas que surgieron mostrando inundaciones como parte del deterioro
ambiental de la Argentina, as como estudios

que las abordaban como un tema ambiental, fueron proliferando desde las inundaciones de 1982 y 1983, muidos de tcnicas
de interpretacin de imgenes Landsat.
Aportes tericos acerca de que las inundaciones no son tan naturales como parecen,
se han realizado desde publicaciones de fines
de la dcada de 1980 (Herzer, 1990), aunque
desde la perspectiva bien geogrfica de la
construccin social del riesgo, pueden mencionarse los aportes de Natenzon, 1995).

Imagen 9. Mapa de Porcentaje de Poblacin afectada por riesgo


a inundaciones en Argentina

Fuente: Garcia, 2015

Algunas conclusiones
Desde las mejoras en la disponibilidad
de imgenes de satlite y el aprendizaje en
su interpretacin, as como la continuidad
y publicacin de aforos de crecidas de ros,
incluyendo alertas sobre evacuaciones, y
los planes reguladores de usos del suelo, se

podra afirmar que es inmejorable la perspectiva para alertar a la poblacin acerca


de la proximidad de una inundacin.
Sin embargo, si continuamos como sociedad, ignorando que la tala de bosques
naturales, su transformacin en campos
productivos, as como las innumerables
construcciones equivalentes a cualquier ciu71

Mara Celia Garcia

dad (en grado aun ms grave en las grandes


reas pobladas), producen an mayores
posibilidades de inundaciones y riesgo.
Impermeabilizar la cuenca significa
anular la posibilidad de escurrimiento de
lluvias. La evaporacin o evapotranspiracin sola no elimina por tanto al escurrimiento de la formula.
Crear terraplenes para contencin, surte
el mismo efecto que hacer rutas y vas de
ferrocarril levantadas, retardando el tiempo del escurrimiento.
Rectificacin de cauces y entubamientos
de ros y arroyos casi siempre slo respetan
un cauce imaginado y nunca la planicie de
inundacin (Garca, 2004); rellenar humedales, agregar nuevos terrenos mediante
polderizacin ganando tierras urbanas, no
implica que esas obres le quiten memoria
y fuerza a un curso, y hasta pueden llegar a
producir inundaciones donde antes no sucedan. Porque tanto las llanuras como las
cuencas y sus valles son sistemas (y donde
se cambia un elemento o factor, reacciona).
Y si toda esta construccin humana ya
est edificada, slo polticos muy audaces se
atrevern a cambiarlas. Seguramente, lo que
pasar es que se continuar con la miopa de
que se sigan inundando an mayores zonas a
las que hemos referido en este anlisis.
Parte de la miopa de la sociedad y sus gobiernos, viene por el modo de apropiacin de
la naturaleza y la construccin del territorio,
como se ver en etapas o fases siguientes.
Su forma de organizarse y manejar sus
recursos se inscriben en una relacin de regin geogrfica para nada tradicional. As
se han materializando ciudades que, impermeabilizan o tapizan cuencas impidiendo la infiltracin, han aumentando de ese
modo el escurrimiento superficial. Por otro
lado por la presin del mercado de acceso
a las tierras en ciudades, se modifican cursos de arroyos y ros, se rellenan cauces o
partes de cuencas, se ocupan llanuras de
inundacin y humedales o lagunas tem72

porales. De esa manera la ciudad se sigue


extendiendo y parecieran darle solucin al
problema de acceso a la tierra y o vivienda
de la poblacin creciente viviendo en ciudades. Pero sin embargo, la solucin sin
conocimiento de la dinmica del medio es
banal, intil, y hasta irresponsable, puesto que sus habitantes sufren inundaciones
severas ante crecidas de ros, cada vez ms
se inundan nuevas zonas que antes no se
inundaban, y en algunas ciudades, simplemente su poblacin se inunda cada vez que
se materializan y repiten lluvias intensas.
En Argentina, el principal crecimiento
urbano y extensin de ciudades se materializ regionalmente como una forma de
organizacin poltica y econmica en torno al Puerto y la Ciudad de Buenos Aires,
y en emplazamientos de llanuras que hoy
forman parte de las regiones Pampeana,
noreste de Argentina, ambas nucleadas
y emplazadas en ntima relacin con la
cuenca fluvial del Paran-Plata. Sus ciudades siguen creciendo an en la actualidad
y aunque luego de varias inundaciones se
siguen rellenando planicies inundables y
humedales. Por tanto no slo se ha ido
mostrando desconocimiento de la dinmica de llanuras, sino que su manejo ha sido
improvisado para quienes ignoran el modo
de escoger el emplazamiento de actividades y lugares de residencias (sobre todo en
el caso de actores y agentes de la gestin
urbana); aunque tambin suceden casos
de malas elecciones debido a que muchos
actores distrados son presionados por un
mercado inmobiliario y facilitados tanto
por una falta de planificacin y o control
de uso del suelo urbano.
El desconocimiento de la dinmica
natural va de la mano de la falta de prevencin de inundaciones por parte de los
gobernantes de turno. Y una forma de prevencin es no slo educar a la poblacin,
sino controlar que no se instalen especficamente en donde se materializan peridi-

Urbanizacin argentina e inundaciones de Argentina Desconocimiento de la dinmica...

cas crecidas de ros y arroyos.


En cada crecida fluvial o lluvia intensa
se repiten saldos histricos de daos (no
slo materiales, sino humanos), mal catalogados como desastres naturales, convir-

tindose en verdaderas catstrofes para el


conjunto de la poblacin que las padece.
Esto no puede ser visibilizado luego de su
ocurrencia, sino concientizado y previsto
antes de su posibilidad de existencia.

Bibliografa

llanuras argentinas. Geografa de la Repblica Argentina. Actas GAEA Tomo III.


Buenos Aires: Gonzlez Acha Editores.
Difrieri, H. (1958). Las regiones naturales.
La Argentina Suma de Geografa. Tomo 1.
Buenos Aires: Editorial Peuser.
Field, Ch. y Barros, V. (Eds.) (2014). Cambio climtico 2014. Impactos, adaptacin y vulnerabilidad. Contribucin del
Grupo de trabajo II al Quinto Informe
de Evaluacin del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climtico.
IPCC-PNUMA. Suiza. Disponible en: https://www.ipcc.ch/pdf/assessment-report/ar5/wg2/ar5_wgII_spm_es.pdf
Frenguelli, J. (1939). La Serie geolgica
de la Repblica Argentina en sus relaciones con la antigedad del Hombre.
Academia Nacional de la Historia. Historia
de la Nacin Argentina (2da. edicin, pp.
3-18, T. I). Buenos Aires.
Frenguelli, J. (1955). Loess y limos pampeanos. Serie Tcnica y Didctica N 7. Reimpresin. La Plata: Universidad Nacional de La Plata.
Fritschy, B. (2003). Impactos de las inundaciones extraordinarias Santa Fe, Argentina. Comunicacin documentada en el Sistema
de Informacin sobre el Agua continental en Espaa e Iberoamrica. Disponible en: http://www.siagua.org/sites/
default/files/documentos/documentos/
inundaciones_extraordinarias.pdf
Garcia, M. (2002). El medio fsico y su incidencia en la calidad de vida de la poblacin. En G. Velzquez, Geografa, calidad
de vida y fragmentacin en la Argentina de los
noventa (pp. 57-75). Tercera Parte. Tandil: CIG-FCH, UNCPBA.

principal y documentos

empleados

Ameghino, F. (1885). Informe sobre el Museo Antropolgico y Paleontolgico de


la Universidad Nacional de Crdoba,
durante el ao 1885. Boletn de la Academia Nacional de Ciencias de Crdoba, Tomo
VIII: 347 - 360, Buenos Aires.
Beltramino, T. (2011). La construccin social de las inundaciones en Santa Fe y su
utilidad para la gestin del riesgo hdrico. CISDAV. Ponencias. Universidad Nacional Del Litoral, 15 p. Disponible en:
http://fich.unl.edu.ar/CISDAV/upload/
Ponencias_y_Posters/Eje08/Beltramino_Tamara/Beltramino__La_construcci%C3%B3n_social_de_las_inundaciones_en_Santa_Fe.pdf
Brailovsky, E. y Foguelman, D. ( 2009). Memoria Verde (8va. edicin, 352 p.). Buenos Aires: Editorial Debolsillo (bajo licencia de Editorial Suaamericana S.A.).
Bruniard, E. (1975-78). El Gran Chaco Argentino, Cap. II. Geogrfica. Revista del
Instituto de Geografa, (4). Resistencia:
Universidad Nacional del Nordeste.
Chiozza, E. y Figueira, R. (Eds.) (1983-84).
Atlas total de la Repblica Argentina. Buenos Aires: CEAL.
Curtoni, R. y Giacomaso, V. (2012). El paisaje del rea centro-este de La Pampa: bordes, efectos de borde y ecotono. Anuario
IEHS (27), 223-237. Tandil: Instituto de
Estudios Histricos Sociales. UNCPBA.
De Aparicio, F. y Difrieri, H. (Eds. (1958). La
Argentina. Suma de Geografa (Vol. II). Sociedad Argentina de Estudios Geogrficos
(GAEA). Buenos Aires: Ediciones Peuser.
Daus, F. (1946). Morfologa general de las

73

Mara Celia Garcia

Garcia, M. (2004). Ejes de crecimiento urbano y condiciones limitantes del ambiente


en la ciudad de Tandil, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Actas de las V Jornadas Geolgicas y Geofsicas Bonaerenses. CIC
y Universidad Nacional de Mar del Plata,
Volmen 2, pp. 107-115. Mar del Plata.
Garcia, M. C. (2008). Environmental risks
and social demographics characteristics in Argentina. Pampa Arenosa and
Vallimanca Salado basim in Argentina.
A case of San Carlos de Bolvar. Environment, Torced Migration & Social Vulnerability
Internal Conference Bonn. Organizado por
United Nations University e Institute
for Environment and Human Security.
Bonn Germany 9 11 october 2008
Garcia, M. C. (2009). Riesgos ambientales y
caractersticas demogrficas en la poblacin de Argentina. El caso Partido de bolvar, provincia de Buenos Aires, Argentina.
Revista de Estudios Migratorios Latinoamericanos CEMLA, (68), 16-31 (diciembre). ISSN:
0326-7458. Buenos Aires: CEMLA.
Garcia, M. C. (2014). Inundaciones en la ciudad de La Plata: crnica de un problema
anunciado. XXXIV Congreso Nacional y XIX
Internacional de Geografa Nuevos Territorios
Regionales: escenarios y desafos. Organizadas
por la Sociedad Chilena de Ciencias Geogrficas SOCHIGEO y el Departamento
de Ciencias Sociales de la Universidad del
Bio Bio, Chilln, Chile, 2013.
Herzer, H. (1990). Los desastres no son tan
naturales como parecen. Revista Medio
Ambiente y Urbanizacin, Ao 8 (30), 3-10
(marzo) nmero especial sobre Desastres y Vulnerabilidad en Amrica Latina.
Inst-Internacional de Medio Ambiente y
Desarrollo IIED AL. Grupo Editor latinoamericano.
Hoffman, J.A.J.; Nuez, S y Gmez, A. (1987).
Fluctuaciones de la precipitacin en la Argentina, en lo que va del siglo. II Congreso
Interamericano de Meteorologa. V Congreso Argentino de Meteorologa. Anales 12.1.1-12.1.5.
74

Hoffman, J. A. (1989). Las variaciones climticas ocurridas en la Argentina desde


fines del siglo pasado hasta el presente.
S.M.N.- F.A.A. Divulgacin N15, 9 p.
Sistema de Informacin de Clima y Agua
(2016). El Fenmeno de El Nio y la
Oscilacin Sur. Pgina del Instituto Nacional de Tecnologa Agropecuaria. Disponible en: http://climayagua.inta.gob.
ar/el_fen%C3%B3meno_el_ni%C3%B1o_y_la_oscilaci%C3%B3n_del_sur
Iriondo, M. (1994). Los climas cuaternarios de la regin pampeana. Com. Museo
Prov. de Ciencias Naturales Florentino Ameghino, 4 (2), 1-48.
Iriondo, M. (2007). Llanuras. Introduccin a
la Geologa Cap. 17 (3a. edicin, pp. 221230). Crdoba: Editorial Brujas.
Iriondo, M. y Krhling, D. (1995). El Sistema Elico Pampeano. Com. Museo Provincial de Ciencias Naturales F. Ameghino, 5
(1), 1-68. Santa Fe.
Natenzon, C. (1995). Catstrofes naturales, riesgo e incertidumbre. FLACSO.
Serie Documentos e Informas de Investigacin.
Nmero 197, 21 p. Buenos Aires. Disponible en: http://pirna.com.ar/files/
pirna/PUB-Natenzon-Catastrofes%20
naturales%20riesgo%20e%20incertidumbre.pdf
Organizacin Panamericana de la Salud OPS
(2007). OPS: Informe de inundaciones
en Argentina, 30 de abril de 2007. Informe Final. Disponible en: http://reliefweb.int/report/argentina/ops-informede-inundaciones-en-argentina-30-deabril-de-2007-informe-final
Orozco Njera, A. E. (2014). Valles del
mundo. Pgina Prezi de Ana Elena Orozco Njera. 23 de Marzo de 2014. Disponible en: https://prezi.com/5p8ev3fpyxbd/valles-del-mundo/
Palese de Torre, A. (1958). En F. De Aparicio y H. Difrieri, La Argentina. Suma de
Geografa, (Tomo II, pp. 180-445). Buenos Aires: Ediciones Peuser.

Urbanizacin argentina e inundaciones de Argentina Desconocimiento de la dinmica...

Payr, R. (2008). La aventura colonial espaola


en el Ro de la Plata: Conquista, colonizacin,
emprendimientos. Del descubrimiento hasta la Revolucin de mayo de 1810. Tomo 1.
Disponible en: https://rppayro.files.wordpress.com/2008/10/historia-del-riode-la-plata_tomo-i.pdf
Popolizio, E. (+2009). Las unidades geomorfolgicas del NEA. Disponible en: http://
www.icaa.gov.ar/trabajosinves/Las%20
unidades%20geomor fologicas%20
del%20NEA.pdf
Popolizio, E. y Serra, P. (1980). La Geomorfologa en los estudios ecolgicos de la
llanura. Revista Geociencias (9). Resistencia: Centro de Geociencias Aplicadas.
Univ. Nacional del Nordeste.
Quintana Crespo, E. (2005). Caracterizacin
de los sedimentos loessicos. En Relacin entre
las propiedades geotcnicas y los componentes
puzolnicos de los sedimentos pampeanos (pp.
17-55). Tesis de Universidad Nacional de

Crdoba. Disponible en: http://www.


efn.uncor.edu/archivos/doctorado_cs_
ing/quintana/TESIS_COMPLETA.pdf
Rampa, A. (1961). Geografa Fsica de la Repblica Argentina (6ta. edicin). Buenos
Aires: Kapelusz.
Ramos, V. A. (1999). Rasgos estructurales
del territorio argentino. Geologa Argentina. Anales 29. Capitulo 24, pp. 715784. Buenos Aires: Instituto de Geologa
y Recursos Minerales.
Torr, R. (2000). Sedimentologa y estratigrafa de las formaciones Paran, Ituzaing, Topor, Yupo y Puelches (Mioceno Medio), Mesopotamia de Argentina: consecuencias para la edad de las
mismas. Revista Universidad Nac. del Nordeste. Resistencia.
Tricart, J. (1973). Estudio Geomorfolgico de
la Pampa Deprimida. INTA. Buenos Aires:
Imprenta CONI.

75

Gran minera, conflictos y resistencia social en la Argentina


Jorge Osvaldo Morina(*)

1. Introduccin
Se propone como marco la extendida
transnacionalizacin de la economa mundial, y siendo que la Argentina presenta
varios perfiles productivos orientados a
la exportacin, con alto grado de extranjerizacin, el objetivo es presentar y explicar algunas caractersticas de la actividad
minera, identificando transformaciones
territoriales, problemas ambientales y conflictos sociales que se derivan de ella. En la
interpretacin subyace el materialismo histrico como metodologa apropiada para
abordar la comprensin de las relaciones
sociales de produccin que dan lugar a la
generacin y acumulacin de excedentes en
el sistema capitalista. Informacin cualitativa y cuantitativa, principalmente a partir
de fuentes secundarias, y la sistematizacin
bibliogrfica y hemerogrfica de informes,
permiten apreciar la difusin de la minera
en la Argentina, desde la reforma constitucional de 1994 y de su marco regulatorio.
Se seala tambin el trabajo de campo en
localidades con pobladores en resistencia a
la actividad y/o a proyectos sectoriales, en
Esquel (marzo 2013), Chilecito y Famatina
(julio 2013), Andalgal (julio 2015).
Los pases de Amrica Latina se convirtieron en uno de los principales destinos de
las Inversiones Extranjeras Directas (IED),
sobre todo en la extraccin de recursos
naturales no renovables para el comercio
internacional. Entre los objetivos de estas
inversiones est satisfacer la creciente demanda desde pases centrales que, en los
ltimos aos, han aumentado su dependencia de las importaciones de recursos
(*)

estratgicos como los combustibles, los


minerales, los alimentos y hasta el agua
(Delgado Ramos, 2012)[1]. Esta necesidad
imperante lleva a una verdadera geopolitizacin de los recursos, con el fin de garantizar que los pases desarrollados y algunos
emergentes accedan sin restricciones a ellos.
La geopolitizacin de los recursos lleva a
la prdida de seguridad ecolgica (Delgado
Ramos, op.cit.), de soberana alimentaria y
de soberana ambiental[2]. En otras palabras,
grandes corporaciones multinacionales
se apropian de recursos naturales de los
pases perifricos, en el contexto de la reproduccin ampliada del capital a escala
mundial. As, Argentina ha sido seleccionada como uno de los pases de los cuales se puede extraer minerales metalferos
con altos mrgenes de rentabilidad. Cabe
agregar que los precios internacionales de
los minerales metalferos, del petrleo, de
los principales granos alimentarios, no responden slo a la oferta y la demanda, sino
que estn afectados por un fuerte componente especulativo vinculado a las llamadas transacciones a futuro.
Los minerales de la cordillera de los
Andes atraen a corporaciones extranjeras
determinando un espectacular crecimiento del sector minero latinoamericano que
cuenta con inmensas ventajas, apoyo in[1] Entre 1900 y el 2000, la poblacin creci cuatro veces pero
el consumo de materiales y energa aument en promedio hasta
diez veces. Tambin se ampli la brecha social: el 10% de la poblacin mundial ms rica acapara el 40 % de la energa y el 27%
de los materiales.
[2] Se producen en la Naturaleza relaciones complejas entre la
extraccin creciente de recursos y el desecho de grandes cantidades de residuos como nunca antes se haba registrado en la
historia, alterndose los ecosistemas de manera casi irreversible.

Universidad Nacional de Lujn, ojmorina@gmail.com

77

Jorge Osvaldo Morina

ternacional y la menor injerencia posible


del Estado. Casi todos los gobiernos de la
regin apuestan a profundizar an ms la
estrategia econmica neoextractivista. Incluso Brasil, que se presenta como una economa industrializada, mantiene un perfil
exportador donde la mitad de los productos que vende son materias primas (51 % en
2011). En pleno siglo XXI el extractivismo
sigue siendo uno de los ejes del estilo de desarrollo en nuestros pases. Pero el extractivismo actual no implica la exclusin de
las corporaciones multinacionales sino su
afianzamiento con nuevas formas de asociacin. Se busca atraer inversiones ya no
slo de EEUU, Canad, Europa Occidental,
sino tambin de pases asiticos, especialmente China. La coalicin de intereses suele
mostrar a las autoridades gubernamentales
alineadas con las empresas en contra de los
trabajadores, comunidades de campesinos
o pequeos productores, asambleas ciudadanas, vecinos afectados o toda organizacin que aparezca como una barrera a las
propuestas extractivas en curso.

2. Gran

minera, problemas socio-ambientales y cambios territoriales en la


Argentina

Los datos de la Secretara de Minera,


acerca del crecimiento de la actividad entre
2002 y 2011, son elocuentes: las inversiones
crecieron 1.948 %; la produccin aument
841 %; el nmero de proyectos un 3.311 %;
las exportaciones, 434 %; la exploracin,
664 % (Secretara de Minera de la Nacin,
2012). La mayora de los proyectos, estn
dirigidos a la extraccin de oro y, en menor
medida, de plata, cobre, metales estratgicos y sales de muy alto valor, utilizados en
la industria de alta tecnologa de los pases desarrollados. Con ms de 80 destinos
en los 5 continentes, en 2011 las exportaciones de minerales y productos derivados
sumaron 16.310 millones de pesos (Secretara de Minera de la Nacin, op. cit.),
78

posicionando al sector minero como uno


de los lderes en materia de comercio exterior[3]. Los proyectos Bajo La Alumbrera (cobre y oro), Salar del Hombre Muerto (litio) en
Catamarca y Salta y Cerro Vanguardia (oro y
plata) en Santa Cruz, pusieron en marcha,
sucesivamente, la megaminera argentina.
En pocos aos, en esas provincias y en otras
como Chubut, Ro Negro, Neuqun, Mendoza, San Juan, Jujuy, Crdoba, nuevos
emprendimientos ingresaron en la etapa de
construccin y/o comenzaron la extraccin
de minerales, aprovechando la continuidad y profundizacin en el presente siglo,
del marco regulatorio especfico a medida
de las multinacionales puesto en vigencia
en los aos noventa. Esto incluye la Ley
26.418, llamada Ley de Presupuestos Mnimos
para la Proteccin de los Glaciares y del Ambiente
Periglacial, que fue vetada mediante el Decreto 1837/08 del PEN, del 10/11/2008,
esto es antes de cumplirse tres semanas de
la sancin. Tambin la Ley 26.639, denominada Rgimen de Presupuestos Mnimos para
la Preservacin de los Glaciares y del Ambiente
Periglacial, sancionada el 30/09/2010, promulgada y publicada en el Boletn Oficial
el 28/10/2010. Esta ley fue reglamentada
muy parcialmente, siendo inaplicable hasta la fecha [2016], a travs del Decreto
(PEN) 207/11 del 28/02/2011, publicado
en el Boletn Oficial el 01/03/2011.
A diferencia de la minera tradicional,
las grandes explotaciones constituyen casi
exclusivamente minas a cielo abierto que
utilizan mtodos hidroqumicos, en procesos altamente contaminantes que plantean
el riesgo cierto de catstrofes ambientales
[3] Para el ao 2011, las exportaciones argentinas por grandes
rubros fueron: en un 26% de productos primarios (PP), un 33 %
de manufacturas de origen agropecuario (MOA), un 33 % de manufacturas de origen industrial (MOI) y un 8 % de combustibles
y energa. En el rubro PP, el complejo minero represent el 22 %
y dentro de ello, las exportaciones de dicho complejo se encuentran concentradas entre las provincias de San Juan, Catamarca,
y Santa Cruz, las que en su conjunto aportaron en 2011 el 94 %
de las exportaciones minerales del pas (Ministerio de Economa
de la Nacin, 2012).

Gran minera, conflictos y resistencia social en la Argentina

(Machado et al, 2011; Gmez Lende y Velzquez, 2008; Cacace, Gmez y Morina,
2013). Los cambios tcnicos permiten
trabajar en zonas que, de otro modo, no
seran rentables econmicamente[4].La actividad minera requiere un uso desmesurado de recursos como el agua[5] y la energa
elctrica[6], destruyendo economas locales y reconfigurando territorios. Todo esto
bajo la proteccin jurdica que torna lcitas
estas actividades. La minera moderna se
asemeja ms a la industria qumica, pero
no est regulada como tal. Como en otras
actividades extractivas, la concentracin
del capital es cada vez mayor. Las empresas
mineras funcionan como enclaves econmicos, espacios cercados y militarizados,
donde anulan las normas del territorio,
no permitiendo siquiera el trnsito de los
antiguos pobladores de la zona. En los enclaves se construye territorialidad con significaciones y valoraciones diferentes segn
los actores: las estrategias de las empresas
transnacionales que privilegian la rentabilidad, el Estado que promueve un modelo de
desarrollo y las resistencias de las comunidades locales que no comparten el modelo,
ni los estilos de vida que impone (Cacace,
Gmez y Morina, op.cit.).
Las poblaciones afectadas por la minera ven languidecer o desaparecer sus modos de vida preexistentes ante los mltiples
riesgos y problemas que entraa la imposicin del modelo megaminero. Entre ellos
podemos destacar los efectos negativos
[4] La mayor parte de los minerales metalferos en explotacin
en el mundo, se encuentran diseminados y poseen una muy baja
ley, como porcentaje del mineral buscado en la masa rocosa intervenida. Slo esta nueva modalidad de extraccin justifica las
inversiones en los yacimientos.
[5] En la Alumbrera se usan 100 millones de litros de agua diarios. Pueblos pastores y agricultores ven como mueren sus animales y cultivos por falta de agua y por derrames txicos.
[6] Por ejemplo, cada gramo de oro que sea extrado de Pascua
Lama, requerir remover 4 toneladas de roca, consumir 380 litros de agua y 43,6 kw/h de electricidad similar al consumo
semanal de un hogar argentino medio), adems de 2 litros de
gasoil, 1,1 kg de explosivos y 850 gramos de cianuro de sodio
(Machado et al, 2011).

sobre las cuencas de varios ros, como VisVis-Amanao y Santa Mara (en Catamarca)
o Sal-Dulce (en Tucumn). Todos ellos se
ven afectados por presencia de metales, superior a la aceptable, como consecuencia
de recibir aguas residuales de la planta de
tratamiento o el dique de cola proveniente de Bajo La Alumbrera (Machado et al,
2011). Otros efectos graves son los derivados del drenaje cido, especialmente en el
largo plazo. Este fenmeno se agrava cuando, como en el caso de muchos emprendimientos en la Argentina, las explotaciones
mineras se encuentran en las cabeceras de
las cuencas hdricas. El proceso del drenaje cido es debido a la presencia de pirita
(sulfuro de hierro), calcopirita (sulfuro de
cobre) u otros sulfuros, componentes habituales de las escombreras y diques de cola.
Los sulfuros pueden convertirse en cido
sulfrico y ste ser lixiviado por la lluvia y
favorecer la liberacin de metales pesados
en cuencas subterrneas y escorrentas superficiales. El efecto de esta contaminacin
puede durar cientos a miles de aos (Giraud, 2014). Por tratarse de minera a gran
escala, se utiliza en grandes cantidades
agua, energa, qumicos y explosivos. Estos ltimos provocan voladura y remocin
de suelos y rocas que entran en contacto
con el aire generando nubes de polvo que
se desplazan a grandes distancias segn los
vientos predominantes. Cabe destacar que
la minera a cielo abierto produce cincuenta veces ms desechos que la minera de
socavn (Rodrguez Pardo, 2009; Gutman,
2013). La voladura de extraordinarias cantidades de suelo y rocas se mezcla con los
explosivos y reactivos qumicos utilizados
en las piletas de separacin de metales. As,
se combinan la industria minera y la industria qumica (nica manera en la que resulta rentable la explotacin de yacimientos de
baja ley), y aparecen en las nubes de polvo
y en los lixiviados, metales pesados propios
de la actividad: cadmio, cobre, mercurio,
79

Jorge Osvaldo Morina

plomo, uranio, zinc, por solo nombrar algunos. Se suman a ellos metaloides como
el arsnico y cidos como el sulfrico y el
ntrico (Rodrguez Pardo, 2009). Tambin
se ve afectada la morfologa de la zona
explotada a travs de una excavacin (de
gran superficie y profundidad), que resulta abandonada al terminar la explotacin.
Donde antes haba un cerro o su ladera,
queda uno o varios pozos u hondonadas
(Svampa y Viale, 2014). A todo lo antedicho se suma la intromisin de la actividad
megaminera en las zonas de acceso a los
yacimientos. Por ejemplo, el uso de rutas
y caminos pblicos para el traslado de
sustancias peligrosas, explosivos y maquinarias a travs de camiones de gran porte,
con la consecuente alteracin de los modos de vida de las poblaciones aledaas y
el dao que ocasionan a la infraestructura
vial y habitacional preexistentes.
La actividad minera ocupa escasa mano
de obra, incorporando pautas propias de la
flexibilizacin y precariedad laboral, generando una progresiva desintegracin social.
Segn la OIT (Organizacin Internacional
del Trabajo) los trabajadores mineros en el
mundo representan slo el 0,9 % de la poblacin empleada, pero un porcentaje alto
de ellos padecen muertes laborales, muchas
no reportadas, y alta morbilidad por accidentes o por enfermedades que, a veces,
se manifiestan tardamente. En Argentina,
mientras los volmenes de los minerales extrados aumentaron en promedio un 150 %
entre 1990 y 2004, el peso relativo de los
ocupados en minera se redujo en ms del
50 %, al pasar del 1,34 % del total en 1990
a 0,67 % en 2004. A pesar del crecimiento
exponencial de la actividad minera argentina, la empresa Barrick Gold responsable
del proyecto binacional argentino chileno
Lama Pascua, por problemas financieros y
legales con la Justicia chilena por la destruccin y contaminacin probada de glaciares,
est en proceso de desaceleracin y ajuste
80

de costos[7]. A fines de 2013 decidi reducir el personal de 5.000 a 3.500 empleados.


Estos 3.500 trabajadores, todos del lado argentino, se redujeron a 500 durante 2014.
Cuando comenz el proyecto contaba con
12.000 trabajadores. Queda a la vista el espejismo del empleo minero difundido por el
Estado y las empresas.

3. Conflictos y resistencias sociales


Lo sucedido en Esquel (Chubut), constituy un caso emblemtico. La comunidad
de Esquel se moviliz contra la explotacin
de una mina de oro a cielo abierto adjudicada a la empresa minera canadiense Meridian Gold, y los vecinos organizaron un
plebiscito en marzo de 2003. El 81 % de los
consultados se expres por el NO a la minera txica. El caso tuvo efectos multiplicadores en otras poblaciones y reas afectadas.
Son numerosas las resistencias sociales
en diferentes localidades y provincias. Existen unas setenta asambleas contra la megaminera a cielo abierto, nucleadas en la
Unin de Asambleas Ciudadanas (UAC).
Entre ellas se encuentran las emblemticas asambleas de Chilecito y Famatina, en
La Rioja, cuyos vecinos luchan desde 2006
contra la instalacin de la empresa transnacional Barrick Gold, en el antiguo distrito
minero La Mejicana. En 2011, el gobernador Beder Herrera firm un convenio con
la compaa canadiense Osisko, con la intencin de reinstalar la explotacin de ese
yacimiento, despus que aos antes fuera
impedida la propuesta de la Barrick. Estas
luchas llevan implcita la del agua, como
[7] Debido al abrupto descenso del precio de los metales y a la
acuciante situacin financiera que aqueja a toda la industria minera a nivel internacional, Barrick, el mayor productor de oro del
planeta, est buscando un socio estratgico de origen chino para
robustecer su solvencia crediticia y econmica. El gran objetivo
es reactivar la construccin de Pascua Lama que es considerado
como la joya de la empresa a futuro. La designacin de John
Thornton (experto en negocios en Oriente) como nuevo chairman de la compaa en reemplazo de Peter Munk, lder histrico
de Barrick, se explica en esa sintona.

Gran minera, conflictos y resistencia social en la Argentina

bien escaso de esta zona semirida que


hace incompatible la convivencia de una
actividad extractiva con las agroindustrias
(olivcola, vitivincola, nogales y hortalizas)
que dan sustentabilidad econmica a la poblacin (Giarracca y Hadad, 2009). Los pobladores no quieren continuar con la contaminacin ni permitir el avance de otros
emprendimientos mineros, algunos de los
cuales (como Agua Rica, Bajo El Durazno
o Pilciao 16, en Andalgal) amenazan con
terminar expulsando a la poblacin de sus
tierras e incluso de su ciudad[8].
En algunas provincias como en Catamarca, La Rioja o San Juan, se criminaliza
y reprime la protesta. En enero de 2012, en
Famatina, La Rioja, se produjo una gran
pueblada que permiti dar visibilidad a
conflictos en otras provincias del pas y coloc la problemtica en la agenda poltica
nacional, intentando promover una democratizacin de las decisiones (consultas pblicas, audiencias, plebiscitos). Ante las reiteradas protestas contra la minera a cielo
abierto, el Gobierno nacional decidi convocar a mandatarios provinciales, cmaras
empresariales y comisiones directivas de
sindicatos de trabajadores mineros, para
enfrentar los reclamos ambientales, polticos, econmicos y sociales. Como parte de
la estrategia general se impuls la creacin
de la OFEMI -Organizacin Federal de Estados Mineros-, un organismo articulador
entre el Estado nacional, los estados provinciales y las empresas del sector con el
objetivo declarado de propiciar una minera
sustentable. Las provincias integrantes de la
OFEMI[9] firmaron el Acuerdo Federal Mi[8] Sobre los conflictos provocados por Agua Rica, a 17 km. de
Andalgal y cerca de las nacientes del ro homnimo, y los derivados de Pilciao 16 (que de ponerse en marcha llevara a ejecutar
la concesin de las tierras sobre las que se erige la localidad de
Andalgal), se puede consultar: Aranda, 2010; Berardi, 2011.
[9] Las provincias integrantes de la OFEMI (creada en 2012)
son 9: Jujuy, San Juan, Salta, Catamarca, La Rioja, Ro Negro,
Mendoza, Santa Cruz y Chubut. Consignamos que la Organizacin fue ideada en el Ministerio de Planificacin, a cargo de
Julio De Vido, y presentada en la Casa de Jujuy en la ciudad de

nero que les otorga la potestad de constituir empresas pblicas mineras provinciales, generando mecanismos para participar
de la renta. Las legislaturas provinciales han
ido tratando y aprobando estas cuestiones,
siguiendo la senda iniciada por Santa Cruz
aos atrs. En simultneo a las protestas
riojanas, vecinos de Andalgal realizaron
bloqueos en Beln y Santa Mara, en las rutas de acceso a La Alumbrera. Tambin se
sumaron cortes en Amaicha del Valle (Tucumn) contra Alumbrera y en rechazo a
Agua Rica. Soledad Sede, integrante de la
Red de Asistencia Jurdica contra la Megaminera (REDAJ), creada en 2009, expres:
[...] registramos un preocupante proceso de
persecucin y criminalizacin de la protesta social en contextos de conflictividad por
el desarrollo de la megaminera. Son cotidianas las amenazas y detenciones ilegales.
Existe una vulneracin sistemtica de los
derechos ciudadanos y, en particular, la violacin al derecho de manifestarse legtimamente, que se ha puesto en jaque luego de
la sancin de la ley Antiterrorista (Citado en
www.noalamina.org, 31/01/2012).

La provincia de Catamarca, desde los


aos noventa y cada vez ms en el siglo
XXI, ha tenido gestiones polticas sensibles
a las compaas mineras. Despus de la feroz represin al denominado Andalgalazo del
15/02/2010, la asuncin de la gobernadora Luca Corpacci no modific esas polticas de Estado. En julio de 2012, la polica
provincial actu junto a grupos de choque
pro-Alumbrera para desalojar con violencia
un corte de ruta selectivo en Cerro Negro. En
esa ocasin se aplic un estricto control jurisdiccional, expulsando a los asamblestas y militantes que haban llegado desde otros puntos del pas, en solidaridad con una causa
que entienden de escala nacional. De hecho,
puede afirmarse que secuestraron el micro
Buenos Aires. Eduardo Fellner actu como anfitrin, secundado por Jos Luis Gioja (San Juan), Luca Corpacci (Catamarca),
Luis Beder Herrera (La Rioja), Martn Buzzi (Chubut) y Alberto
Weretilneck (Ro Negro).

81

Jorge Osvaldo Morina

con sus ocupantes, obligndolo a ingresar a


territorio cordobs. Se cont para ello con la
colaboracin de la polica de La Rioja.
En Catamarca se ejercita la vigilancia del
pensamiento que se expresa en las redes sociales, como facebook. As, el Intendente de
Beln, en julio de 2012 envi una Carta Documento al asamblesta Mariano Cervantes, imputndole los delitos de calumnias e
injurias por el hecho de haber denunciado
las polticas que el funcionario despliega
a favor de las empresas mineras. Ms all
que las denuncias de Cervantes fueron verificadas, la intimacin ignoraba que la Ley
26.551 fue modificada en 2009, dejndose de aplicar ese delito a expresiones referidas a los asuntos de inters pblico. En
esa oportunidad, el Estado argentino debi cumplir con una Resolucin de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. En
el mbito judicial, han sido elocuentes las
declaraciones a la prensa de la presidente
de la Corte de Justicia catamarquea al
sealar, ante uno de los cortes selectivos:
Los ambientalistas son gente que est dispuesta a exigir que se cumpla con sus derechos. Esa gente habr que sacarla y llevarla a la crcel (Comunicacin Ambiental,
29/07/2012). Esas palabras insinan que
reclamar por los derechos constitucionales
es un delito. La oposicin de los pueblos
a la megaminera se ha extendido por distintas regiones de la Argentina. As ocurri
tambin en Rawson, Chubut, el 27 de noviembre de 2012, cuando frente a la Legislatura Provincial, decenas de asamblestas
del movimiento No a la Mina fueron atacados y heridos por una agrupacin armada
y solventada por empresarios mineros que
se identifica como parte de la U.O.C.R.A.
(Unin Obrera de la Construccin de la
Repblica Argentina). Representantes de
No a la Mina expresaron: Hacemos responsables por lo sucedido y por lo que pueda
suceder al diputado Carlos Eliceche y al
gobernador Martn Buzzi por haber libera82

do la zona y por la represin tercerizada,


concretada mediante patotas sindicales
(Comunicado de la Unin de Asambleas
Patagnicas, 28/11/2012).
Lo anterior se explica porque el gobierno
provincial de Chubut, junto al gobierno nacional, pretendan habilitar la gran minera
mediante un marco regulatorio que permitiera violar la Ley 5.001, que la prohbe. La
funcin represiva del Estado es ejercida a
travs de patotas sindicales. Como siempre, el
Estado capitalista cumple simultneamente
las funciones econmica, poltico-ideolgica y represiva (Quiroga, 1985). El 25 de
noviembre de 2014 la polica provincial reprimi a miembros de las asambleas ciudadanas que quisieron asistir al tratamiento de
un proyecto que presentaron para ampliar y
asegurar el cumplimiento de la misma ley.
La resistencia social a la megaminera se
expresa tambin en la comarca andina patagnica de Chubut y Ro Negro. As, el 19
de diciembre de 2012, se realiz en San Carlos de Bariloche, una importante marcha
contra las corporaciones mineras y por la
restitucin de la Ley 3.981, conocida como
Ley Anticianuro, promulgada en Ro Negro
en 2005 como resultado de las luchas de
las poblaciones de Bariloche y El Bolsn,
entre otras localidades. Pocos das despus, al cumplirse un ao de la derogacin
de la citada Ley, San Carlos de Bariloche
volvi a ser escenario de una gran movilizacin, que cont con el apoyo de cientos de
turistas y culmin con dos comunicados: el
primero fue la Carta al Pueblo de Ro Negro y el otro consisti en el Primer Decreto
Popular de Bariloche (o La ley de la Vida).
Sancionada y promulgada el 30/12/2012,
reinstala la Ley 3.981 que protege a la
poblacin de la contaminacin y el abuso
del agua por parte de las corporaciones,
desconoce la capacidad e integridad de
estos polticos que deciden a espaldas del
pueblo, quienes derogaron la Ley [...]. En
los artculos 4, 5 y 6 declara a los legis-

Gran minera, conflictos y resistencia social en la Argentina

ladores que votaron la derogacin como


traidores al pueblo de Ro Negro, al medio
ambiente y a las industrias productivas tradicionales. El artculo 9 reza Nmbrese a
los traidores, transcribiendo los nombres
y apellidos de cada uno de los legisladores
que un ao antes votaron en funcin de
los intereses de las empresas mineras, tomados como propios por las autoridades
nacionales y provinciales (Prensa de Vecinos Autoconvocados de Bariloche contra
la Megaminera, 30/12/2012). En enero de
2014 se concret en San Carlos de Bariloche la marcha N 43 exigiendo la restitucin de la ley de marras.
La organizacin y coordinacin de
las resistencias se torn ms fuerte. As,
entre el 24 y 26 de noviembre de 2012,
en el Departamento Albardn, en un
campamento a 12 km. de la ciudad de San
Juan, la Unin de Asambleas Ciudadanas
(UAC) realiz su XIX encuentro, con
asamblestas de numerosas provincias
argentinas y del Uruguay. Se concretaron
talleres, plenarios, transmisiones radiales,
una movilizacin y se estren un documental, denominado Desiertos de Piedra. En
la movilizacin, la polica intervino tanto
uniformada como de civil, cruzando todo
el tiempo la columna de manifestantes.
Adems de rechazar la gran minera contaminante, repudiaron las fumigaciones
con glifosato y otros agrotxicos aplicados
en la agricultura transgnica, la instalacin
de cementeras, transformadores elctricos
y los emprendimientos inmobiliarios en
perjuicio de espacios verdes o en el Delta
de Tigre (Comisin Ambiental de COB-La
Brecha, 28/11/2012).
En Neuqun, poco antes de finalizar su
mandato, el entonces gobernador Jorge
Sobisch, otorg en forma directa el rea
minera de Campana Mahuida, 13 km al
sur de Loncopu, a la empresa de capitales chinos Emprendimientos Mineros S. A.,
que pretenda extraer cobre, para lo cual

debera volar, literalmente, el cerro Tres


Puntas. Gobierno y empresa no consideraron de inters que el territorio involucrado perteneciera a la comunidad mapuche
Mellao Morales. Hacia 2009, la batalla judicial y la de las calles lleg a su apogeo. La
movilizacin social fue acompaada por el
grueso de la poblacin y el Tribunal Superior de Justicia determin no avanzar en la
explotacin hasta determinar si el contrato
que le daba lugar era legal. Adems, se reconoci la legislacin internacional (Convenio 169 de la OIT) que obliga a realizar
una Consulta Previa, Libre e Informada,
antes de iniciar cualquier tipo de actividad
en territorio de comunidades indgenas.
Organizaciones y vecinos siguieron alertas,
convocando en junio de 2012 al primer referndum vinculante del pas. Particip el
70 % del padrn y ocho de cada diez votantes eligieron S a la Vida. No a la Megaminera.
Das despus, el gobierno neuquino encabezado por Jorge Sapag present una impugnacin para desconocer el referndum
popular (Comisin Ambiental de COB-La
Brecha Comahue, 11/12/2012).
El 23/03/2013, la poblacin de Esquel
celebr el dcimo aniversario del plebiscito
realizado en 2003, cuando el 81 % vot por
el No a la Mina. Luego de una dcada de resistencia ininterrumpida, una marcha multitudinaria parti a las 19 horas, desde la
Plaza San Martn, encabezada por las clsicas banderas argentinas con la misma frase
No a la Mina, simple y clara. Otras banderas
expresaban: Fracking y Minera son Riqueza para
Pocos y Contaminacin para Muchos o Aqu se
Respira Lucha. Ms de seis mil manifestantes
de todas las edades. Muchas parejas jvenes
con hijos. Segunda y tercera generacin
caminando para decidir sobre su futuro
(Aranda, 2013). Mujeres y hombres que
han sufrido persecucin y por haber fundado y consolidado la Asamblea de Vecinos
estuvieron all para seguir oponindose al
asedio de las multinacionales. Si en 2003
83

Jorge Osvaldo Morina

se enfrentaban a Meridian Gold, en 2013 y


ahora lo hacen con Yamana Gold, pero eso
implica enfrentarse al gobierno de Chubut y
a los gobiernos nacionales de turno. Gustavo Macayo, activista y abogado de la Asamblea, resume uno de esos componentes: Es
muy fuerte la presin de estas multinacionales y la accin desvergonzada de los gobiernos municipal, provincial y nacional que se
ponen del lado de las empresas (Op. cit.).
Por su parte, Silvana Villivar pronunci uno
de los discursos ms conmovedores. Se trata de una joven madre, humilde, que hace
una dcada firm el amparo para frenar a
la minera por va judicial (ratificado en segunda instancia y tambin por la Corte Suprema de Justicia de la Nacin). Record
cuando empresas y funcionarios recorran
su barriada, Ceferino, tratando de comprar
voluntades entre los vecinos. Con voz quebrada y llorando afirm que todo lo hecho fue
por sus hijos, que estaban junto a ella al decir: Cuando me muera quiero poder mirar
a mis hijos a los ojos, que sepan que hice
todo lo posible... (Aranda, 2013). Luego
de su recorrido, la marcha volvi al punto
de partida y en la glorieta central de la Plaza
se ley el Documento Final. El texto es conceptualmente muy rico y profundo en toda
su extensin. En uno de sus fragmentos el
Documento plantea:
Creemos que la verdadera democracia es
sta, la que construimos cada da comprometidos de verdad con nuestra propia historia y no participando un domingo cada tanto en un ritual electoral con el que algunos
consiguen llegar a un puesto de poder con
el que hacen lo que se les antoja, como si
nuestros votos los convirtieran de repente en
condes y marqueses de la poltica. Seores
funcionarios: Su nico ttulo nobiliario debera ser el de servir al pueblo, y no a los poderes econmicos de turno! (Comunicacin
Ambiental, 24/03/2013).

A pesar de la masividad y la fuerza de


la manifestacin de Esquel, ningn medio
de comunicacin de alcance nacional se
84

hizo eco de las voces que diez aos antes


frenaron un negocio ecocida. Voces de un
pueblo que luch y lucha contra las empresas mineras, contra los gobiernos y contra
medios de comunicacin. Once mil sesenta y cinco personas votaron contra la gran
minera y lo hicieron posible en 2003 y lo
hacen posible hoy, mientras siguen organizndose, creciendo de manera horizontal.
Sin embargo, el 23 de marzo de 2013 de
Esquel, para gran parte del pas no sucedi.
Cada vez ms se evidencia la acumulacin
por desposesin, caracterstica de la actual
etapa de expansin del capital (Harvey,
2004). La poblacin pierde sus derechos
comunales porque los dominios estn
privatizados. La resistencia de los movimientos sociales frente a estos procesos
constituye, formalmente, una indudable
expresin de la lucha de clases.

4. Palabras finales
En suma, se han reseado algunos rasgos particulares de la minera transnacional
a cielo abierto, los consecuentes efectos socio-ambientales que deterioran a las economas locales y la emergencia de conflictos
y crecientes resistencias de las poblaciones
afectadas por la actividad. Se asiste a consideraciones muy limitadas de los impactos
causados por la gran minera, a partir de
una concepcin productivista impulsada
por las empresas y el Estado, que se orienta
a la puesta en valor de bienes comunes asumidos como recursos naturales por el capital.
De ese modo, se deja de lado la visin ecosistmica y se explotan minerales demandados por el mercado internacional, externalizando los costos y operando para ocultar
las mltiples consecuencias negativas. En
ese contexto se enfrentan de manera asimtrica, por un lado, las poblaciones que ven
comprometidas sus estrategias productivas
preexistentes y en riesgo su futuro, que se organizan para conquistar espacios de visibilidad y, por otro, las corporaciones mineras

Gran minera, conflictos y resistencia social en la Argentina

con su poder de cooptacin o asociacin


con el Estado, medios de comunicacin y
algunos actores locales.
No es posible avanzar en la democratizacin poltica de la sociedad si no se ponen lmites a un modelo extractivo (rgimen social de acumulacin y distribucin
de riqueza), que necesita dominar y subordinar por mtodos ms o menos violentos
a las poblaciones que habitan los territorios intervenidos. La idea movilizadora es
la de generar debate y enriquecerlo. Del
lado empresarial y de los funcionarios
que defienden la minera a cielo abierto,
pueden afirmar que se generan ingresos
para las arcas estatales (ahora sin las retenciones a las exportaciones), para cumplir
obligaciones como el pago de salarios y
beneficios sociales para los pobres. Hasta podran argumentar que cierto nivel de
extractivismo es un mal necesario para acumular excedentes que permitan encarar un
salto industrialista. Luego deberan explicar como sera el paso de este esquema,
excluyente adems de contaminante y destructivo, a otro generador de autntica distribucin. Porque sucede que el extractivismo es intrnsicamente concentrador de
riqueza, requiriendo escasa fuerza de tra-

bajo y exportando commodities, inseparable de polticas sociales compensatorias, que


generan dependencia y pasividad entre sus
beneficiarios. Criminalizar las protestas de
los que se oponen a este modelo productivo, acusarlos de fundamentalistas o minimizarlos con el mote de ambientalistas para
desconocer su carcter de ciudadanos, es
reiterar una pelcula muy vista y, adems,
nada recomendable.
La megaminera es un gran negocio para
las multinacionales y algunos socios vernculos, no para el pas. El Estado Nacional,
con la complicidad de los poderes polticos
provinciales, avanza en la justificacin del
neoextractivismo como clave para el crecimiento econmico. La generacin de tramas discursivas favorables a la gran minera, la vigencia de las normativas creadas a
la medida de las corporaciones del sector,
la persecucin, el procesamiento y las violencias aplicadas contra los movimientos
sociales organizados para resistir, definen
el neocolonialismo del siglo XXI. Sin embargo, aunque el saqueo planificado cuente con acuerdos ocultos o descarados que
promueven su pretendida inevitabilidad, la
conflictividad y las resistencias siguen creciendo a lo largo y ancho del pas.

Referencias bibliogrficas
Aranda, D. (2010). Andalgal, la ciudad
que fue concesionada. Pgina 12, Seccin 2, pp. 11-29 de marzo de 2010.
Aranda, D. (2013). Esquel sigue haciendo
historia. Comunicacin Ambiental [consultado el 24 de marzo de 2013]. Disponible
en: http://www.comambiental.com.ar
Berardi, A. (2011). El da que Andalgal
dijo Basta. GeoEcon, Revista de Geografa
Econmica, Ao 3 (2), 145-156.
Cacace, G.; Gmez, M. y Morina, J. (2013).
La megaminera en la Argentina del siglo
XXI: saqueo extractivista neocolonial.
En G. Cacace, M. Gmez, J. Morina y
G. Suevo (comp.), Geografas Regionales y

Extractivismo en la Argentina de los Bicentenarios (pp. 391-441). Lujn: Instituto de


Investigaciones Geogrficas, Departamento de Ciencias Sociales, UNLu.
Comisin Ambiental de COB-La Brecha
(2012). UAC contra el saqueo y la contaminacin [consultado el 28 de noviembre de 2012]. Disponible en: redaccion@anred.org
Comisin Ambiental de COB-La Brecha Comahue (2012). Loncopu y Mellao Morales,
el freno a la mina a cielo abierto [consultado el 11 de diciembre de 2012].
Disponible en: redaccion@anred.org
Comunicacin Ambiental (2012). Estrenan
85

Jorge Osvaldo Morina

Ley Antiterrorista contra asamblestas


de Catamarca [consultado el 28 de
enero de 2012]. Disponible en: http://
www.comambiental.com.ar
Comunicacin Ambiental (2012). Catamarca Mega Minera: Estn pasando demasiadas cosas raras para que todo pueda
seguir tan normal. Informe Especial [consultado el 29 de julio de 2012]. Disponible en: www.comambiental.com.ar
Comunicacin Ambiental (2013). La dignidad
es un derecho humano. Documento de la
Asamblea `No a la Mina de Esquel, ledo en pblico en ocasin del X Aniversario del Plebiscito [consultado el 24 de
marzo de 2013]. Disponible en: http://
www.comambiental.com.ar
Comunicado de la Unin de Asambleas Patagnicas (2012). Violenta represin en
Chubut a manifestantes que se oponen
a la megaminera [consultado el 28 de
noviembre de 2012]. Disponible en: redaccin@anred.org
Delgado Ramos, G. (2012). Extractivismo,
fronteras ecolgicas y geopolticas de
los recursos. Revista Amrica Latina en movimiento, 473, 1-4.
Giarracca, N. y Hadad, H. (2009). Disputas
manifiestas y latentes en La Rioja minera. Poltica de vida y agua en el centro de
la escena. En M. Svampa y M. Antonelli
(Eds.), Minera transnacional, narrativas del
desarrollo y resistencias sociales (pp. 229253). Buenos Aires: Biblos.
Giraud, M. (2014). De los mitos del extractivismo minero a la extraccin indispensable. Conferencia de apertura de las III
Jornadas Nacionales de Investigacin y Docencia en Geografa Argentina, 7 de mayo de
2014. CIG- FCH-UNCPBA, Tandil.
Gmez Lende, S. y Velzquez, G. (2008).
Orden global y territorio, verticalidades y horizontalidades. El caso de la
minera metalfera en Argentina (1998-

86

2007). En J. Morina (Comp.) Cuestiones


regionales en la Argentina al comenzar el siglo XXI. Consecuencias sociales, econmicas
y ambientales de la explotacin de recursos
naturales (pp. 55-102). Lujn: Programa
de Estudios Geogrficos (PROEG) N
5, Departamento de Ciencias Sociales,
UNLu-ANPCyT.
Gutman, N (2013). Argentina en la frontera minera. Buenos Aires: Ediciones del Centro
Cultural de la Cooperacin Floreal Gorini.
Harvey, D. (2004). El Nuevo Imperialismo.
Madrid: Akal.
Machado, H.; Svampa, M.; Viale, E.; Giraud,
M. et al. (2011). 15 Mitos y Realidades
de la Minera Transnacional en la Argentina.
Gua para desmontar el imaginario prominero.
Buenos Aires: Ediciones Herramienta.
Ministerio de Economa de la Nacin (2012).
Complejos Exportadores Provinciales. Informe
Anual 2011. Buenos Aires, Argentina.
No a la Mina [consultado en las siguientes
fechas: 31/01/2012; 5 y 20/11/2013;
28/01/2014; 21/11/14]. Disponible en:
www.noalamina.org
Prensa de Vecinos Autoconvocados de Bariloche contra la Megaminera (2012) [consultado el 30 de diciembre de 2012].
Disponible en: redaccin@anred.org
Quiroga, H. (1985). Estado, crisis econmica y
poder militar (1880-1981). Buenos Aires:
Centro Editor de Amrica Latina.
Rodrguez Pardo, J. (2009). Vienen por el oro.
Vienen por todo. Las invasiones mineras 500
aos despus. Buenos Aires: Ediciones
Ciccus.
Secretara de Minera de la Nacin (2012).
Minera en nmeros, 2011. Buenos Aires,
Argentina: Ministerio de Planificacin
Federal, Inversin Pblica y Servicios,
Presidencia de la Nacin.
Svampa, M. y Viale, E. (2014). Maldesarrollo.
La Argentina del extractivismo y el despojo.
Buenos Aires: Katz Editores.

Voces en resistencia a la megaminera.


Un anlisis a distintas escalas
Ana Mara Fernndez Equiza(*)

Introduccin
En las ltimas dcadas las formas de insercin internacional de Amrica Latina han
profundizado su especializacin en exportacin de recursos naturales.
A la restriccin externa, un problema estructural derivado de la heterogeneidad de
productividades entre sectores (Diamand,
1972), que el desarrollismo procurara resolver profundizando la industrializacin, el
neoliberalismo le suma desde fines de la dcada de 1970, los resultados de un proceso
de endeudamiento, fuga de divisas y creciente extranjerizacin econmica.
Incentivar el ingreso de divisas es el principal argumento por el cual se articulan un
conjunto de polticas para atraer inversiones
directas y/o generar confianza a los prestamistas. En este marco se concatenan una
serie de reformas jurdicas y polticas que
promueven la explotacin a gran escala de
comoditties basados en recursos naturales.
Sin desconocer que luego de la crisis de
2001, algunos gobiernos en Amrica Latina
implementaron polticas diferenciadas del
neoliberalismo en muchos aspectos, el extractivismo exportador es una continuidad
que consolida una reconfiguracin socioterritorial orientada por el canje de naturaleza
por divisas. En este sentido, la megaminera
es una de las actividades ms promovidas y
a la vez controvertidas.
Posibilitada por la disponibilidad de una
tecnologa que permite explotar yacimientos
de baja ley, se caracteriza por la gran escala.
Implica extraccin de grandes cantidades de
roca, remocin del material extrado y pro-

cesamiento con uso de qumicos. Genera


grandes pasivos ambientales, entre otros,
depsitos de residuos slidos y lquidos,
cuyo manejo en el corto plazo es difcil, y en
el largo plazo, incierto. Es adems, una actividad sumamente intensiva en uso de agua,
por lo cual genera conflictos derivados de
la competencia por su uso con actividades
preexistentes y potenciales alternativas. Es
muy intensiva en energa, por lo cual absorbe capacidad instalada u obliga a construir
nuevas obras, desde centrales trmicas, a
grandes represas. Esto, en s mismo genera
fuertes conflictos con las poblaciones afectadas por la inundacin de vastos espacios,
la degradacin de ecosistemas, hbitats y
formas de vida y produccin preexistentes,
as como su significacin desde diferentes
visiones culturales.
La infraestructura requerida para viabilizar la explotacin, transporte y exportacin
de los minerales es un componente fundamental del modelo y se caracteriza por articular los eslabones de una cadena integrada
que funciona como un enclave, al interior
de los pases. Los espacios reconfigurados
exceden a las minas y abarcan desde las represas a los trenes mineros, mineroductos y
puertos mineros privados.
Es el caso de Minera La Alumbrera, extrae
en Catamarca, manda el mineral concentrado a travs de un ducto a Tucumn desde
donde sigue en tren hasta su puerto en Rosario. En Brasil, una de las explotaciones de
la empresa Vale S.A. extrae en la Sierra de
Carajs (Par), traslada por ms de 800 km,
en su propio tren minero a su propio puerto

Centro de Investigaciones Geogrficas (CIG). Instituto de Geografa, Historia y Ciencias Sociales (IGEHCS). Facultad
de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires/CONICET, anafernt@yahoo.com.ar
(*)

87

Ana Mara Fernndez Equiza

en Sao Luis, (Maranhao). El ritmo de extraccin crece, por lo cual estn trabajando en la
duplicacin de la va y en la instalacin de un
nuevo puerto. No genera encadenamientos
productivos significativos y por el contrario
sus impactos son muy fuertes y desestructurantes en trminos de la lgica de desarrollo de otras actividades. Por consiguiente, el
avance de la megaminera encuentra crecientes resistencias, expresadas por distintos actores y en diferentes escalas.
As se observan, a escala local, movimientos sociales generados por las poblaciones
afectadas o amenazadas por los impactos
de la megaminera. Estos se articulan entre
s y con otros actores, para expresar a escala
local, regional y nacional, una resistencia a
modelos considerados insustentables o no
deseados como proyectos de desarrollo.
Tambin existe una dimensin global de la
resistencia a la megaminera, con mtliples
articulaciones y engajada en la resistencia a
la mercantilizacin de la naturaleza.

Accidentes
tales?

o crmenes socioambien-

A finales del ao 2015, dos grandes crmenes socioambientales intensificaron, en


la opinin pblica, el debate sobre la megaminera. El 5 de noviembre de 2015, en Mariana, Mina Gerais, Brasil, la rotura del dique Fundo y el grave deterioro del dique de

Santarem, en la mina Samarco Minerao


S. A., produjeron una corriente de lodo con
residuos de la explotacin minera de gran
magnitud. La misma destruy el pueblo
Bento Rodriguez, provocando 18 vctimas
mortales. Adems, contamin la cuenca
del Rio Dulce que abastece de agua a 15 ciudades y donde viven y pescan miles de pobladores. Afect a comunidades indgenas
como los pueblos krenak[1], a numerosas
comundidades sobre las riberas del ro y en
su desembocadura en el Estado de Spiritu
Santo, afectando su derrame en el mar tanto a las comunidades ms cercanas como
a otras distantes donde se han verificado la
presencia de residuos en las aguas marinas.
La empresa Samarco explota mineral de
Hierro y es un joint venture integrado por
VALE (Brasil) y BHP Billiton (Anglo-australiana). Estas empresas, las dos mayores mineras del mundo, inicialmente, deslindaron
en la empresa que conforman, Samarco, la
eventual responsabilidad en relacin al lamentable y triste accidente[2].
[1] BBC. BRASIL. Luis Kawaguti e Ricardo Senra ndios fecham
ferrovia da Vale em MG em protesto contra morte de rio sagrado [consultado el 1 de septiembre de 2016]. Disponible en:
http://www.bbc.com/portuguese/noticias/2015/11/151114_
mg_protesto_indios_rs_lw_rb.shtml
[2] BRASIL 247 Vale diz que mera acionista da Samarco 11
/11/2015 [consultado el 15 de marzo de 2016]. Disponible en:
http://www.brasil247.com/pt/247/minas247/204736/Vale-dizque-%C3%A9-mera-acionista-da-Samarco.htm

Imagen 1. Comparacin de imagen satelital del rea de Mina Samarco (Vale y BHp) y Pueblo
Bento Rodrigues, MG, 20 de julio de 2015 24 de diciembre de 2015

Fuente: recorte de imgenes de Google Earth de acceso libre y gratuito


88

Voces en resistencia a la megaminera. Un anlisis a distintas escalas

Imagen 2. Comparacin de imagen satelital del Pueblo Bento Rodrigues, MG, 20 de julio de
2015 24 de diciembre de 2015

Fuente: recorte de imgenes de Google Earth de acceso libre y gratuito

Derrame de cianuro en Veladero


En el departamento de Iglesias, San Juan,
Argentina, opera la mina de oro y plata Veladero, ubicada a ms de 4.200 metros sobre el nivel del mar, sobre la cordillera de
los Andes. Pertenece a la empresa Barrick
Gold, con sede en Canad, compaa que se
cuenta entre las 10 mineras ms grandes del
mundo y es la primera en extraccin de oro.
El 12 de septiembre de 2015, debido a
la rotura de una vlvula, se produce prdida de solucin cianurada y la existencia de
una compuerta abierta facilita el derrame,
el cual es detectado, y trasciende informalmente en redes sociales el da 13. La empresa reconoce la existencia del derrame
con posterioridad. Es decir, no se dio cumplimiento inmediato al protocolo y plan de
contingencia dispuesto por el Informe de
Impacto Ambiental del proyecto Veladero
para el caso de derrames de cianuro, y al
mismo tiempo, se ocult el estrago ambiental hasta el da martes 15 de septiembre.
En ese momento las autoridades hacen la
denuncia, que ya haba sido efectuada por
el ciudadano Sal Zeballos, representado
legalmente por el Dr. Diego Segu.
Se intent minimizar la magnitud del derrame. Inicialmente trascendi que era de
15.000 litros, pero finalmente se admiti
que fue de ms de 1.000.000 de litros. Adems, en el marco del proceso generado, la

empresa reconoci que hubo tres derrames


anteriores no informados y controlados.
Mientras que, en las montaas donde
existen los glaciares que alimentan los ros
y abastecen de agua a Jachal y otros centros urbanos actan las megamineras, en
Jachal la poblacin debi recurrir al agua
embotellada. El desastre alcanz a los ros
Potrerillos, Jachal, Blanco, Palca y Las Taguas, en los cuales se encontraron sustancias txicas que violan la Ley N 24.051 de
residuos peligrosos[3].
Robert Moran, Doctor en Ciencias Geolgicas de la Universidad de Texas, perito de
parte por la Asamblea Jchal No Se Toca,
en la investigacin que se lleva a cabo por
el derrame de cianuro en Veladero, lleg en
abril de 2016 a la provincia por pedido de
Sebastin Casanello para realizar un peritaje en la mina.
En declaraciones pblicas destac la
alarmante precariedad en materia de seguridad en la mina Veladero. Adems sostuvo que
el glaciar Almirante Brown esta seccionado y
cortado a la mitad por el camino minero; el
[3] As lo establece el informe elaborado por la Divisin
Operaciones del Departamento de Delitos Ambientales
de la Polica Federal Argentina (PFA) Citado en Los Andes
El derrame de cianuro en la mina Veladero contamin a
cinco ros de San Juan 23 de febrero 2016 [consultado
el 1 de septiembre de 2016]. Disponible en: http://www.
losandes.com.ar/article/el-derrame-de-cianuro-en-lamina-valadero-contamino-a-cinco-rios-de-san-juan

89

Ana Mara Fernndez Equiza

Valle de Lixiviacin, donde se depositan las


pilas del mineral para rociar con cianuro, est
dispuesto sobre la naciente del ro Potrerillos,
que es un enorme ambiente periglacial; el
curso del ro Potrerillos fue desviado para
pasar por debajo de todo el Valle de Lixiviacin y el camino a las minas Veladero y Pascua Lama est violando la ley de glaciares
(Ley N 26.639).
Paradojalmente, hasta el momento del
derrame, Veladero se presentaba como
una de las Minas de oro con mejor reputacin ambiental internacional . El debate
generado a partir del derrame afecta su capacidad de mantener inversores y su credibilidad, por lo cual responde rpidamente buscando minimizar el impacto en su
reputacin. Para empezar, responsabiliz
a un grupo de trabajadores. A seguir, cambio su cuadro gerencial.
Por su parte, las autoridades provinciales calificaron rpidamente el derrame
como accidente y aplicaron una multa. La
seguridad jurdica es un camino de ida y
vuelta que tenemos que cumplir en ambas
partes. El Estado ejerci el debido control
suficiente, determinando el accidente y poniendo la multa correspondiente, sentenci el mandatario, y luego remarc: Con
esto no pretendemos que se piense que San
Juan est retrocediendo en cuanto al desarrollo de la actividad. Se la est protegiendo y potenciando. Las dems empresas vern que la actividad se est potenciando.
Gobernador Sergio Uac[4]
A su vez, la Asociacin de Viateros Independientes de San Juan, cuestion la
poltica pro-minera de la gobernacin, expresando: la actividad agropecuaria y social de Jchal fue destruida por la actividad
minera, que el gobierno dispone del cor[4] INFOBAE. Millonaria multa contra la Barrick por el derrame de cianuro en Veladero 11 de marzo 2016 [consultado el 15 de marzo de 2016]. Disponible en: http://www.
infobae.com/2016/03/11/1796464-millonaria-multa-contra-la-barrick-el-derrame-cianuro-veladero/

90

te de suministro de agua para la actividad


agropecuaria pero jams genera medidas
de corte para la actividad minera () La
Barrick gobierna la provincia de San Juan.
(Comunicado AVI de San Juan, 21 de septiembre de 2015)
El presidente de la mencionada asociacin, Juan Jos Ramos tambin denuncia
que Veladero usa una cantidad de agua varias veces superior a la autorizada
Quin controla que agua usa Veladero si
no dejan ni cruzar la tranquera? Veladero usa
10 veces ms agua que lo que le corresponde,
70 u 80 millones de litro de agua por da
() El agua es para los productores, que
tenamos el derecho primario otorgado por
ley. Cada litro que nos sacan va a las mineras ()Esta actividad tiene enormes subsidios que se les niegan a otras actividades
econmicas de San Juan, ni la minera comn
ni otras actividades en el pas[5]

Las comunidades de Jachal, Iglesias y


otras localidades de San Juan se manifestaron en las calles pidiendo el cierre de la
mina y las asambleas[6] en las cuales se nuclean y llevan adelante, acciones de difusin, movilizaciones y cortes de acceso a la
mina, as como estrategias judiciales.
Los movimientos en resistencia a la megamineria piden la clausura de Veladero basndose en la Ley N 24.051 de Residuos Peligrosos, con exigencia de un cierre ordenado.
Por su parte, las estrategias empresariales en ambos casos, la rotura del dique y derrame de lama txica por parte de Samarco
S. A. y el derrame de solucin cianurada por
parte de Veladero, Barrick Gold, ponen en
evidencia la falta de autonoma estatal frente a la megaminera. Las acciones empresariales siguen un patrn similar que puede
resumirse de la siguiente manera: rechazar
[5] Diario de Cuyo.com Viatero dice que Hidrulica no controla el agua minera, San Juan, 22 de setiembre 2015 [consultado el 1 de septiembre de 2016]. Disponible en: http://www.diariodecuyo.com.ar/home/not_imprimir.php?noticia_id=423404
[6] Asamblea Jachal no se toca, Asamblea Sanjuanina contra la
contaminacin y el saqueo, Iglesianos Por la Vida (San Juan)

Voces en resistencia a la megaminera. Un anlisis a distintas escalas

reclamos, tratar de invisivilizarlos, y cuando


no se puede evitar tomar una accin, hacerlo dentro de la empresa y con la parte del
estado cooptada para evitar intervencin
de la parte con mayor autonoma.
As, en el caso de Veladero, la empresa y
el gobierno afn se apuran por definir un escenario judicial y una multa a nivel provincial
para evitar una mayor injerencia nacional. En
el caso de Samarco, acuerda con el gobierno
para constituir un fondo de reparacin gestionado con intervencin de la propia empresa. Esta negociacin evita un escenario
judicial ms costoso y coloca a los damnificados a tratar uno a uno con la empresa.
En ambos casos, caracterizar a estos
hechos como accidentes, es una forma
ms de naturalizar una lgica que invisibiliza y, cuando no puede ocultar, minimiza
la importancia de los impactos sociales y
ecolgicos de la megaminera. Estos proyectos han generado resistencias mltiples, plurales y crecientes.
Las estrategias empresariales han utilizado y siguen incluyendo, desde la coercin
directa en algunos casos, a las campaas
de diseminacin de fondos en instituciones de la comunidad, financiamiento de
campaas electorales y presin para que el
estado profundice y ampli las medidas de
fomento y defensa de la actividad, ya promovidas desde fines de la dcada de 1970
y consolidadas por la estrategia minera del
Banco Mundial (1997). Estos lineamientos se replican en un andamiaje de normas
legales y reformas constitucionales que le
otorgan la decisin sobre los recursos naturales a estados provinciales, la creacin
de competencias de control ambiental dependientes de las mismas reas que tiene
como competencia promover la minera y
son parte de las razones que han hecho posibles proyectos como Veladero y Samarco.
La existencia misma de estos proyectos
es la expresin de una correlacin de fuerzas, donde las resistencias fueron desaten-

didas y sub-representadas polticamente,


en aras de cumplir con un modelo de desarrollo minero que subordina otros objetivos al de obtener divisas. Desde las reformas estructurales enmarcadas en el gran
endeudamiento y los condicionamientos
externos generados por el neoliberalismo
y su apuesta dogmtica al capital extranjero, a las urgencias de los gobiernos ante la
recurrente restriccin externa, la obtencin
de divisas es el principal factor interno de la
aceptacin de la megaminera.
Entre los factores externos, no slo es
fundamental la demanda real de minerales, muchos de ellos estratgicos para los
pases compradores. Este es claramente
el caso de la explotacin de hierro para
abastecer la demanda China y la explotacin de minerales de los cuales depende en
mayor o menor medida EEUU, definindolos como una cuestin de seguridad nacional (Bruckmann, 2011).
Adems, la hegemona de la valorizacin
financiera, el comportamiento especulativo
de los capitales y la visin crematstica dominante que incentiva la bsqueda de ganancias extraordinarias, alimentan las inversiones en la megaminera. Merced a las
condiciones sumamente favorables construidas para su desarrollo en Amrica Latina, que aseguran una altsima rentabilidad
para los proyectos, las empresas acceden a
capitalizarse en las principales bolsas. En
este sentido, el negocio de la megaminera
no es slo la actividad extractiva en s, sino
la valorizacin de las empresas mineras y
derivados financieros.
Considerando los altos costos de los
procesos de cierre de mina, o los eventuales costos de enfrentar la responsabilidad
por hechos como los producidos por Veladero y Samarco, es relevante considerar
que parte sustancial del negocio minero es
externalizar dichos costos, para lo cual es
funcional el marco jurdico flexible creado
para atraer inversiones, as como la utili91

Ana Mara Fernndez Equiza

zacin de formas societarias y mecanismos


que permiten obtener ganancias durante
parte del ciclo de vida del proyecto y quebrar o transferir al estado y la sociedad una
parte sustancial de los costos, as como los
pasivos ambientales.
En este sentido, en ambos casos se observa la estrategia empresarial de minimizar
sus propias responsabilidades patrimoniales, intentando trasladarla a los operarios,
investigando supuestas negligencias, a la
naturaleza, argumentando que un sismo
puede haber detonado un dique en Samarco y el frio, el congelamiento de una vlvula
en Veladero, o al Estado, por la demora en
algn procedimiento de control o evaluacin. Sin desestimar la importancia de los
mismos, en ningn caso eximira a las empresas de su responsabilidad.
Por otra parte, la justificacin de la megaminera en funcin de la creacin de empleo
no slo es discutible a la luz de los resultados,
hasta el momento previo al derrame de cianuro o la rotura de los diques. Estos hechos
no slo ponen en discusin la calidad de esos
empleos en relacin al riesgo, sino las consecuencias para el empleo en todos los sectores
afectados por los impactos negativos.
En suma, la megaminera, concentra localmente los impactos negativos y extranjeriza
y deslocaliza los beneficios. Por consiguiente
est en las antpodas de una actividad que
contribuya al desarrollo y menos an, al vivir
bien en los lugares donde se realiza.

Por qu crece la megaminera?


En una aproximacin a un anlisis de la
megamineria como sistema complejo, es
decir, que considere las mltiples relaciones que lo constituyen, en diferentes escalas de anlisis, identificamos algunos rasgos a tener en cuenta.
A escala global, una economa mundo
caracterizada por la acumulacin por desposesin, el cercamiento de bienes comunes y la creciente mercantilizacin de la
92

naturaleza; la concentracin de la riqueza,


y el aumento de la desigualdad, reproducidos, perpetuados y aumentados por lo que
OXFAM (2014) llama secuestro democrtico, la (des) regulacin y la financierizacin de los recursos naturales.
La divisin internacional del trabajo implica distribucin desigual de daos ambientales y resulta en gran medida del chantaje locacional de los inversores (Acselrad,
2006), quienes presionan a los estados para
que amplen la flexibilizacin ambiental y
laboral, los privilegios fiscales y otros beneficios diferenciales, constituyendo modelos
que slo tienen para ofrecer a las mayoras
alternativas infernales[7]. En este sentido, es
ilustrativo el fragmento de una entrevista
a un damnificado por el rompimiento del
dique, en Bento Rodriguez: Samarco err
y tiene que pagar pero tiene que volver a
funcionar porque mucha gente trabaja all
Tambin debe ser considerada la dimensin geopoltica que adquiere la megaminera
en respuesta al aumento de la demanda de
minerales estratgicos y la competencia por
los mismos entre EEUU y China, entre otros
pases. En este sentido, Amrica Latina es vista
como un almacn de minerales estratgicos.
Como puede observarse en el Grfico 1,
tomado de Bruckman (2011, p. 20), EEUU
depende total o parcialmente del abastecimiento externo de los minerales consignados. Se ha introducido en el grafico original un destaque de aquellos que obtiene
en Amrica Latina. Considerando que muchos de ellos son imprescindibles para algunos procesos industriales, cabe repensar
la situacin actual y sus implicancias para
el desarrollo de Amrica Latina.
Se trata de ver como cada uno de los
pases ofrece sus yacimientos para obtener
ms divisas o de pensar una estrategia comn y concertada para una gestin regio[7] Philippe Pignarre e Isabelle Stengers, La sorcellerie capitaliste. Pratiques de dsenvotement, La Dcouverte, Pars, 2005

Voces en resistencia a la megaminera. Un anlisis a distintas escalas

nal independiente y slida?


En Amrica Latina las reformas jurdicas
y sectoriales que promueven la megamineria han sido inducidas exgenamente pero
en alianza con grupos locales (Reis Oliveira,
2014) . A su vez, la apertura y competencia
intraregional, as como la subordinacin de
objetivos de produccin para el desarrollo
nacional a la bsqueda de atraccin de capital extranjero y obtencin de divisas, contribuyen a una gestin rentstica de los minerales disponibles sin instancias de cooperacin
que mejoren la negociacin y los precios.
De este modo la megaminera contribuye en Amrica Latina a la primarizacin
de las exportaciones, a la reestructuracin

territorial bajo el modelo primario exportador, a la consolidacin de desigualdades


socioambientales y a la emergencia de una
gran conflictividad social.
Adems, su gran escala implica un grado alto de rigidez. Cuando los precios de
los minerales son altos, incentivan a aumentar el ritmo de explotacin para aumentar el lucro. Cuando los precios bajan,
si bien pueden desalentar a nuevos proyectos, en las explotaciones ya existentes, se
tiende a compensar la cada de los precios
con aumento del volumen extrado y simultneamente, bajando costos laborales
y de cuidado ambiental, para mantener el
lucro o disminuir prdidas.

Grfico 1. EUA: Dependencia de las Importaciones netas de minerales


no combustibles seleccionados

Fuente: Mineral Commodity Summaries 2010, U.S. Department of Interior/U.S. Geological


Survey reproducido por Bruckman 2011, pagina 20. Las flechas fueron agregadas para destacar
aquellos minerales con proveedores latinoamericanos
93

Ana Mara Fernndez Equiza

La paradoja de la inversin extranjera


La apelacin a inversiones extranjeras
como principal fuente de divisas, en las actuales condiciones, reproduce y amplia el
crculo de entrega de naturaleza por divisas.
Como lo demuestran los Informes de CEPAL de los ltimos aos, la inversin extranjera en Amrica del Sur ha contribuido a reprimarizar las exportaciones, ha aumentado
el stock de IDE, extranjerizando las economas y, lejos de resolver la restriccin externa,
ha impactado fuertemente en el dficit de la
regin debido a la remisin de utilidades.
Las salidas de rentas por IED son responsables en gran medida del dficit en cuenta corriente de 2014, que alcanz el 2,7% del PIB.
Para corregir el creciente dficit de la balanza
por cuenta corriente se requiere de un gran
supervit de la cuenta de capital, que en parte se puede financiar tambin mediante la inversin extranjera directa. En un contexto de
menor crecimiento econmico y contraccin
de la demanda internacional de sus principales exportaciones, los pases de Amrica
Latina y el Caribe tendrn que atraer proyectos de IED que puedan elevar su capacidad
productiva y contribuir a la diversificacin de
sus economas (CEPAL, 2015)

Como puede observarse, a pesar de los


resultados paradojales en trminos de divisas, CEPAL, en consonancia con el discurso
promovido por las corporaciones, sigue reproduciendo dogmticamente la apelacin
a la atraccin de capitales. La profundizacin de la desregulacin competitiva (Grey,
2000) sigue siendo la receta neoliberal para
generar confianza y atraer capitales. Mientras, sus resultados a escala global y nacional muestran que slo sirve a la expansin de
mercados globales cada vez mas anrquicos,
dominados por la valorizacin financiera, y
al aumento del lucro a partir del abaratamiento del trabajo y la naturaleza.
En este marco, las voces de resistencia a
la megaminera expresan no slo sus legtimos reclamos ante los impactos negativos
de la actividad en los ecosistemas y en sus
formas de vida. Alertan sobre las lgicas
en disputa. Ponen en evidencia las formas
en que el capital transnacional se apropia
de los recursos naturales y reconfigura territorios. Y sobre todo, coloca en el centro
del debate la relacin sociedad-naturaleza
y la necesidad de crear proyectos propios
en Amrica Latina.

Bibliografa
Acselrad, H. (2006). Las polticas ambientales ante las coacciones de la globalizacin. En H. Alimonda, Aportes para una ecologa poltica latinoamericana. Buenos Aires:
CLACSO, Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales. ISBN 987-1183-37-2
Acosta, A. (2010). El Buen Vivir en el camino
del post-desarrollo. Una lectura desde la
Constitucin de Montecristi. Quito: Fundacin Friedrich Ebert, FES-ILDIS. POLICY PAPER 9. Disponible en: http://library.
fes.de/pdf-files/bueros/quito/07671.pdf
Banco Mundial (1996). A Mining Strategy for Latin America and the Caribbean. World Bank Technical, Paper N 345.
Washington, DC.
94

Bruckmann, M. (2011). Recursos naturales y


la geopoltica de la integracin Sudamericana.
Red Unesco/Universidad de las Naciones
Unidas sobre Economa Global y Desarrollo Sustentable [consultado el 15 de
febrero de 2016]. Disponible en: http://
opsur.wordpress.com/2011/04/15/recursos-naturales-y-la-geopolitica-de-la-integracion-sudamericana/
Comisin Econmica para Amrica Latina y el
Caribe (CEPAL) (2015). La Inversin Extranjera Directa en Amrica Latina y el Caribe
(LC/G.2641-P). Santiago de Chile.
Diamand, M. (1972). La Estructura Productiva Desequilibrada Argentina y el Tipo
de Cambio. Desarrollo Econmico, 12 (45).

Voces en resistencia a la megaminera. Un anlisis a distintas escalas

Gray, J. (2000). Falso amanecer. Los engaos


del capitalismo global. Barcelona: Paids.
Harvey, D. (2004). El Nuevo imperialismo:
la acumulacin por desposesin. Socialist
Register, 40, pp. 99-129. Disponible en:
http://socialistregister.com/index.php/
srv/article/viewFile/14997/11983
OXFAM (2014). Gobernar para las lites.
Secuestro democrtico y desigualdad

econmica. Informe, N 178, pp. 34 (enero). Disponible en: http://www.oxfam.


org/sites/www.oxfam.org/files/bp-working-for-few-political-capture-economic-inequality-200114-es_0.pdf
Reis Oliveira, C. Quem Quem nas discusses do novo Cdigo da Minerao 2014.
Comit nacional em defesa dos territrios
frente a minerao. Rio de Janeiro: Ibase

95

Geografas en dilogo
Debates contemporneos
Se termin de editar en:
Ediciones Grficas del CIG
CIG/IGEHCS FCH CONICET/UNCPBA
Paraje Arroyo Seco s/n Campus Universitario
(7000) Tandil, Buenos Aires, Argentina
diciembre de

2016

También podría gustarte